Gran expectación. Precauciones Los procesados
Ayer mañana, en el salón de actos
de la Cárcel celular de esta ciudad empezó a celebrarse el Consejo de guerra
que ha de ver y fallar la causa por los sucesos ocurridos en Tarrasa el día 15
de febrero del próximo pasado año.
Comparecen ante el Tribunal
cuarenta y dos procesados, detenidos la mayor parte en el momento de ser
sofocada aquella intentona anarco-sindicalista, y los restantes algunos días
después.
Por la importancia de los hechos
ocurridos y el número de procesados, así como por la responsabilidad que se
atribuye a todos ellos, este Consejo había despertado gran expectación.
El interés por parte de los
elementos extremistas de crear un estado de agitación ante la comparecencia de
los procesados ante el Tribunal, hizo que la expectación aumentase, y que se
tomaran grandes precauciones por parte de las autoridades alrededor de la
Cárcel donde se reúne el Consejot Este seryicio de vigilancia corrió a cargo de
varias parejas de la Guardia civil de pie y a caballo y una sección de guardias
de Asalto, convenientemente distribuidos.
La hora fijada para dar comienzo
a la sejsión eran las diez de la mañana. Dos horas ¡antee ya había acudido un
gran número de personas con el' propósito de presenciar el acto del juicio.
A medida que se acercaba la hora
señalada, el público reunido frente a la puerta de la Cárcel era cada vez
mayor, obligando los guardias de Asalto a los que querían entrar a formar cola
y a los grupos que se habían formado que se disolviesen.
Los mismos guardias de Asalto
cachearon a todos los que estaban en la cola. Unas mujeres pertenecientes al
servicio anejo de investigación de Jefatura de policía, cuidó de cachear, ya en
el interior de la Cárcel, a las mujeres que figuraban entre el público. En las
puertas y corredores que daban acceso a la Sala de actos, donde se celebra el
Consejo, también se situaron algunas parejas de la Guardia civil
Poco después de las diez se
habían reunido en la Sala de actos los componentes del Tribunal Acto seguido
entraron los letrados defensores, quienes acompañaban a tres de los procesados
que se encuentran en libertad, provisional; los restantes, desde la fecha de
los sucesos han estado recluidos en esta cárcel.
Momentos después fue permitida la
entrada en la Sala a los periodistas encargados de hacer la información de este
Consejo, disponiendo el director de la cárcel, don Antonio Mur, que fueran
convenientemente acodados para cumplir su misión. El presidente del Tribunal
hizo situar; a los periodistas en mesas a propósito a la izquierda del Tribunal
y a la derecha de los procesados.
Estos, custodiados por los
oficiales de la cárcel y algunas parejas de la Guardia civil, entraron en la
Sala a las diez y cuarto.
Los cuarenta y dos procesados
tomaron asiento repartidos en filas de siete en seis bancos. Entre ellos
abundan los jóvenes. Todos al entrar en la Sala dan muestras de tranquilidad, y
sin que ninguno de ellos exteriorizase la menor pesadumbre. Cuidan de su
custodia fuerzas de la Guardia civil.
Constitución del Tribunal
El Tribunal está formado de la
forma siguiente: Presidente, don Joaquín Coll Fuster, de la Jefatura de Tropas
y Servicios de ingenieros de la División; actuando de vocales los capitanes,
don Alfonso Pardo García, del séptimo regimiento de Artillería ligera; don
Renato Sáez Bermejo y don Fernando Alonso Median, del regimiento de Infantería
número 10, y don Claudio Domingo Vecino, del regimiento de Caballería, número
9.
Como suplentes habían sido
designados los capitanes don Vicente Juan de Soto y don José García Valenzuela,
los dos del regimiento de Caballería número 10.
De vocal ponente actúa el
teniente auditor de segunda don Alfredo Aguilera García.
De fiscal, el jurídico militar de
la División, don Enrique Querol.
Ha instruido la causa el juez
comandante, don Enrique Bibiano López de Carrión.
Defienden a los procesados los
abogados don Eduardo Batrriobero Erranz, don Abel Velilla Sarazola, don Joaquín
Juanola Masat, don Andrés Sierra Valverde, don Juan Tomás Borras y don Carlos
Vilarrodona. Iglesias.
Audiencia pública La ausencia de un defensor
A las diez veinticinco el
presidente del Tribunal dio la voz de audiencia pública, penetrando, acto
seguido, en el interior de la Sala el público que la llenó por completo y
quedando sin poder entrar buena parte de los que hablan hecho cola en la calle.
A las diez y media el juez,
comandante señor Bibiano, dio lectura de un oficio firmado por varios
procesados defendidos por el letrado, señor Barriobero — quien no ha podido asistir
al comienzo del Consejo — los cuales encargaban interinamente de su defensa ai
letrado, señor Velilla.
Empezado el Consejo, el letrado
señor Velilla pide la palabra para referirse al escrito presentado por algunos
de los procesados a que antes nos hemos referido. Expone que el señor
Barriobero no ha podido asistir al Consejo por tener que acudir a un juicio en
Soria.
El fiscal ponente, señor
Aguilera, pide al presidente del Tribunal que se lea la orden general de plaza
donde consta la constitución del Consejo con sus defensores, y pregunta a
continuación al señor Juez si están presentes todos los defensores, contestando
éste que no se halla el señor Barriobero. Se interesa por el Presidente, a
ruegos del referido vocal ponente, si existen oficialmente motivos en la causa
por los que el señor Barriobero no asista al Consejo, contestándole
negativamente.
Pidió entonces el repetido
ponente si debía darse cumplimiento al artículo 581 del Código de Justicia
militar que dice: «Si no concurriera algún defensor a la vista, sin perjuicio
de la responsabilidad en que incurra, se suspenderá el Consejo dando cuenta a
la Autoridad judicial.» Adujo también lo preceptuado en el artículo número 164,
en el que se precisa que están sujetos a la jurisdicción disciplinaria, igual
que todos los que intervienen en el Consejo, los defensores militares y abogados,
y el 162 que fija el objeto de la jurisdicción disciplinaria en las faltas que
se cometan en el desempeño de las funciones por parte de los citados, así como
los artículos 164 y 165 que se refieren a la forma de imponer correctivos a los
que cometan las faltas antedichas.
A preguntas del Presidente, el
fiscal, señor Querol, manifiesta que en el caso que se discute no hay
infracción alguna por parte del letrado señor Barriobero.
Después de algunas aclaraciones
por parte del letrado defensor, señor Velilla, y de ratificarse en sus puntos
de vista el vocal ponente y el fiscal, el presidente dice que se acuerda
aceptar como representante de los procesados que había de defender el señor
Barriobero, al señor Velilla, y que prosiguiese la celebración del Consejo
independientemente de la determinación que pueda tomarse cuando acuda el
letrado primeramente citado.
Las actas de las sesiones El apuntamiento
Resuelto este incidente, el
letrado señor Sierra solicita que, tal como está dispuesto, se de lectura al
empezar cada sesión del Consejo que se va a celebrar, al acta de la sesión
anterior, y que sea aprobada ésta por todos cuantos intervienen en el mismo.
El Presidente le contesta que
todos los requisitos serán cumplidos con la máxima exactitud.
Acto seguido el juez instructor,
comandante don Enrique Bibiano, empezó a dar lectura a la causa.
La lectura de los varios rollos
de que consta la causa, fue extensísima, abundando un sinnúmero de diligencias,
declaraciones, inspecciones y reconocimentos, además del apuntamiento de los
hechos.
Estos, en resumen, son los
siguientes:
En la madrugada del 15 de febrero
del año próximo pasado, un grupo de individuos se dirigió al cuartel de la
Guardia civil de Tarrasa, rompiendo por las calles por donde pasaron los
faroles del alumbrado público y desarmando y deteniendo a cuantos vigilantes
encontraron en el camino. Mientras algunos de los individuos que formaban el
grupo se apostaban en, los alrededores de dicho cuartel, los restantes se dirigieron
a la calle donde vivía el alcalde de la población, señor Estranger, y con
amenazas obligaron a éste a que les franquease la entrada de su domicilio.
Conseguido su propósito se llevaron a la primera autoridal municipal, en unión
de un bombero y de un soldado a quienes también detuvieron en la calle del
Ayuntamiento. En este centro oficial penetraron a viva fuerza, y colocaron en
el balcón principal del edificio la bandera anarquista, roja y negra, en
sustitución de la bandera nacional que allí ondeaba.
Poco tiempo después otro grupo de
revoltosos se apoderó de un auto-bomba de los bomberos y un carricuba lleno de
gasolina y se dirigió a engrosar el grupo de los que se habían apostado en los
alrededores de la casa-cuartel de la Guardia civil. Con la gasolina intentaron
prender fuego al cuartel, no lográndolo por la resistencia que ofrecieron los
guardias desde el interior del edificio. Entonces los revoltosos, hasta el
número de unos cien individuos, convenientemente distribuidos por los
alrededores, abrieron fuego contra el repetido cuartel, haciendo uso, además de
las pistolas, de unas armas largas que llevaban algunos de ellos.
La Guardia civil no dejó de
defenderse, respondiendo al fuego con repetidas descargas. Cuando ya amanecía,
salieron las fuerzas que se habían apostado en el interior, logrando que los
revoltosos se batiesen en retirada hasta el Ayuntamiento, en donde, al parecer,
se habían refugiado la mayoría de los individuos que tomaron parte en la
intentona de aquella noche.
Desde el interior del
Ayuntamiento no dejaron de hostilizar a las fuerzas rie la Guardia civil que
las habían cercado.
Ya entrado el día salieron al
balcón de. las Casas Consistoriales el alcalde, el soldado y el bombero que
allí habían sido llevados y agitando un pañuelo blanco, por orden de los
revolucionarios, anunciaron que éstos habían decidido rendirse.
Al acercarse la guardia civil para
penetrar en el interior del edificio, los revolucionarios, en lugar de
rendirse, lanzaron desde el mismo balcón una bomba que, al hacer explosión,
hirió a uno de los guardias.
Poco después de las nueve de la
mañana llegó a Tarrasa, por la línea de los Ferrocarriles Catalanes, una
compañía del regimiento de infantería número 34, al mando del capitán don
Francisco Costell La fuerza se trasladó al arrabal de Fermín Galán, seguida de
numeroso público que vitoreaba a las fuerzas del ejército.
Al llegar las tropas a las
inmediaciones del Ayuntamiento, se sostenía el tiroteo entre la guardia civil y
los revoltosos, quienes seguían resistiendo el asedio, tirando bombas y
haciendo numerosos disparos. Los soldados tomaron posiciones acertadas, lo que
hizo comprender que toda resistencia por parte de los revolucionarios era
inútil.
El capitán señor Castells,
acompañado de los tenientes Querol y Masiá, con tres soldados, penetraron en el
Ayuntamiento, al mismo tiempo que los revoltosos izaban bandera blanca. La
entrada de los oficiales con dichos soldados puso en desbandada a los que
estaban en el interior del Ayuntamiento, logrando algunos escapar, puesto que
después. de las investigaciones hechas posteriormente, se calcula que había
allí unos cien individuos y solamente fueron detenidos treinta y dos,
ocupándoles 24 bombas de mano preparadas de cemento y pirita, cuarenta
pistolas, 18 fusiles y una gran cantidad de municiones.
Después de algunas detenciones
que se llevaron a cabo en la calle y en algunos domicilios, la situación en
Tarrasa quedó completamente dominada a las diez de la misma mañana.
De las investigaciones hechas por
la autoridad y que figuran en el sumario, las armas jergas ocupadas a los
revoltosos, procedían, además del desarme de algunos individuos del somatén, de
una armería establecida en la calle de la Rutila, de Tarrasa. Un grupo de unos
cuarenta individuos había penetrado durante la madrugada en dicha tienda, e
intimando al dueño de la misma, le hicieron entregar las armas que tenía,
llevándose 30 escopetas y gran cantidad e municiones.
Otros grupos, durante las horas
que duró la alteración del orden en Tarrasa, cometieron otros actos de
violencia. Entre éstos se menciona el intento de incendio del domicilio de un
fabricante.
De los diferentes tiroteos
sostenidos entre la fuerza pública y los revolucionarios, resultaron varios
heridos, que fueron hospitalizados.
Además del referido apuntamiento,
el juez dio cuenta en su informe de las declaraciones de los procesados y
testigos, resultando de los reconocimientos e inspecciones oculares y otros
extremos que forman el conjunto de sus conclusiones provisionales. Asimismo
precisó la intervención de cada uno de los cuarenta y dos procesados que se
sientan en el banquillo
La lectura del juez instructor
fue seguida con gran atención por el tribunal, letrados, público y procesados,
manteniéndose la totalidad de éstos con la misma tranquilidad de que daban
muestras al entrar en el salón, a pesar de los cargos concretos que pesan sobre
ellos y de la gravedad de las penas que pide el fiscal en sus conclusiones
provisionales.
Un descanso. El señor Barriobero
A las doce menos cuarto el
presidente suspendió la sesión para dar unos minutos de descanso al juez en su
fatigosa labor de leer las numerosas páginas de que constan los diversos rollos
de la causa.
Un cuarto de hora después volvió
a reanudarse e] consejo, entrando otra vez el público que había salido por
orden del presidente.
A los diez minutos de proseguir
el juez instructor la lectura de la causa, volvió a suspenderse por unos
momentos para dar lugar a Ja entrada en la Sala del letrado, don Eduardo
Barriobero, que acababa de llegar, excusándose ante el tribunal por no haber
podido acudir a la hora señalada.
El presidente le dio cuenta de
cómo, de momento, había sido solucionada la petición de sus patrocinados por lo
que se refiere a su defensa.
Una vez sentado el señor Barriobero
junto a los otros letrados defensores, el juez instructor prosiguió su lectura.
Terminada la parte del sumario
aue se refiere a las conclusiones provisionales, el presidente suspendió la
sesión a la una y media para ser reanudada a las cuatro de la tarde.
Por la tarde. Se resume el apuntamiento
Ayer tarde continuó el Consejo de
Guerra.
Acudió e] misino público que por
la mañana, y se mantuvieron idénticas precauciones por ja Guardia civil y
guardias de Asalto, tanto en el lnteror de la Cárcel Celular como en los
alrededores.
Constituido el Tribunal, con los
mismos letrados, y reunidos los procesados en la Sala, el Presidente declaró
abierta la sesión a las cuatro y media.
A petición del letrado señor
Barriobero, el Tribunal accedió a que el juez instructor diese cuenta del resto
del apuntamiento en un resumen, lo más breve posible. puesto que se considera
suficientemente enterados a los miembros del Tribunal y a los letrados de los
hechos, por haberlos reseñado a su debido tiempo la Prensa.
Se adhirió a esta petición el
fiscal, y el presidente accedió a ello.
Después de algunas peticiones de
trámite por parte de los letrados señores Juanola, Tomás Borras y Sierra, a los
cuales accedió el Presidente, el fiscal solicitó se permitiera sentarse juntó a
él, en el estrado que ocupa, al teniente fiscal, don Francisco Corbella, paja
que le asista y le substituya en caso necesario.
Accede el Tribunal y pasa a
ocupar el lugar indicado el señor Corbella.
Acto seguido, el juez instructor
reanudó la lectura del apuntamiento, limitando su exposición a las partes más
esenciales. No obstante, dada la extensión del sumario, a pesar de resumir el
juez su lectura, ésta fue extensísima.
Esta lectura la terminó el juez a
las seis menos cuarto. Junto con el tiempo empleado por la mañana, ha durado
tres horas y media. Una vez terminado el informe del juez, el Presidente
suspendió por unos momentos Ia sesión.
Petición desestimada
Reanudado el Consejo, a las seis
y diez minutos, el letrado defensor solicita que el primer testigo que se llame
a declarar sea el capitán don Francisco Costelo. que era quien mandaba las
fuerzas que fueron a Tarrasa a sofocar el movimiento de rebelión objeto de esta
causa, y contra cuyo capitán se incoó sumario en virtud de s u actuación.
Dijo el señor Velilla que en la
prueba testificial que iba a iniciarse, él consideraba como el testigo de más
fuerza para formar juicio, la declaración del capitán Costelo, ya que estaba
seguro que se demostraría que no hubo delito de rebelión militar de que se
acusa a los procesados.
A la petición del anterior
letrado se adhirieron los señores Barriobero, Vilarrodona y Sierra, haciendo
constar que la petición que se había hecho cuando la instrucción de la causa
antes de elevarla a plenario, y que tambien era conveniente aportar al Consejo
que sej estaba celebrando, los autos del sumario instruído contra el citado
capitán.
El Presidente no accedió a la
petición de los letrados, reconociendo que era justo añadir, a las otras
pruebas testificales la declaración del mencionado testigo, pero no que tuviera
que figurar en primer término, posponiéndose el orden fijado en el período de plenario.
Los letrados antes citados
pidieron Constara en acta su protesta por no acceder el Presidente a las
mencionadas peticiones que ellos consideraban amparadas por la ley, sin que;
esto fuera obstáculo para que después recurrieran al Tribunal Supremo para los
efectos; consiguientes.
Terminadas las manifestaciones de
los señores letrados, el Presidente llamó al juez instructor para que hiciese
constar en acta que en la Sala se encontraba vestido de paisano el capitán
Costelo.
Al hacer la petición más arriba
mencionada el letrado, señor Juanola, se dirigió al Tribunal en catalán, siendo
utilizado un intérprete preparado a este efecto y que tradujo las palabras del
defensor en castellano.
Pero habiendo manifestado el
vocal auditor que, entendiendo que el catalán era un idioma que no podía
considerarse extranjero, debía prescindirse del intérprete aunque se utilizara
el catalán por parte de algún letrado. El Presidente hizo retirar al citado
intérprete.
A continuación se dio lectura a
la acumulación de cargos. A petición del fiscal, el juez instructor fue leyendo
las declaraciones de varios testigos y procesados, de cuyas manifestaciones se
desprenden los cargos más graves contra los que se sientan en el banquillo.
Interrogatorio de los procesados
Iniciada la prueba testificial,
el primer procesado llamado a declarar fue Joaquín Badía, quien, contestando a
las preguntas del fiscal, explicó que al salir de un local de un Sindicato se
enteró de que en Tarrasa ocurría algo de anormal, y que por curiosidad, fué
hacia las Casas Consistoriales, junto con otros: amigos, para saber lo que
sucedía. Añadió que, una vez frente al Ayuntamiento, tuvo que refugiarse dentro
de dicho edificio para salvaguardarse de los disparos que se hacían; desde
diferentes lugares y que él no supo hasta después que aquellos disparos también
se hacían desde el interior del edificio municipal.
Contestando a las preguntas de
las defensas, el procesado Badía manifestó que sabía que para el día de autos
estaba anunciada una huelga general como protesta contra las deportaciones
llevadas a cabo a bordo del buque «Buenos Aires».
Juan Blanes, el procesado que
declaró después, contestó al fiscal que entró en la mañana del día 15 de
febrero del año pasado en el edificio de las Casas Consistoriales para evitar
ser herido por los disparos que hacía la Guardia civil, apostada en las
bocacalles inmediatas.
Al querer explicar su presencia
frente al Ayuntamiento, el procesado incurrió en contradicciones. Dijo que no
oyó ruido de disparo hasta que estuvo en el interior del Ayuntamiento y que fue
a la plaza que hay frente dicho edificio porque oyó unas detonaciones y fue a
ver en qué consistían.
El letrado defensor, señor
Sierra, hizo precisar ai procesado que lo que oyó y despertó su curiosidad
fueron ruidos como de petardos y que lo que le hizo refugiarse en el interior
de las Casas Consistoriales fueron disparos de fusil.
Contestando a las defensas, el
Blanes añadió que sabía que la entrada al Ayuntamiento era pública y que al
pasar por la calle aquella mañana no se enteró de que ías tropas hubiesen
declarado el estado de guerra en Tarrasa. También afirmó que le constaba que
varios de los procesados que le citó uno de los defensores no habían tomado
parte en la revuelta motivo de la causa.
—¿Es que conoce o conocía usted a
estos procesados?—le preguntó el fiscal refiriéndose a los mismos que había
citado el defensor.
—No, señor; no los
conozco—contestó el procesado.
Después fue Interrogado por el
fiscal el procesado Benito Cadenas, quien dijo que al salir del cine la noche
del 14 al 15 de febrero y al pasar por delante del Ayuntamiento dos individuos
pistola en manó le obligaron a penetrar en el interior del edificio municipal,
y que una vez en el interior vio a muchos otros individuos armados, pero que a
él no le obligaron a hacer nada, ni tomar parte voluntariamente en los hechos
que cometieron los que allí estaban.
El fiscal solicitó que fuera
leída la declaración de este procesado, donde se dice que había sido llamarlo y
no obligado por dos individuos que le invitaron a entrar en las Casas
Consistoriales.
Añadió que escondido en una
habitación estuvo hasta que entraron las fuerzas del Ejército y le detuvieron.
Contestando a las preguntas de
las defensas, el procesado manifestó que no intentó volver a salir del
Ayuntamiento porque se exponía a ser herido por los disparos que hacía la
Guardia civil.
Como los otros dos procesados
antes citados, Benito Cadenas dijo que no era cierto que desde fuera del
edificio del Ayuntamiento se hicieran señales intimando a los revoltosos a que
se rindieran, ni estos las hicieron demostrando deseos de rendirse.
Además, manifestó que junto con
las fuerzas del Ejército que ocuparon el Ayuntamiento entró por la puerta
principal mucha gente, que nada tenia que ver con los sucesos, y que, en
cambio, por la parte trasera del edificio pudieron huir los verdaderos
culpables del intento de rebelión.
Terminado el interrogatorio de
este procesado, el presidente suspendió el Consejo a las siete, y media para
ser reanudado hoy, a las diez de la mañana.
El público desocupó la Sala y
desfiló de la Cárcel sin que ocurriese ningún incidente digno de mención.
Algunos grupos que se formaron a
la salida frente a la cárcel, comentando el curso del juicio, fueron disueltos
a indicación de los guardias de Seguridad y Guardia civil que prestaban
servicio de vigilancia.
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