Sigue la fantasía popular dando anchas a su imaginación sobre el secuestro de un individuo francés, llamado Juan Julio Antonio Marie de Daborte, barón de la Batout, relatándose episodios
del cautiverio del joven barón durante el año que se cree ha estado secuestrado.La verdad del hecho resulta ser que el barón se había entregado a la vida alegre en esa capital, trabando amistad con cierto cochero, y ambos hicieron un viaje de recreo a la nación vecina, en la que el barón sufrió una enfermedad que le perturbó sus facultades mentales, y entonces el cochero le recluyó en su domicilio, haciéndose otorgar poderes para cobrar cantidades que desde el extranjero se le mandaban, trasladándose a esta ciudad y domiciliándose en la Rambla de Egara, después en la céntrica calle de San Pedro, donde los vecinos se quejaron de los gritos del demente, trasladándose a la calle de La Riva, en donde se ha encontrado al pobre barón en un estado completamente lastimoso y uaco, notándosele las huellas de haber sufrido mucho y haber llevado una vida poco alimentada.
Como el juzgado interviene en el asunto y es el encargado de saber si las responsabilidades caen sobre el cochero, detenido en esta cárcel, no es nuestra misión dar más proporciones de las que tiene al asunto; solamente hemos de hacer constar que han rivalizado para poner en claro este misterio, el juzgado de primera instancia, el alcalde señor Ullés, el vicecónsul de Francia en ésta señor Monset, el teniente de la guardia civil señor García, el inspector de policía gubernativa don Fructuoso Alvarez y el de la municipal señor Ribera.
Por orden del señor Ullés, uno de estos días se trasladará al barón de la Batout a un manicomio para su inspección.
Ayer ordenó dicha autoridad, de acuerdo con el juzgado, que se lavase y desinfectase convenientemente al enfermo, dándosele algo de alimento y que se le cuidara como es debido.
Los comentarios sobre este hecho misterioso son a granel.—Alas.
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