sábado, 22 de junio de 2013

La Vanguardia, Edición del martes, 12 diciembre 1922, página 5


ACTUALIDAD POLÍTICA

Un manifiesto de D. Alfonso Sala


Dando cuenta de su retirada de la política, el diputado por Tarrasa don Alfonso Sala, publicó ayer el documento siguiente:

A MIS ELECTORES

Próximo a terminar el mandato que hace dos años me confiasteis por decimocuarta vez, otorgándome vuestra, representación en las Cortes que, en catorce elecciones generales he venido ostentando:, creo de mi deber, antes de entrar de hecho en el período electoral que se avecina, dirigirme a los amigos que en un espacio de treinta años han venido con tal constancia dándome sus sufragios, para exponerles mi situación y mi estado de ánimo, después de los últimos y trascendentales sucesos que se han desarrollado en el Parlamento.

Fui, como sabéis, elegido por el Congreso para formar parte de la Comisión que procedió al estudio del expediente instruido por el ilustre general Picasso, con motivo del derrumbamiento de la Comandancia de Melilla, para estos tres objetos:

Primero.—Si del estudio de dicho expediente se deducían responsabilidades ministeriales.

Segundo,-—Si en la actuación y tramitación de las causas incoadas o que debieran incoarse por virtud de dicho expediente, los tribunales militares habían procedido con aquella diligencia que la gravedad de los sucesos requería y con aquella rapidez, que es atributo del fuero militar en su especial jurisdicción.

Y tercero.—Cuáles fuesen las enseñanzas que para el porvenir procedía señalar al Congreso como órgano legislativo de la Nación.

Compuesta aquella Comisión por 21 diputados, representantes de todos los sectores de la Cámara, se nombró de su seno una Ponencia de 5, y fuí designado miembro de dicha Ponencia. En el reparto de los trabajos de la Ponencia, resulté adscrito, con otro querido compañero, al primero de los expresados objetos, o sea: al estudio del expediente Picasso, en relación a las responsabilidades ministeriales. Tarea la más ardua, difícil y delicada, a la que me consagré con toda mi voluntad, pero también con toda mi conciencia. Y aunque lo he dicho ante el Parlamento, croo de mi deber repetirlo aquí ante mis electores, ante los que me han confiado su representación en tantas legislaturas, que, del estudio que he hecho de ese admirable expediente, destinado a formar época en los anales de la Historia contemporánea, he sacado la intensa, la profunda convicción que del mismo se desprendan responsabilidades ministeriales por negligencias inexcusables, por abandonos inconcebibles, por hechos y actos que, si bien no están taxativamente definidos en los Códigos y no caben, por deficiencias de las leyes, en sanción jurídica, entran de lleno, en la conciencia de cualquiera que examine el expediente, sin influencias personales, ni miras partidistas de ninguna clase, que no caben en materias tan graves y delicadas, correspondiendo, por tanto, a esas negligencias, imprevisiones y abandonos una sanción política que, con la propuesta que yo firmé, cristalizaba en un voto de censura a los ministros responsables que llevaba consigo la inhabilitación para cargos públicos, siempre que el país, supremo juez en responsabilidades de esta índole, sancionase y prolongase esa inhabilitación.

Estamos, queridos electores míos, en uno de los momentos más solemnes y más críticos de la historia de España.

Yo creo, dado los procedimientos que ese vienen adoptando en esta cuestión,  que sólo triunfará el desdichado propósito de lograr la impunidad de los responsables, infiriéndose, con ello, al país, un gran estrago moral.

En pocas horas ha devorado dos gobiernos y provocado una disolución de Cortes, y preveo claramente que, sacado el problema de los cauces de la Justicia, producirá hondas convulsiones, de efectos tales, que, tras el derrumbamiento de la Comandancia de. Melilla, podrán venir otros derrumbamientos de cosas y de instituciones que yo siempre defendí.

Y es que en el país hay ansia de justicia, y es que el pueblo, que ha dado a torrentes su sangre y ha soportado con entereza y resignación todos los sacrificios que los gobiernos le han impuesto para lavar la afrenta de África, tiene derecho a que se le diga la verdad sobre lo sucedido en Abarrán y en Annual y a que se castigue a los culpables, conscientes o inconscientes, de la mayor de las vergüenzas por las que haya pasado ningún pueblo.

Y, ¿cómo podrá hacerse la justicia, si no se castiga a los de arriba? ¿Con qué derecho se podrá acusar de lentitud o de lenidad a los tribunales militares, encargados de juzgar a infelices oficiales y soldados, si el Senado entretiene el suplicatorio, pedido por el Consejo Supremo de Guerra y Marina, para procesar
al alto comisario y el Congreso da el espectáculo que acabamos de presenciar cuando se intenta la sanción política contra ministros responsables?

Es siempre vituperable que se juegue a política con los intereses del país; pero cuando este juego se refiere a asuntos en cuyo fondo palpita el recuerdo de catástrofes que ocasionaron millares de víctimas, la maniobra es criminal.

Decía en una parte de mis apuntes sometidos a la Ponencia y que textualmente se transcribieron en el preámbulo del dictamen: «que el desastre ocurrido en; Marruecos en julio de 1921, es el desgarrón del velo que pone de manifiesto el cáncer que corroe a la política española en todos los órdenes, en el político, en el militar, en el económico, poniendo en verdadero peligro a la Patria» y añadía: «hemos llevado allí los perniciosos gérmenes de una política nefasta que aquí esteriliza las fuerzas y energías nacionales y que allí nos causa un gran daño, porque pone en evidencia, ante el mundo civilizado, nuestra funesta e imprevisora negligencia...» Y esto mismo cabe decir ante el espectáculo que acaban de dar las Cámaras, con motivo de las discusiones sobre las responsabilidades y el suplicatorio para procesar al alto comisario de España en Marruecos.

Asuntos tan graves y tan delicados, en los que sólo debía imperar la serenidad, la sinceridad y la justicia, convertidos en miserias personales o de partido, en los que unos iban a sancionar jefaturas y otros a derribar gobiernos, dándose el caso de súbitas conversiones para retirar firmas y entrar en combinaciones políticas del más bajo bizantinismo, con miras más o menos embozadas, o disimuladas a la más descarada impunidad.

A la vista de este repugnante espectáculo y temiendo presente en mi espíritu la magnitud de la catástrofe, llegué a pensar en la renuncia de mi acta, para salir de aquella atmósfera política asfixiante y respirar, entre vosotros, el puro ambiente de la Patria. Llegué incluso a redactar el documento que transcribo a continuación:

«Excmo. Sr. Presidente del Congreso de los Diputados:

Excmo. Sr.: El espectáculo político que se viene dando ante el país con motivo de las responsabilidades ministeriales que se deducen del expediente instruido por el ilustre general Picasso para investigar las causas de la horrenda catástrofe Abarrán-Annual, ha impresionado mi ánimo de tal modo y lo ha deprimido a tal extremo, que he formado la resolución de retirarme de la política.

Tengo, pues, el sentimiento de elevar a V E. la renuncia de mi acta de diputado y acompaño el carnet de libre circulación, rogándole se sirva dar cuenta de esta mi renuncia en la primera sesión del Congreso.

Dios guarde a V. E. muchos años.

Palacio del Congreso, 5 diciembre 1922.
Alfonso Sala.

Cuando me disponía a cursar mi renuncia, sobrevino o! formidable escándalo en el Congreso, que acabó con aquel gobierno, y la anunciada disolución de las Cortes viene a hacer innecesaria su presentación.

Desligado de todo partido político, sólo a vosotros, mis queridos electores del distrito de Tarrasa, debo estas explicaciones y las razones de mi resolución de retirarme de la política.

Es que tengo la convicción de la inutilidad de mis trabajos y de mis esfuerzos, que aunque muy modestos, los he venido prestando, desde tantos años, con toda mi buena voluntad a falta de otras dotes intelectuales, al servicio de mi país y de mi Patria.

En esto candente asunto de las responsabilidades se va por varios caminos a la escandalosa impunidad.

Si al menos el nuevo gobierno, antes de pensar en la disolución de las actuales Cortes, acudiese a ellas para obtener del Senado el suplicatorio pedido por el Consejo Supremo de Guerra y Marina para procesar al alto comisario que fue de España en Marruecos cuando ocurrió la catástrofe, y del Congreso la votación de la Ponencia de las responsabilidades ministeriales, sea cual fuese el resultado de la votación, se hubiera demostrado ante el país que, por encima de toda política, priva hoy en España el gran problema de las responsabilidades, abierto con el expediente del general Picasso; de otra suerte, tras el forzoso y peligroso aplazamiento que representa, se deja, tan delicado y profundo problema, a la lucha candente electoral, propenso a todas las combinaciones y a todas las componendas.

Me retiro, pues, de la política, para convivir con vosotros la vida sana de] trabajo, en la que se pueden prestar también los más grandes servicios a la patria.

Y como he de convivir con vosotros, mis queridos electores y paisanos, inútil es deciros que hallaréis en mí todos, altos y bajos, obreros y patronos, al que hasta ahora ha sido vuestro diputado y será siempre vuestro amigo, agradecido profundamente a la confianza que le habéis dispensado, al abnegado concurso y desinteresado apoyo que, en días difíciles y de lucha le habéis prestado y que no aspira más sino a ser, entre vosotros, acalladas nuestras luchas y disensiones, un ciudadano más, dispuesto a trabajar siempre por Tarrasa, por Cataluña y por España.—Alfonso Sala.—Tarrasa, 8 diciembre 1922.»

No hay comentarios: