ACTUALIDAD
POLÍTICA
Un
manifiesto de D. Alfonso Sala
Dando cuenta de su retirada de la política, el diputado
por Tarrasa don Alfonso Sala, publicó ayer el documento siguiente:
A MIS ELECTORES
Próximo a terminar el
mandato que hace dos años me confiasteis por decimocuarta vez, otorgándome
vuestra, representación en las Cortes que, en catorce elecciones generales he venido
ostentando:, creo de mi deber, antes de entrar de hecho en el período electoral
que se avecina, dirigirme a los amigos que en un espacio de treinta años han
venido con tal constancia dándome sus sufragios, para exponerles mi situación y
mi estado de ánimo, después de los últimos y trascendentales sucesos que se han
desarrollado en el Parlamento.
Fui, como sabéis, elegido
por el Congreso para formar parte de la Comisión que procedió al estudio del expediente
instruido por el ilustre general Picasso, con motivo del derrumbamiento de la Comandancia de
Melilla, para estos tres objetos:
Primero.—Si del estudio de
dicho expediente se deducían responsabilidades ministeriales.
Segundo,-—Si en la
actuación y tramitación de las causas incoadas o que debieran incoarse por
virtud de dicho expediente, los tribunales militares habían procedido con
aquella diligencia que la gravedad de los sucesos requería y con aquella
rapidez, que es atributo del fuero militar en su especial jurisdicción.
Y tercero.—Cuáles fuesen
las enseñanzas que para el porvenir procedía señalar al Congreso como órgano
legislativo de la Nación.
Compuesta aquella Comisión
por 21 diputados, representantes de todos los sectores de la Cámara, se nombró de su
seno una Ponencia de 5, y fuí designado miembro de dicha Ponencia. En el
reparto de los trabajos de la
Ponencia, resulté adscrito, con otro querido compañero, al
primero de los expresados objetos, o sea: al estudio del expediente Picasso, en
relación a las responsabilidades ministeriales. Tarea la más ardua, difícil y
delicada, a la que me consagré con toda mi voluntad, pero también con toda mi
conciencia. Y aunque lo he dicho ante el Parlamento, croo de mi deber repetirlo
aquí ante mis electores, ante los que me han confiado su representación en
tantas legislaturas, que, del estudio que he hecho de ese admirable expediente,
destinado a formar época en los anales de la Historia contemporánea, he
sacado la intensa, la profunda convicción que del mismo se desprendan responsabilidades
ministeriales por negligencias inexcusables, por abandonos inconcebibles, por
hechos y actos que, si bien no están taxativamente definidos en los Códigos y
no caben, por deficiencias de las leyes, en sanción jurídica, entran de lleno,
en la conciencia de cualquiera que examine el expediente, sin influencias
personales, ni miras partidistas de ninguna clase, que no caben en materias tan
graves y delicadas, correspondiendo, por tanto, a esas negligencias,
imprevisiones y abandonos una sanción política que, con la propuesta que yo
firmé, cristalizaba en un voto de censura
a los ministros responsables que llevaba consigo la inhabilitación para cargos públicos,
siempre que el país, supremo juez en responsabilidades de esta índole,
sancionase y prolongase esa inhabilitación.
Estamos, queridos
electores míos, en uno de los momentos más solemnes y más críticos de la
historia de España.
Yo creo, dado los
procedimientos que ese vienen adoptando en esta cuestión, que sólo triunfará el desdichado propósito de
lograr la impunidad de los responsables, infiriéndose, con ello, al país, un
gran estrago moral.
En pocas horas ha devorado
dos gobiernos y provocado una disolución de Cortes, y preveo claramente que,
sacado el problema de los cauces de la Justicia, producirá hondas convulsiones, de
efectos tales, que, tras el derrumbamiento de la Comandancia de.
Melilla, podrán venir otros derrumbamientos de cosas y de instituciones que yo
siempre defendí.
Y es que en el país hay
ansia de justicia, y es que el pueblo, que ha dado a torrentes su sangre y ha
soportado con entereza y resignación todos los sacrificios que los gobiernos le
han impuesto para lavar la afrenta de África, tiene derecho a que se le diga la
verdad sobre lo sucedido en Abarrán y en Annual y a que se castigue a los
culpables, conscientes o inconscientes, de la mayor de las vergüenzas por las
que haya pasado ningún pueblo.
Y, ¿cómo podrá hacerse la
justicia, si no se castiga a los de arriba? ¿Con qué derecho se podrá acusar de lentitud o de
lenidad a los tribunales militares, encargados de juzgar a infelices oficiales
y soldados, si el Senado entretiene el suplicatorio, pedido por el Consejo Supremo
de Guerra y Marina, para procesar
al alto comisario y el
Congreso da el espectáculo que acabamos de presenciar cuando se intenta la
sanción política contra ministros responsables?
Es siempre vituperable que
se juegue a política con los intereses del país; pero cuando este juego se
refiere a asuntos en cuyo fondo palpita el recuerdo de catástrofes que
ocasionaron millares de víctimas, la maniobra es criminal.
Decía en una parte de mis
apuntes sometidos a la
Ponencia y que textualmente se transcribieron en el preámbulo
del dictamen: «que el desastre ocurrido en; Marruecos en julio de 1921, es el desgarrón del velo que
pone de manifiesto el cáncer que corroe a la política española en todos los
órdenes, en el político, en el militar, en el económico, poniendo en verdadero
peligro a la Patria»
y añadía: «hemos llevado allí los perniciosos gérmenes de una política nefasta
que aquí esteriliza las fuerzas y energías nacionales y que allí nos causa un
gran daño, porque pone en evidencia, ante el mundo civilizado, nuestra funesta e
imprevisora negligencia...» Y esto mismo cabe decir ante el espectáculo que
acaban de dar las Cámaras, con motivo de las discusiones sobre las
responsabilidades y el suplicatorio para procesar al alto comisario de España en
Marruecos.
Asuntos tan graves y tan
delicados, en los que sólo debía imperar la serenidad, la sinceridad y la
justicia, convertidos en miserias personales o de partido, en los que unos iban
a sancionar jefaturas y otros a derribar gobiernos, dándose el caso de súbitas
conversiones para retirar firmas y entrar en combinaciones políticas del más
bajo bizantinismo, con miras más o menos embozadas, o disimuladas a la más
descarada impunidad.
A la vista de este
repugnante espectáculo y temiendo presente en mi espíritu la magnitud de la
catástrofe, llegué a pensar en la renuncia de mi acta, para salir de aquella
atmósfera política asfixiante y respirar, entre vosotros, el puro ambiente de la Patria. Llegué incluso
a redactar el documento que transcribo a continuación:
«Excmo. Sr. Presidente del
Congreso de los Diputados:
Excmo. Sr.: El espectáculo
político que se viene dando ante el país con motivo de las responsabilidades ministeriales
que se deducen del expediente instruido por el ilustre general Picasso para
investigar las causas de la horrenda catástrofe Abarrán-Annual, ha impresionado
mi ánimo de tal modo y lo ha deprimido a tal extremo, que he formado la
resolución de retirarme de la política.
Tengo, pues, el
sentimiento de elevar a V E. la renuncia de mi acta de diputado y acompaño el
carnet de libre circulación, rogándole se sirva dar cuenta de esta mi renuncia en
la primera sesión del Congreso.
Dios guarde a V. E. muchos
años.
Palacio del Congreso, 5
diciembre 1922.
Alfonso Sala.
Cuando me disponía a
cursar mi renuncia, sobrevino o! formidable escándalo en el Congreso, que acabó
con aquel gobierno, y la anunciada disolución de las Cortes viene a hacer
innecesaria su presentación.
Desligado de todo partido
político, sólo a vosotros, mis queridos electores del distrito de Tarrasa, debo
estas explicaciones y las razones de mi resolución de retirarme de la política.
Es que tengo la convicción
de la inutilidad de mis trabajos y de mis esfuerzos, que aunque muy modestos,
los he venido prestando, desde tantos años, con toda mi buena voluntad a falta
de otras dotes intelectuales, al servicio de mi país y de mi Patria.
En esto candente asunto de
las responsabilidades se va por varios caminos a la escandalosa impunidad.
Si al menos el nuevo
gobierno, antes de pensar en la disolución de las actuales Cortes, acudiese a
ellas para obtener del Senado el suplicatorio pedido por el Consejo Supremo de
Guerra y Marina para procesar al alto comisario que fue de España en Marruecos
cuando ocurrió la catástrofe, y del Congreso la votación de la Ponencia de las
responsabilidades ministeriales, sea cual fuese el resultado de la votación, se
hubiera demostrado ante el país que, por encima de toda política, priva hoy en España
el gran problema de las responsabilidades, abierto con el expediente del
general Picasso; de otra suerte, tras el forzoso y peligroso aplazamiento que
representa, se deja, tan delicado y profundo problema, a la lucha candente
electoral, propenso a todas las combinaciones y a todas las componendas.
Me retiro, pues, de la
política, para convivir con vosotros la vida sana de] trabajo, en la que se
pueden prestar también los más grandes servicios a la patria.
Y como he de convivir con
vosotros, mis queridos electores y paisanos, inútil es deciros que hallaréis en
mí todos, altos y bajos, obreros y patronos, al que hasta ahora ha sido vuestro
diputado y será siempre vuestro amigo, agradecido profundamente a la confianza que
le habéis dispensado, al abnegado concurso y desinteresado apoyo que, en días difíciles
y de lucha le habéis prestado y
que no aspira más sino a ser, entre vosotros, acalladas nuestras luchas y
disensiones, un ciudadano más, dispuesto a trabajar siempre por Tarrasa, por
Cataluña y por España.—Alfonso Sala.—Tarrasa,
8 diciembre 1922.»