sábado, 28 de junio de 2014

La Vanguardia, Edición del jueves, 29 julio 1926, página 13

MATADEPERA

Es confortador y agradable para los aldeanos residentes en un lugar, el contemplar como cada año que transcurre vuelven a veranear las mismas familias que han probado su clima y se han saturado de los aires oxigenados de los frondosos pinares.

Han llegado estos días los señores de Guadall, de Marcet, de Camps, de Ginesta, de Duran, de Vallhonrat, de Soler, de Malet, de Palet, de Aldavert, de Asmarats, de Padrós, de Albareda, de Gay, de Mañosa, de Fábregas, de Vidal, de Prat, de Llibre, de Juandó, de Feyné, de Salvans, de Barata, de Antolín, de Vidal, de Andreus, de Escuder, de Dura, de Rovira, de A. Padrós, de Comas, de Taché, de Barbany, de Luandra, de Pous, de Durella, de Roig, de Arniches, de Thomas, en fin, ¿por qué seguir, si he de de exponerme a omisiones involuntarias? Con decir tan sólo que cuenta esta población con un censo de habitantes de 718 y que se calcula que ascienden los veraneantes residentes en este término durante la estación veraniega a 1800, abona cuanto dije en mi última crónica, que en conjunto se convierte Matadepera en una población verdaderamente veraniega, ya que suman más las personas forasteras que no las que residen habitualmente en ella todo el año.

De ahí que es encantador el espectáculo que ofrecen al atardecer las fuentes y paseos cercanos, especialmente a la hora de llegada de los autos de pasajeros, que llegan abarrotados de personas, ávidas de saturarse de los aires saludables que se respiran en ésta, y reunirse, aunque por contadas horas, con sus respectivas familias.

—Corresponsal.



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