viernes, 13 de abril de 2012

La Vanguardia, Edición del miércoles, 07 julio 1920, página 6

EN TARRASA
Fuga de presos

De la cárcel de Tarrasa se fugaron en las primeras horas de la madrugada de ayer, trece de los treinta presos que se hallaban en aquel establecimiento.

Parece ser que la cárcel de Tarrasa tiene pésimas condiciones de seguridad y falta personal para ejercer la vigilancia, por lo que habrá sido relativamente fácil a los presos preparar y realizar la fuga.

Según los datos que tenemos a la vista, en la cárcel de Tarrasa hay generalmente de 25 a 40 presos y para vigilarlos solamente se disponía de un director y de un vigilante, hasta que en 30 de mayo último falleció casi repentinamente el director y se encargó interinamente de todo el servicio, el vigilante don Indalecio Ortego, anciano de 70 años de edad, con 42 de servicios al Estado.

El señor Ortego, al fallecer el jefe, dirigió un telegrama al director general de Prisiones y una comunicación al presidente de la Audiencia y otra al director de la prisión celular de Barcelona como inspector de la región, rogando que sin pérdida de tiempo le enviase un jefe, pues él, por su avanzada edad y por las malas condiciones de la cárcel, no podía responder de la seguridad de los presos.

Como consecuencia de este telegrama y estas comunicaciones fue nombrado a mitad del mes pasado el sustituto del jefe fallecido, si bien no ha tomado posesión de su cargo.

La vigilancia de la cárcel continuaba, pues, encomendada al anciano señor Ortego y a una pareja de la guardia civil que pernoctaba en el edificio, por si se consideraba necesario su auxilio.

Anteanoche el señor Ortego recorrió los dormitorios y todas las dependencias, no observando nada anormal, y por la mañana se dirigió al patio en donde están las entradas de los dormitorios y vio que dos de ellos tenían las puertas abiertas de par en par y las cerraduras fracturadas.

Durante la noche no se había oído ruido alguno extraño.

El señor Ortego, presa de la mayor angustia, salió al vestíbulo y enteró a los guardias de lo que ocurría. Reconocidos los dormitorios se vio que faltaban los siete presos que dormían en el primer departamento de la izquierda y los seis que lo hacían en el primero de la derecha. De aquéllos, cuatro estaban procesados por el atentado contra el juez, de instrucción señor Embún y tres por la explosión de una bomba en los salones del Casino «Reed-Rom» y de los últimos cinco lo estaban por robo o hurto y uno por una estafa de 30.000 pesetas a la sucursal del Banco de Tarrasa en Manresa.

En los otros dos dormitorios de la planta baja del mismo patio, hallábanse otros 17 presos que, sin duda por falta de tiempo, no habían corrido la misma suerte que sus demás compañeros.

Practicado un reconocimiento en los dormitorios vacíos, fueron encontradas dos grandes tenazas, dos tijeras de no menores dimensiosiones y dos palanquetas. Con estas herramientas los presos hicieron saltar por dentro parte de la plancha de hierro que recubre las puertas de los dormitorios y una vez conseguido ésto arrancaron las cerraduras y luego abrieron un boquete por donde pasaron el brazo y descorrieron el cerrojo que hay en la parte exterior.

Una vez en el patio se encaramaron por una tapia recayente al pequeño jardín del convento, y puestos tal vez unos sobre otros subieron a la terraza del piso superior de la cárcel, y por una de las rejas de la nueva ala del hospital subieron al tejado del mismo, que recorrieron en toda, su extensión. Descolgáronse por la parte opuesta valiéndose de unas fajas atadas una a otra hasta el tejado de un pequeño edificio situado en la parte posterior, saltando a los campos.

Para violentar las planchas de hierro de las puertas y las cerraduras, debieron indefectiblemente de hacer ruido los fugados; pero se cree que aprovecharon la ocasión de dispararse a las dos de la madrugada una gran traca en el paseo, a las puertas mismas de la cárcel, para que aquellos ruidos se confundieran con las detonaciones de los petardos, pues de otra forma tenían que haberlo oído la pareja de la guardia civil, el director interino y su familia, que dormían a pocos metros de distancia de los calabozos que sirven de dormitorio.

En la cárcel se han estado efectuando obras y es posible que las herramientas que para ellas servían, hayan sido aprovechadas por los presos para preparar la evasión.

Los presos fugados son los siguientes:

Vicente Buenaventura Martín, de 26 años; Antonio Saborido Fuentes, de 22; José Dalmau Montí, de 24; y Joaquín Benages Cabré, de 19, procesados por el atentado contra el juez señor Ximénez de Embun; Miguel Vallespir Estradas, de 19 años, Blas Tous Figueras de 21, y Antonio Valulls Castells, de 25, que lo están, por la bomba del Casino Reed-Rom; Bernardo Vallespir Miet, de 33 años; Antonio Vila Franquesa, de 21; Felipe Moreno Runia, de 32; Cosme Fernández Rubí de 18, y Simeón Baltá Torné, de 20, procesados por hurto o robo, y José Casanovas Muns, de 38, autor de la estafa en la sucursal del Banco de Tarrasa.

El somatén y la guardia civil salieron en persecución de los fugitivos en cuanto se tuvo la noticia del suceso, pero sus gestiones resultaron, de momento, inútiles.

Las autoridades continúan activamente las pesquisas para dar con el paradero de los presos fugados.

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