ESCUELA
INDUSTRIAL DE TARRASA
inauguración
de curso
En la Escuela Industrial
de Tarrasa se celebró el pasado domingo a las once y media de la mañana, con
gran solemnidad, la inauguración oficial de curso y el reparto de premios a los
alumnos que concurren a aquel importante centro de enseñanza.
Para asistir al acto
salieron desde la estación del ferrocarril de la plaza de Cataluña, a las diez
de la mañana, el rector de la
Universidad , marqués de Carulla, con su secretario particular
don Lucas Argilés, el jefe superior de policía general Arlegui en
representación del gobernador civil señor Martínez Anido, el diputado a Curtes y
comisario regio de la citada Escuela don Alfonso Sala, el señor Luengo Benítez
en representación de su señor padre el secretario del Gobierno civil, gran
número de representaciones e invitados y los representantes de la prensa local.
Al llegar estos a Tarrasa,
fueron recibidos en la estación por el director de la Escuela Industrial
señor Baltá de Cela, con una nutrida comisión de profesores y las autoridades y
personalidades de la población.
En automóviles y tartanas
los expedicionarios y sus acompañantes se trasladaron desde la estación a la Escuela Industrial
en cuyo vestíbulo se habían congregado todos los alumnos, que aplaudieron con
entusiasmo al llegar las autoridades.
También se hallaba en
aquel lugar la banda municipal de Tarrasa que tocó escogidas composiciones.
Previo un pequeño descanso
en la Sala de Juntas,
las autoridades e invitados se trasladaron al taller de maquinaria, convertido
en hermoso salón de actos, donde había de celebrarse la ceremonia y que se
hallaba rebosante, figurando entre la distinguida concurrencia gran número de
elegantes señoras y bellas señoritas.
Presidió el acto el rector
de la Universidad
marqués de Carulla, quien tenía a su derecha al general Arlegui, comisario
regio don Alfonso Sala, diputado provincial don Álvaro Vinyals, teniente de
alcalde señor Salom, concejales señores Gibert, Parés, Miralda y Barata, presidente
del Instituto Industrial señor
Soler Suaña y presidente
de la Cámara
de Comercio don Pedro Amat y a su izquierda al teniente de alcalde señor
Samaranch, director de la
Escuela industrial señor Baltá de Cela, jefe de la zona
militar don Juan Diez, rector de las Escuelas Pías P. Marcó, rector de
San Pedro doctor Homs, director del pupilaje Padre Roger, profesores de la
Escuelas señores Blanxart, Morera,
Rosich, Vacarisas, Torrella, Sallent, Cabanes y Vives, secretario del Ayuntamiento
señor Llopiu, rector del Santo Espíritu doctor Molera, señor Luengo Benítez, jefe
de la guardia civil señor Gómez, secretario de la Escuela señor Ferrer y
otras personalidades.
El acto
Declarado abierto el acto
por el presidente, el profesor de la Escuela Industrial
e ingeniero don Juan Rosich, leyó el reglamentario discurso, desarrollando
magistralmente el terna: «De las hipótesis y teorías en las ciencias
físicas—Algunos antecedentes a la teoría de la relatividad».
El señor Rosich en su
notabilísimo discurso puso una vez más de manifiesto su vasta ilustración y
perfectos conocimientos sobre tan difícil materia siendo muy aplaudido al terminar.
Seguidamente el secretario
de la Escuela
don Eugenio Ferrer, dio lectura a una notable Memoria dando cuenta del
resultado escolar durante el finido curso.
De la misma entresacamos
los siguientes párrafos:
Al abrir el curso en
primero de octubre había matriculados 165 alumnos con 1.033 inscripciones.
En la convocatoria de
enero, concedida a alumnos a los que les faltaban una o dos asignaturas para
terminar sus estudios, se matricularon 5 con nueve inscripciones.
A la matrícula de abril
para revalidar estudios efectuados privadamente, el número de alumnos fue de
503 con 2.328 inscripciones y por fin en la de agosto fueron los
matriculados 177 con 411 inscripciones.
Resulta, pues, que en
total el número de alumnos matriculados fue de 850 con 3.781 inscripciones, en
los que no están incluidos los 300 asistentes a la Escuela de Artes y
Oficios.
De los alumnos oficiales
en los exámenes de mayo y septiembre fueron declarados aptos 898 y perdieron
curso, 335 o sea en total 1.033.
Alumnos no oficiales en
los exámenes de enero, junio y septiembre, fueron aprobados, 2.260 y perdieron
curso, 488, o sea en total 2.748.
Y en todas las enseñanzas
el total de aprobados fué de 2.958 y perdieron curso, 823 que representan más
del 22 por ciento de los matriculados.
En el curso pasado
solicitaron ingreso mediante examen 99 alumnos de los cuales 7 fueron rechazados
con la calificación de suspenso. Además de este ingreso directo debemos significar
que la mayoría ingresa en otros Centros docentes, en su gran parte en el
Instituto trasladando luego su expediente a nuestra Escuela.
De los 98 alumnos
oficiales calificados con la nota de Sobresaliente, a 23 les fueron concedidos premios
mediante oposiciones realizadas expresamente.
Gracias a las activas
gestiones de nuestro incansable comisario regio, don Alfonso Sala y Argemí, las
obras de terminación del edificio Escuela, se han visto subastadas y al entrar
hoy en estos locales habréis podido ver levantados ya parte de los muros de lo
que han de constituir aulas y laboratorios en donde el profesorado, que por
espacio de veinte cursos ha visto cohibida su actuación por pobreza de local,
podrá extender su acción iniciándose una nueva etapa más floreciente aún que la
pasada a favor de los estudios técnico-industriales.
Fue muy aplaudido al
terminar.
A continuación se procedió
al reparto de premios a los alumnos de la Escuela de Industrias y de la Escuela Municipal
de Bellas Artes que los habían obtenido, recibiéndolos estos, de manos del
rector de la Universidad
en medio de entusiastas salvas de aplausos.
Discursos :: Entrega de unas insignias
El comisario regio de la Escuela don Alfonso Sala,
manifestó seguidamente que el claustro le había conferido el encargo de ofrendar
en aquella solemnidad al director señor Baltá de Cela las insignias de
comendador de la orden civil de Alfonso XII con que recientemente había sido
honrado, encargo que dijo, hacía con gran entusiasmo.
Dedicó un elocuente
párrafo a ensalzar la valiosa condecoración creada por S. M. el Rey para
premiar los grandes servicios a la enseñanza y que con el gran amor filial que
tanto enaltecía a don Alfonso XIII había querido unir a la condecoración el
nombre de su augusto padre.
Dijo que aunque la Religión y los códigos dicen
que en este mundo todos somos iguales, forzosamente se ha de distinguir el
hombre culto del que no lo es.
Dedicó grandes elogios al
señor Baltá de Cela del que dijo que a pesar de disfrutar una envidiable
posición, en reñidas oposiciones había ganado una cátedra en el Instituto de Mahón,
había desempeñado posteriormente otra en el Instituto de Barcelona y finalmente
al comenzar a funcionar la
Escuela de Tarrasa había pasado a prestar allí sus servicios desempeñando
desde muchos años acá la dirección de aquel centro con el beneplácito del
profesorado y de los alumnos.
Ensalzó la gran obra
cultural llevada a cabo por el señor Baltá de Cela y dijo que la condecoración
que se le había concedido no era debida al favor ni a la recomendación, sino un
acto de justicia.
Añadió que con la
condecoración se honraba el Claustro de profesores y la Escuela.
Dedicó un gran elogio al
fin patriótico y social que realiza aquel centro.
Terminó su elocuente
discurso rogando al Rector que impusiera las insignias al señor Baltá de Cela y
haciendo un cumplido elogio del general Arlegui, al que, como al gobernador
civil general Martínez Anido, dijo se debe la paz de la región sin la cual no
hay cultura posible. (Ovación)
Actos como éste—añadió,—levantan
el espíritu público, hoy día bastante deprimido.
El señor Sala fue muy
aplaudido al terminar su elocuente peroración.
Seguidamente una comisión
de alumnos, con la venia de la presidencia, subió al estrado y don Martín Güell
leyó unas cuartillas adhiriéndose al acto y ofreciendo al señor Baltá de Cela un
rico bastón de mando como prenda de afecto y agradecimiento.
El señor Baltá de Cela,
emocionado en extremo, comenzó agradeciendo el homenaje, que modestamente dijo
lo encontraba desproporcionado con sus méritos y dijo que lo aceptaba como
distinción a la Escuela.
Elogió a don Alfonso Sala
al que calificó de ángel tutelar de la Escuela.
Dijo que al igual que los
abanderados de los regimientos, seria meramente el portador de la insignia, ya
que el honor y la distinción correspondían a la Escuela Industrial.
Ofreció continuar
laborando con entusiasmo en pro del engrandecimiento y prosperidad de ésta,
hizo votos porque, cuanto antes pueda terminarse el edificio, que calificó de
monumento nacional, honra de la patria y terminó su elocuente discurso,
proponiendo enviar telegramas de salutación y agradecimiento a S. M. el Rey, al
jefe del Gobierno y al ministro de Instrucción pública.
El señor Baltá de Cela fue
muy aplaudido y felicitado al terminar.
El marqués de Carulla
expresó la satisfacción que sentía concurriendo al acto que se celebraba, que
este año dijo, consistía en hacer honor a la enseñanza técnica y en consagrar la
eficacia de la Escuela
en la persona de su director.
Felicitó a la Escuela Industrial
y al Gobierno.
Dijo que el medio influía
de una manera prodigiosa en la cultura como sucedía en los medicamentos y que
la causa del engrandecimiento y prosperidad de aquel Centro, era la entusiasta
cooperación que le prestaban el comisario regio, el director, el claustro de profesores,
los alumnos y sus padres.
En elocuentes párrafos
demostró que para intensificar la producción precisaba la cultura.
Dedicó grandes elogios a la Escuela Industrial
y a los demás centros culturales obreros, así como a la magna obra que llevan a
cabo.
También dedicó elogios a la Escuela nacional, diciendo
que en ella el maestro educaba a los padres por mediación de sus hijos, inculcándoles
aquella cultura que en su tiempo no lograron.
Abogó por que las personas
pudientes costeen becas, con objeto de que los obreros pobres puedan aprender.
Felicitó al profesor señor
Rosich, por su notable discurso y también a los alumnos que habían sido
premiados y terminó declarando, en nombre de S. M. el Rey, abierto el curso de 1921 a 1922.
Una salva de aplausos
coronó la elocuente peroración del marqués de Carulla.
Finalmente el general Arlegui,
después de dar cuenta de la representación que ostentaba, dijo que el
gobernador civil señor Martínez Anido le había encargado que felicitara a la Escuela por sus éxitos y
que a aquella felicitación unía la suya, pues siempre había sido un fervoroso devoto
del progreso de Cataluña a pesar de no ser catalán.
Recordó que estuvo en
Tarrasa con ocasión de haber sido asesinado por unos execrables malhechores el
profesor de aquel centro señor Abelló y que entonces, con aquel triste motivo,
tuvo ocasión de conocer la Escuela Industrial , así como su funcionamiento.
Añadió que había tenido la
satisfacción de entregar a los tribunales a los asesinos del señor Abelló, al
que dedicó un sentido y elocuente recuerdo.
Terminó felicitando con
entusiasmo al señor Baltá de Cela por la, honrosa como merecida distinción de
que había sido objeto y haciendo votos porque Tarrasa obtenga todas las
prosperidades que merece.
El general Arlegui fue
aplaudidísimo.
El acto se dio por
terminado a la una y media de la tarde.
Banquete
En el Gran Casino fueron
obsequiados después con un espléndido banquete las autoridades e invitados,
sentándose a la mesa unos sesenta comensales.
Al descorcharse el
champagne, pronunciaron elocuentísimos brindis alusivos al acto, el secretario
de la Escuela
señor Ferrer, el diputado provincial señor Vinyals, el director de la Escuela señor Baltá de
Cela, el concejal señor París, el arcipreste reverendo Molera, don Alfonso
Sala, que dedicó un sentido recuerdo a los que pelean en África y propuso remitir
un telegrama de salutación y agradecimiento al Alto Comisario y al ministro de la Guerra , el señor Febrer que
anunció que su Academia desde aquel momento ofrecía dos becas, el reverendo P.
Marcó padre provincial de las Escuelas Pías y el rector de la Universidad marqués de
Carulla, siendo todos ellos muy aplaudidos.
En el tren de las cuatro
de la tarde los expedicionarios regresaron a esta capital en extremo complacidos
del acto a que habían asistido y de las múltiples atenciones de que habían sido
objeto.
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