viernes, 1 de marzo de 2013

La Vanguardia, Edición del martes, 08 noviembre 1921, páginas 17 y 18


ESCUELA INDUSTRIAL DE TARRASA
inauguración de curso

En la Escuela Industrial de Tarrasa se celebró el pasado domingo a las once y media de la mañana, con gran solemnidad, la inauguración oficial de curso y el reparto de premios a los alumnos que concurren a aquel importante centro de enseñanza.

Para asistir al acto salieron desde la estación del ferrocarril de la plaza de Cataluña, a las diez de la mañana, el rector de la Universidad, marqués de Carulla, con su secretario particular don Lucas Argilés, el jefe superior de policía general Arlegui en representación del gobernador civil señor Martínez Anido, el diputado a Curtes y comisario regio de la citada Escuela don Alfonso Sala, el señor Luengo Benítez en representación de su señor padre el secretario del Gobierno civil, gran número de representaciones e invitados y los representantes de la prensa local.

La Compañía de los ferrocarriles de Cataluña, tuvo la galantería de poner un vagón a disposición de los expedicionarios.

Al llegar estos a Tarrasa, fueron recibidos en la estación por el director de la Escuela Industrial señor Baltá de Cela, con una nutrida comisión de profesores y las autoridades y personalidades de la población.

En automóviles y tartanas los expedicionarios y sus acompañantes se trasladaron desde la estación a la Escuela Industrial en cuyo vestíbulo se habían congregado todos los alumnos, que aplaudieron con entusiasmo al llegar las autoridades.

También se hallaba en aquel lugar la banda municipal de Tarrasa que tocó escogidas composiciones.

Previo un pequeño descanso en la Sala de Juntas, las autoridades e invitados se trasladaron al taller de maquinaria, convertido en hermoso salón de actos, donde había de celebrarse la ceremonia y que se hallaba rebosante, figurando entre la distinguida concurrencia gran número de elegantes señoras y bellas señoritas.

Presidió el acto el rector de la Universidad marqués de Carulla, quien tenía a su derecha al general Arlegui, comisario regio don Alfonso Sala, diputado provincial don Álvaro Vinyals, teniente de alcalde señor Salom, concejales señores Gibert, Parés, Miralda y Barata, presidente del Instituto Industrial señor
Soler Suaña y presidente de la Cámara de Comercio don Pedro Amat y a su izquierda al teniente de alcalde señor Samaranch, director de la Escuela industrial señor Baltá de Cela, jefe de la zona militar don Juan Diez, rector de las Escuelas Pías P. Marcó, rector de San Pedro doctor Homs, director del pupilaje Padre Roger, profesores de la Escuelas señores Blanxart, Morera, Rosich, Vacarisas, Torrella, Sallent, Cabanes y Vives, secretario del Ayuntamiento señor Llopiu, rector del Santo Espíritu doctor Molera, señor Luengo Benítez, jefe de la guardia civil señor Gómez, secretario de la Escuela señor Ferrer y otras personalidades.

El acto

Declarado abierto el acto por el presidente, el profesor de la Escuela Industrial e ingeniero don Juan Rosich, leyó el reglamentario discurso, desarrollando magistralmente el terna: «De las hipótesis y teorías en las ciencias físicas—Algunos antecedentes a la teoría de la relatividad».

El señor Rosich en su notabilísimo discurso puso una vez más de manifiesto su vasta ilustración y perfectos conocimientos sobre tan difícil materia siendo muy aplaudido al terminar.

Seguidamente el secretario de la Escuela don Eugenio Ferrer, dio lectura a una notable Memoria dando cuenta del resultado escolar durante el finido curso.

De la misma entresacamos los siguientes párrafos:

Al abrir el curso en primero de octubre había matriculados 165 alumnos con 1.033 inscripciones.

En la convocatoria de enero, concedida a alumnos a los que les faltaban una o dos asignaturas para terminar sus estudios, se matricularon 5 con nueve inscripciones.

A la matrícula de abril para revalidar estudios efectuados privadamente, el número de alumnos fue de 503 con 2.328 inscripciones y por fin en la de agosto fueron los matriculados 177 con 411 inscripciones.

Resulta, pues, que en total el número de alumnos matriculados fue de 850 con 3.781 inscripciones, en los que no están incluidos los 300 asistentes a la Escuela de Artes y Oficios.

De los alumnos oficiales en los exámenes de mayo y septiembre fueron declarados aptos 898 y perdieron curso, 335 o sea en total 1.033.

Alumnos no oficiales en los exámenes de enero, junio y septiembre, fueron aprobados, 2.260 y perdieron curso, 488, o sea en total 2.748.

Y en todas las enseñanzas el total de aprobados fué de 2.958 y perdieron curso, 823 que representan más del 22 por ciento de los matriculados.

En el curso pasado solicitaron ingreso mediante examen 99 alumnos de los cuales 7 fueron rechazados con la calificación de suspenso. Además de este ingreso directo debemos significar que la mayoría ingresa en otros Centros docentes, en su gran parte en el Instituto trasladando luego su expediente a nuestra Escuela.

De los 98 alumnos oficiales calificados con la nota de Sobresaliente, a 23 les fueron concedidos premios mediante oposiciones realizadas expresamente.

Gracias a las activas gestiones de nuestro incansable comisario regio, don Alfonso Sala y Argemí, las obras de terminación del edificio Escuela, se han visto subastadas y al entrar hoy en estos locales habréis podido ver levantados ya parte de los muros de lo que han de constituir aulas y laboratorios en donde el profesorado, que por espacio de veinte cursos ha visto cohibida su actuación por pobreza de local, podrá extender su acción iniciándose una nueva etapa más floreciente aún que la pasada a favor de los estudios técnico-industriales.

Fue muy aplaudido al terminar.

A continuación se procedió al reparto de premios a los alumnos de la Escuela de Industrias y de la Escuela Municipal de Bellas Artes que los habían obtenido, recibiéndolos estos, de manos del rector de la Universidad en medio de entusiastas salvas de aplausos.

Discursos :: Entrega de unas insignias

El comisario regio de la Escuela don Alfonso Sala, manifestó seguidamente que el claustro le había conferido el encargo de ofrendar en aquella solemnidad al director señor Baltá de Cela las insignias de comendador de la orden civil de Alfonso XII con que recientemente había sido honrado, encargo que dijo, hacía con gran entusiasmo.

Dedicó un elocuente párrafo a ensalzar la valiosa condecoración creada por S. M. el Rey para premiar los grandes servicios a la enseñanza y que con el gran amor filial que tanto enaltecía a don Alfonso XIII había querido unir a la condecoración el nombre de su augusto padre.

Dijo que aunque la Religión y los códigos dicen que en este mundo todos somos iguales, forzosamente se ha de distinguir el hombre culto del que no lo es.

Dedicó grandes elogios al señor Baltá de Cela del que dijo que a pesar de disfrutar una envidiable posición, en reñidas oposiciones había ganado una cátedra en el Instituto de Mahón, había desempeñado posteriormente otra en el Instituto de Barcelona y finalmente al comenzar a funcionar la Escuela de Tarrasa había pasado a prestar allí sus servicios desempeñando desde muchos años acá la dirección de aquel centro con el beneplácito del profesorado y de los alumnos.

Ensalzó la gran obra cultural llevada a cabo por el señor Baltá de Cela y dijo que la condecoración que se le había concedido no era debida al favor ni a la recomendación, sino un acto de justicia.

Añadió que con la condecoración se honraba el Claustro de profesores y la Escuela.

Dedicó un gran elogio al fin patriótico y social que realiza aquel centro.

Terminó su elocuente discurso rogando al Rector que impusiera las insignias al señor Baltá de Cela y haciendo un cumplido elogio del general Arlegui, al que, como al gobernador civil general Martínez Anido, dijo se debe la paz de la región sin la cual no hay cultura posible. (Ovación)

Actos como éste—añadió,—levantan el espíritu público, hoy día bastante deprimido.

El señor Sala fue muy aplaudido al terminar su elocuente peroración.

Seguidamente una comisión de alumnos, con la venia de la presidencia, subió al estrado y don Martín Güell leyó unas cuartillas adhiriéndose al acto y ofreciendo al señor Baltá de Cela un rico bastón de mando como prenda de afecto y agradecimiento.

El señor Baltá de Cela, emocionado en extremo, comenzó agradeciendo el homenaje, que modestamente dijo lo encontraba desproporcionado con sus méritos y dijo que lo aceptaba como distinción a la Escuela.

Elogió a don Alfonso Sala al que calificó de ángel tutelar de la Escuela.

Dijo que al igual que los abanderados de los regimientos, seria meramente el portador de la insignia, ya que el honor y la distinción correspondían a la Escuela Industrial.

Ofreció continuar laborando con entusiasmo en pro del engrandecimiento y prosperidad de ésta, hizo votos porque, cuanto antes pueda terminarse el edificio, que calificó de monumento nacional, honra de la patria y terminó su elocuente discurso, proponiendo enviar telegramas de salutación y agradecimiento a S. M. el Rey, al jefe del Gobierno y al ministro de Instrucción pública.

El señor Baltá de Cela fue muy aplaudido y felicitado al terminar.

El marqués de Carulla expresó la satisfacción que sentía concurriendo al acto que se celebraba, que este año dijo, consistía en hacer honor a la enseñanza técnica y en consagrar la eficacia de la Escuela en la persona de su director.

Felicitó a la Escuela Industrial y al Gobierno.

Dijo que el medio influía de una manera prodigiosa en la cultura como sucedía en los medicamentos y que la causa del engrandecimiento y prosperidad de aquel Centro, era la entusiasta cooperación que le prestaban el comisario regio, el director, el claustro de profesores, los alumnos y sus padres.

En elocuentes párrafos demostró que para intensificar la producción precisaba la cultura.

Dedicó grandes elogios a la Escuela Industrial y a los demás centros culturales obreros, así como a la magna obra que llevan a cabo.

También dedicó elogios a la Escuela nacional, diciendo que en ella el maestro educaba a los padres por mediación de sus hijos, inculcándoles aquella cultura que en su tiempo no lograron.

Abogó por que las personas pudientes costeen becas, con objeto de que los obreros pobres puedan aprender.

Felicitó al profesor señor Rosich, por su notable discurso y también a los alumnos que habían sido premiados y terminó declarando, en nombre de S. M. el Rey, abierto el curso de 1921 a 1922.

Una salva de aplausos coronó la elocuente peroración del marqués de Carulla.

Finalmente el general Arlegui, después de dar cuenta de la representación que ostentaba, dijo que el gobernador civil señor Martínez Anido le había encargado que felicitara a la Escuela por sus éxitos y que a aquella felicitación unía la suya, pues siempre había sido un fervoroso devoto del progreso de Cataluña a pesar de no ser catalán.

Recordó que estuvo en Tarrasa con ocasión de haber sido asesinado por unos execrables malhechores el profesor de aquel centro señor Abelló y que entonces, con aquel triste motivo, tuvo ocasión de conocer la Escuela Industrial, así como su funcionamiento.

Añadió que había tenido la satisfacción de entregar a los tribunales a los asesinos del señor Abelló, al que dedicó un sentido y elocuente recuerdo.

Terminó felicitando con entusiasmo al señor Baltá de Cela por la, honrosa como merecida distinción de que había sido objeto y haciendo votos porque Tarrasa obtenga todas las prosperidades que merece.

El general Arlegui fue aplaudidísimo.

El acto se dio por terminado a la una y media de la tarde.

Banquete

En el Gran Casino fueron obsequiados después con un espléndido banquete las autoridades e invitados, sentándose a la mesa unos sesenta comensales.

Al descorcharse el champagne, pronunciaron elocuentísimos brindis alusivos al acto, el secretario de la Escuela señor Ferrer, el diputado provincial señor Vinyals, el director de la Escuela señor Baltá de Cela, el concejal señor París, el arcipreste reverendo Molera, don Alfonso Sala, que dedicó un sentido recuerdo a los que pelean en África y propuso remitir un telegrama de salutación y agradecimiento al Alto Comisario y al ministro de la Guerra, el señor Febrer que anunció que su Academia desde aquel momento ofrecía dos becas, el reverendo P. Marcó padre provincial de las Escuelas Pías y el rector de la Universidad marqués de Carulla, siendo todos ellos muy aplaudidos.

En el tren de las cuatro de la tarde los expedicionarios regresaron a esta capital en extremo complacidos del acto a que habían asistido y de las múltiples atenciones de que habían sido objeto.

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