El niño Antoñito
en Tarrasa
El domingo por la mañana, a las diez, la señora
Josefa Obradors, madre del niño Antoñito, acompañada de éste y de su hija
Jacqueline, así como de su hermano, don Enrique Obradors, y de don José Calbó,
llegaban a Tarrasa invitados por don José Petxamé Tusell, presidente de la
Federación de Padres Adoptivos de Cataluña (en formación), siendo recibidos al
bajar del tren por una Comisión, y al salir de la estación por más de
trescientas familias muchas de ellas padres adoptivos también que prorrumpieron
en una nutridísima salva de aplausos y no pocos vivas al niño Antoñito.
El momento fue de verdadera emoción y no pocas
lágrimas surcaron las mejillas de los asistentes, así como de los invitados.
La preciosa niña María, hija adoptiva de José
Petxamé, entregó al nilo Antoñito un magnífico ramo de flores enlazado con unas
cintas española y catalana, y con a su cabeza la señora Obradors y sus hijos
Antoñito y Jacqueline, acompañada del organizador de la recepción, se formó una
comitiva que se dirigió al Ayuntamiento, despertando la simpática curiosidad
del numero público que circulaba por las calles.
Al llegar a la Casa Consistorial, la señora
Obradors y su hijita recibieron preciosos ramos de flores, siendo impresionadas
algunas placas fotográficas.
Subió la comitiva al salón grande del Ayuntamiento,
tomando asiento la madre adoptiva, agasajada con sus dos hijos, en la
presidencia, sentándose a su lado el señor Petxamé y los invitados, honrando a
éstos con su presencia nuestro particular amigo don Quintín López Gómez,
secretario del Ayuntamiento.
En breves y sentidas palabras el señor Petxamé dio
la bienvenida al niño Antoñito, a su madre y demás acompañantes, relatando al
público que había invadido el salón, en el que apenas cabía, el motivo de la
manifestación, y hablando de la próxima constitución definitiva de la
Federación de Padres Adoptivos de Cataluña, a la que el caso Antoñito dio el
final impulso.
En nombre de la señora Obradors, emocionadísima,
tomó la palabra don José Calbó para agradecer bien sinceramente la cordial y
sincera recepción, a la que ninguno de los invitados hubiera podido soñar
siquiera. La emoción popular, vibrante, dio a estos momentos una honda solemnidad.
Al levantarse el acto, gran número de madres
adoptivas vinieron a saludar y besar a Antoñito, a su madre y a su hermanita,
deseándoles la mayor felicidad, después de las larguísimas horas de angustia
pasadas.
Bajóse al patio del Ayuntamiento, donde un
fotógrafo impresionó placas de los agasajados en compañía de un importante
número de hijos adoptivos.
Después se formó nuevamente la comitiva para ir a
visitar la Escuela Industrial, visita obligada para todos los que acuden a la
simpática villa de Tarrasa y que prueba que la fama que ha adquirido en España
y hasta en el extranjero tiene bases sólidas. Bajo la experta dirección del
señor Petxamé recorrieron todas las dependencias de la Escuela, describiendo
dicho señor las máquinas, de las que hizo funcionar alguna; los varios
aparatos, las secciones, y dando interesantísimos detalles de esta benemérita
institución.
A la llegada Antoñito fue nuevamente obsequiado con
un precioso ramo.
Al regresar, camino de la Casa del Pueblo, el joven
don Francisco Jofresa, diligente secretario de la Federación, nos dio algunos
detalles sobre la misma.
Nos dijo el entusiasmo con que respondieron la
mayor parte de los Ayuntamientos catalanes al llamamiento hecho por el señor
Petxamé, así como millares de padres adoptivos.
El próximo jueves quedarán adoptados los estatutos
por el que se regirá la Federación y seguidamente ésta tomará estado legal para
intervenir cerca de los Poderes públicos con el fin de obtener una legislación
que ponga definitivamente a los padres adoptivos al abrigo de continuas
zozobras en cuanto a los derechos que puedan tener sobre los hijos que por sus
sacrificios han hecho suyos propios.
Numerosas personalidades parlamentarias de todos
los partidos han ofrecido espontáneamente su apoyo a tan humanitaria obra. El
movimiento ha pasado ya los límites de Cataluña y se han recibido buen número
de cartas del resto de España.
El entusiasmo que aportan los señores Petxamé y
Jofresa a su humanitaria obra sólo se puede comparar a su desinterés y a su
modestia. Gracias a ellos principalmente, es de esperar que pronto existirán
leyes que regularán definitivamente una situación a la que se ven continuamente
expuestos los que, como el matrimonio Bayla-Obradors, han hecho suyos niños
abandonados, y es indudable que ambos señores y la naciente Federación podrán
contar con la decidida y desinteresada cooperación de EL DILUVIO en este
trascendental asunto.
En la Casa del Pueblo se sirvió un vermouth de
honor a los invitados, desfilando continuamente madres y niños que todos
querían conocer y besar a Antoñito y a su madre.
En las conversaciones se hacían elogios de todos
cuantos han intervenido en la reciente campaña, felicitando a los interesados
por su magnífico éxito y desprendiéndose que todos habían seguido, artículo por
artículo, todo cuanto se escribió en los varios periódicos de Barcelona,
Tarrasa y demás de España y especialmente en EL DILUVIO, que se ve goza de
muchas simpatías en la vecina ciudad.
Más tarde nos dirigimos al domicilio del señor
Petxamé, que galantemente nos invitó a comer en su casa; dejo de señalar aquí
el excelente menú y las mil atenciones recibidas para no ofender la gran
modestia de nuestro anfitrión y de su señora, haciendo sólo mención de que la
distinguida señora de Morera Ribas, esposa del alcalde, quiso honrarnos
sirviéndonos la comida.
Luego volvimos a la Casa del Pueblo a tomar café,
siendo nuevamente saludados por infinidad de personas que no pudieron hacerlo
por la mañana, en particular por nuestro simpático amigo Samuel Morera Ribas,
alcalde de Tarrasa.
A las siete de la tarde y siendo despedidos por la
numerosísima Comisión, emprendimos cargados de flores y sobre todo de
imperecederos recuerdos, el camino de Barcelona, encargándome la señora
Obradors y el simpático Antoñito diera, por mediación de EL DILUVIO, sua más
sinceras gracias al pueblo de Tarrasa pot las inolvidables y emocionantes
pruebas de interés y cariño que les ha dado a profusión en las pocas horas que
tuvieron el gusto de pasar entre sus habitantes.
L. GERTSCH
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