"Sería injusto atribuir exclusivamente al
arancel la prosperidad inaudita de Cataluña. En ella han intervenido también primordialmente
las excelentes cualidades de los catalanes: laboriosidad infatigable, espíritu
de ahorro, carácter emprendedor. A su bienestar ha contribuido hasta el régimen
del hereu, que lanza a la emigración a muchos segundones instruidos en casas
ricas, para crearse una fortuna. Altamente significativo es que Barcelona, que
en 1852 (6) contaba 159.000 habitantes, en números redondos, haya llegado en
menos de un siglo a un millón cien mil, y que su riqueza urbana, industrial y
agrícola se haya centuplicado. No tengo estadísticas a mano, pero me basta para
fundamentar tal asento la comparación del perímetro y exigua extensión de la
capital del principado en 1872 (7) durante mi primera visita a la gran urbe,
con la dilatadísima y monumental urbanización actual, merced a la cual se ha
cubierto de mansiones suntuosas toda la dilatada llanura mediante entre la
plaza de Cataluña y las faldas del Tibidabo. En análoga proporción han
aumentado la riqueza y densidad demográfica de los principales centros fabriles
de la provincia, singularmente Tarrasa, Sabadell, Mataró, etc. La visión actual
de Barcelona deslumbra y sorprende; el francés recibe la impresión de hallarse
en Marsella o Lyon.
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