La familia real visita a las iglesias
románicas de Tarrasa
A
las 4'15 de la tarde los Reyes e infantas salieron de Palacio, dirigiéndose en
automóvil a Tarrasa. Acompañaban en otros coches a las reales personas el duque
de Miranda, el ayudante del Rey, señor Henrile, la condesa de Campoalegre, la
duquesa de San Carlos, el ministro de la Gobernación, general Martínez Anido, y
el gobernador civil, señor Milans del Bosch.
La
comitiva regia llegó a Tarrasa a las cinco.
A
la entrada del término municipal fueron a recibir a los Reyes y a las infantas
el Conde de Egara, el alcalde don José Ullés, el juez de primera instancia don
José Farré Duat, el comandante militar teniente coronel don Andrés Baca, el
prior arcipreste reverendo don José Molera, y el cabo del partido y diputado
provincial don Amadeo Torrens, juntándose a la comitiva real y dirigiéndose por
las calles Topete, García Humet, Cruz y Puente, que lucían colgaduras a las iglesias
de San Pedro.
Después
de atravesar la población, en cuyas calles se había estacionado numeroso
público para presenciar el paso de los Reyes, Sus Majestades y AA. RR. llegaron
a la plazoleta de las Iglesias Románicas, donde fueron recibidos a los acordes
de la «Marcha Real», interpretada por la banda municipal egarense.
En
el recinto de las iglesias, desde mucho antes de la hora anunciada para la
llegada de los Reyes, se congregaron todas las autoridades y las más
distinguidas personalidades de la localidad.
Entre
los allí reunidos figuraban los tenientes de alcalde don Emilio Roca, don
Miguel Durán y don Narciso Ventalló; los concejales don Miguel Domingo, don
Simeón García y don Manuel Coll; el secretario del Ayuntamiento, don Francisco
Benlloch; el director de la Escuela Industrial, don José Baltá; el juez
municipal, don Salvador Utset; el director de la Caja de Ahorros, don Francisco
Salvans; el director de la Escuela elemental del Trabajo, señor Morera; el
comandante profesor de Educación Cívica y Preliminar, señor Mejía; el rector de
las Escuelas Pías, P. Sirés; cabo de somatenes señor Guillemont; el inspector
del Trabajo señor Honduville; el presidente regional de la Unión Patriótica,
don Agustín Armengol; los presidentes del Instituto Industrial, Cámara de
Comercio, Propiedad y Acondicionamiento Tarrasense, y representaciones del
semanario «Alegría», y de todas las sociedades recreativas, religiosas y
económicas de la ciudad. También se hallaban presentes diversas personalidades
de Barcelona, entre ellas los marqueses de Marianao y Villanueva y Geltrú; el
teniente de alcalde señor Vía Ventalló; los señores Marsans, Vidal y Ribas y
otras. Asimismo se veía gran número de señoras y señoritas de la aristocracia
de Tarrasa.
En
los alrededores de las iglesias el público se apiñaba para ver llegar a SS.MM.
A
la puerta del recinto, los Reyes fueron recibidos por el párroco, doctor Homs,
y las demás autoridades, acompañándoles hasta una pequeña tribuna colocada
frente al baptisterio de San Miguel, donde tomaron asiento. en presencia de
SS.MM. y AA, el doctor Homs leyó un elocuente discurso agradeciendo la visita
de los monarcas y de las Infantas, cuya presencia en aquellas iglesias -dijo-
prueba una vez más el interés que nuestros Reyes demuestran por la conservación
de nuestros grandes palabras los trazos históricos de aquellas joyas
arquitectónicas que nos legaron nuestros antepasados y terminó agradeciendo al
Rey, al gobierno y a las corporaciones públicas el apoyo incondicional prestado
para salvar y conservar con cariño aquellas reliquias inapreciables, obra de
romanos y visigodos.
En
el recinto de las iglesias románicas y visigóticas figuran tres templos: La
antigua Colegiata o iglesia de Santa María, el Baptisterio de San Miguel y la
parroquia de San Pedro, destinada actualmente al culto. Además, frente a la
Colegiata ha sido descubierto un valiosísimo mosaico romano que el Rey admiró y
elogió grandemente.
La
visita regia comenzó por la Colegiata, donde los Reyes examinaron con gran
detención las pinturas murales y retablos que encierra, procedentes de los
siglos XIII y XIV. De allí pasaron al Baptisterio de San Miguel, admirando la
antigua pila bautismal por inmersión y la nueva pila hecha con una auténtica
tumba romana. Luego, descendieron a las catacumbas. Don Alfonso se mostró
maravillado de las grandezas de aquel monumento, no cesando de recomendar al
doctor Homs que debe huirse de modernidades para evitar feos contrastes.
Finalmente, los Reyes visitaron la Parroquia de San Pedro, de la que no cesaron
también de hacer grandes elogios.
A
las siete menos cuarto se dió por terminada la visita, abandonando los Reyes
aquel histórico recinto a los acordes de la Marcha Real y entre vítores y
aplausos de la multitud que se agolpaba al paso de los Monarcas para
tributarles su entusiasta y simpático homenaje.
Un té en casa de los Condes de Egara.
En
los mismos coches que a la llegada, tomaron asiento los Reyes, infantas,
autoridades, séquito y acompañamiento, dirigiéndose la comitiva a la hermosa
finca que los Condes de Egara poseen en «Can Amat».
Allí
fueron recibidas las egregias personas por don Alfonso Sala, su esposa, doña
Mercedes Amat y sus hijos doña Carmen, doña Paulina, doña María, doña Pilar,
don José y don Antonio.
Los
Reyes descansaron breves momentos en una de las habitaciones de los señores de
Sala, pasando después al jardín, lujosamente adornado, donde se les sirvió un
exquisito lunch.
En
varias mesitas tomaron asiento los Reyes, las infantas, la familia Sala, el
ministro de la Gobernación, general Martínez Anido; condesa de Campoalegre,
duquesa de San Carlos, duque de Miranda, ayudante Henrile, presidente de la
Diputación, conde del Montseny; gobernador civil, general Milans del Bosch,
señor Vía Ventalló, baronesa de Maldá, condes de Asalto, marqueses de
Villamediana, de Castelldosrius, de Masnou, de Villanueva y Geltrú, marquesa de
Sotohermoso, conde de San Miguel de Castellar, la esposa e hijas del general
Barrera, marqueses de Mesa de Asta, marqués de Ferrer y Vidal, hijos del conde
de Fígols, general de la guardia civil don Benito Pardo y otras personalidades.
Durante
el té el quinteto Lambert interpretó diversas y escogidas composiciones.
A
las siete menos cuarto se dió por terminada la fiesta, regresando la familia
real y su séquito al Palacio de Pedralbes.
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