ASPECTOS
CATALANES
La atracción del campo, como anticipo de bienestar
y de libertad, es la característica de los obreros y clase media de Cataluña
Los catalanes—incluyendo en esta denominación a
todos los ciudadanos que residen en Cataluña—tienen de las fiestas, y sobre
todo de las fiestas populares y tradicionales, un concepto que no suelen tener
de ellas los habitantes de otras regiones.
Un día de fiesta—el Jueves Santo, Pascua de
Resurrección o de Pentecostés o el 1º de Mayo—se celebra de un modo especial.
Generalmente, se dedica al campo. Y con tal motivo se realiza una excursión que
dura toda la jornada.
En Cataluña, las manifestaciones políticas o
sociales terminan o van seguidas de una salida al campo para respirar a pleno
pulmón, y comer, o merendar, al aire libre, a la sombra de los pinos o de las
grandes arboledas. En las fiestas de Pascua de Resurrección y de Pentecostés,
al día siguiente de haber cantado los numerosísimos coros las tradicionales
caramelles por las calles de las ciudades y pueblos y, desde luego, ante las
casas de las representaciones de la autoridad y de las personas de más
prestigiosa relación con los organizadores de las entidades corales y de sus
componentes, éstas se .dirigen al campo—a las montañas inmediatas a su punto de
residencia, o a los alrededores de los ríos o junto al mar correctamente
.formados y precedidos de una banda de tambores y cornetas o acompañados de una
banda de música. Y regresan de la excursión en la misma forma.
Realmente, es un contrasentido que un pueblo
individualista y rebelde, dentro de la disciplina de la libertad y la
democracia, sienta una instintiva inclinación a las formaciones de tono
militar, que entrañan el desfile de los coros, para ir al campo a hacer una comilona
y a pasar un día alegre y divertido.
Como en las demás fiestas, pues, como en los días
de asueto, este año, el 1º de Mayo, la mayoría de los trabajadores y sus
familiares y muchísimas familias de la clase media han salido al campo. Sin
ningún medio de locomoción ni de transporte en la ciudad—lo que resulta un poco
molesto hasta para los mismos obreros, y exagerado—más que los Metros y los
trenes eléctricos que conducen a la montaña: a las Planas, a Vallvidrera, a San
Cugat, a Rubí, o los del Norte que van a Moncada, Sabadell, Tarrasa y Manresa,
los excursionistas han atravesado la gran urbe de parte a parte, unos, o han
recorrido cortos trayectos, otros, para embutirse, apretujados, en los citados
trenes, y trasladarse a largas distancias para estar más alejados de la ciudad,
o han ido a la montaña de Montjuich, o a las de Horta, con sus cestos repletos
de viandas, sus paquetes con todo lo necesario para pasar el día fuera y con
sus garrafones o botas de vino para, ayudar a bien comer.
Del mismo modo que en la mayor parte de las fiestas
y no pocos domingos—aunque con más afluencia de gente—, los catalanes, y más
concretamente los barceloneses, han pasado un día más en el campo respirando el
aire puro de los pinares, el aroma de la retama y del romero y en un ambiente
de alegría, de satisfacción y de fraternidad. Las excursiones a la monta- ña (a
las montañas que rodean a Barcelona) constituyen una de las notas más
simpáticas y características de nuestros obreros y artesanos. Ellos no dejan de
cumplir sus deberes ciudadanos; pero una vez lo han hecho, be dirigen enseguida
al campo, como para sacudirse el peso de la atmósfera viciada de las grandes
ciudades. Consideran el campo como un anticipo del bienestar y de la libertad,
por los que tanto luchan y sufren.
CLAUDIO FERRAN
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