El “gentleman” de Tarrasa
Cambó, con esa
inconsciencia que le caracteriza y que le ha hecho célebre y millonario, habló
en cierta ocasión del anarquista de Tarrasa, cantera donde por una porción de
razones era impropio ir a extraer el tipo del anarquista clásico.
Estaba ello tan
fuera de lugar y era locura tan grande como ir por salmonetes a Vich, que
produce longanizas, o ir por longanizas a Salou, que produce salmonetes.
Cambó, menos en
lo de arreglarse las finanzas propias, ha andado en todos los otros negocios de
la vida completamente despistado. El tipo de ácrata que Tarrasa da no tiene
nada que ver con el mamarracho que pintaba Cambó, que espera l revolución para
saturarse de carne bien cliente de burguesa y hacer otras bestialidades.
Ese truhán pertenece
a la Lliga, lee “La Veu” y vota a quien la manda el Santo Sínodo de la calle de
la Cucurulla.
Si Cambó
conociera la tierra en que ha nacido y le ha hartado de garbanzos y de honores,
hubiera ido a Tarrasa a buscar un “gentleman”, a saludar a este caballero qque
se llamó en vida Emilio Badiella, cuyo nombre el Ayuntamiento ha acordado darlo
ahora a una calle de la ciudad y al que el Sanhedrín cucurullesco se descuidó
de hacer diputado.
Nos parece muy
bien el homenaje póstumo que se discierne al ilustre patricio y esclarecido
hijo de Tarrasa que fue Emilio Badiella.
Por varias
razones reputamos justo el honor que la ciudad natal hace a Badiella,
honrándose a sí misma.
Badiella era un
catalán de la buena época, de los tiempos en que industriales y comerciantes no
se contentaban con ganar dinero, sino que completaban esta satisfacción con la
de gastárselo señorialmente en libros, flores y obras de arte.
Badiella era un
fabricante que no centró únicamente su afán en su caja y en sus máquinas. Sin
descuidar esto, supo proyectar su atención a zonas de la vida que pasan
desapercibidas para la mayoría de los de su clase.
La biblioreca y
el jardín de Badiella fueron siempre de los más interesantes de Tarrasa.
Las puertas de
su hogar no se cerraron jamás para los amigos, sobre todo si éstos eran
artistas, revolucionarios y bohemios.
El pintor
Torres García supo, en horas amargas, del gran corazón que tenía Badiella.
Al poeta
Salvat.Papaseit no le hizo más que de Mecenas, de padre y de comanditario,
manteniéndolo mucho tiempo y abriéndole un crédito de veinte mil pesetas, con
las que Salvat puso la librería del Fayans.
Emilio Badiella
era uno de los catalanes más buenos, más hidalgos y más generosos que hemos
conocido.
Con su
dadivosidad y munificiencia redime a los negreros sórdidos y tacaños de este
litoral de la execración y las maldiciones que merecen.
Tarrasa, que
tiene tantos tipos de esos de que avergonzarse, puede estar orgullosa de
Badiella.
ANGEL
SAMBLANCAT.
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