Preparativos
En esta
población las calles estaban animadísimas desde muy temprano. La visita de SS.
MM. había despertado gran entusiasmo.
Todos los
balcones, incluso los de los barrios más apartados, por donde no habían de pasar
los Reyes, lucían vistosas colgaduras. En los centros oficiales ondeaba el
pabellón nacional.
De los
árboles del paseo principal pendían gallardetes, formando una especie de arco triunfal,
y en los troncos de los mismos se veían numerosas banderitas cruzadas.
La
mayoría de las fábricas concedieron fiesta a los trabajadores para que los que
quisiesen acudieran a recibir a SS. MM. y unirse a la manifestación de
simpatía, contribuyendo esto a que fuera grandiosa la concurrencia en las
calles.
La entrada
La regia
comitiva llegó a Tarrasa a las tres y cuarto de la tarde, pasando por el paseo y
por las calles de Fuente Vieja, San Pablo, del Teatro, Norte y San Leopoldo y
paseo del 22 de Julio, dirigiéndose a la finca «Can Amat», propiedad de don
Alfonso Sala, donde estaba preparado el banquete a SS. MM.
En las
calles del trayecto los Reyes fueron continuamente vitoreados. Las ovaciones se
sucedían sin interrupción. El público se agolpaba en las aceras para ver pasar
la comitiva regia.
En el
primer auto, al llegar a Tarrasa, iban el Rey, el marqués de Bendaña y la
duquesa de San Carlos.
En el
segundo, iban la Reina,
el alcalde de Tarrasa don Pedro Ribas y el marqués de Viana.
En «Can
Amat» les esperaba don Alfonso Sala con su distinguida esposa, doña Mercedes Amat
y sus hijos y los señores obispo de Vich, doctor Muñoz; el diputado provincial don
Dionisio Conde, el prior de Tarrasa doctor Molera, don José María Milá y Camps,
barón de Viver, el delegado gubernativo de Tarrasa don Jorge Villamide, el juez
de Instrucción de Tarrasa y don Gregorio Burgués; el comandante militar de
Tarrasa la señorita Marucho Miláns del Bosch, señora de Lossada, condesa de
Güell, conde de Güell, el marqués de Marianao, el alcalde de Barcelona, conde
de Fígols, marqués de Torres de Mendoza, doña Emilia Sala de Izaguirre, doctor Sacarino
de Izaguirre, don Benito Badrinas, doña Ana Sala de Badrinas, doña Descensión Sala,
viuda de Viver; doña Pilar Sala, viuda de Cantó; doña Luisa Montset, viuda de
Amat; el diputado don Agustín Armengol y los generales del Directorio señores
Muslera, Gómez
Jordana y
Vallespinosa, y don Pedro Pujol.
En el
balcón principal de la finca, que estaba espléndidamente adornada, ondeaba el pendón
morado de la casa real.
El banquete
Después
de las presentaciones de rúbrica y de unos minutos de descanso, dió comienzo el
banquete en uno de los amplios salones de la casa.
En la
mesa principal había dos presidencias que ocuparon el Rey y la Reina.
A la
derecha del Rey se sentaran doña Mercedes Amat de Sala, el obispo de Vich,
doctor Muñoz; doña Cecilia Borbón, el general Milans del Bosch, el gobernador
civil de Barcelona, general Lossada; el vicealmirante señor Barrera y el
alcalde de Tarrasa, y a su izquierda, la duquesa de San Carlos, el general Barrera
y el marqués de Viana,
A la
derecha de la Reina,
en el sitio que estaba destinado el príncipe de Asturias, se sentó el señor
Sala, la condesa de Güell, el general Vallespinosa, el conde de Güell y el general
Gómez Jordana, y a su izquierda, el general Primo de Rivera, doña Raimunda Baduell
de Lossada, el marqués de Marianao y el conde de Fígols y el barón de Viver.
En mesas
a la americana tomaron asiento para al banquete el marqués de Torres de Mendoza,
secretario particular del Rey, los tenientes coroneles Dóriga y Elizalde, don Dionisio
Conde, el prior arcipreste de Tarrasa don José Molera, el delegado gubernativo don
Jorge Villamide, don José María Milá y Camps, don Agustín Armengol, el juez de instrucción
don Gregorio Burgués, el comandante militar señor López, el doctor don
Severiano de Izaguirre, hijo político del señor Sala, don Gabriel Fonrodona,
doña Emilia Sala de Izaguirre, los hijos de don Alfonso Sala, don Antonio y don
José y sus bellísimas hijas Carmen, María, Pilar y Paulina, doña Marichu Milans
del Bosch, don Benito Badrinas con su señora doña Ana Sala, doña Pilar Sala
viuda de Viver y doña, Luisa Montsech viuda de Amat.
Después
del almuerzo se trasladaron todos al jardín, donde tomaron café,
distribuyéndose en varias mesitas. Ante una de ellas tomaron asiento la Reina, el marqués de Estella,
la señora de Sala, el señor Milá, señor Villamide, barón de Viver y el conde de
Falces de Ebro.
Ante otra
se acomodaron el Rey, el señor Sala, don Pedro Pujol, el general Barrera y el
señor Badrinas.
En otras
se colocaron las señoras de Lossada y Álvarez de la Campa, con sus esposos, el
mayordomo de semana, señor Adrián del Rey, el secretario de S. M. don Emilio María
de Torres, marqués de Torre Mendoza, teniente coronel Ribas, teniente coronel señor
Martínez, ayudante del gobernador, comandante militar de Tarrasa, temiente coronel
señor López Doménech, don Gregorio Busqués, juez de primera instancia del
partido, don Federico Turell, ingeniero director de Obras públicas de la Mancomunidad, don Jaime
Fontrodona, don José López Acebo, caballerizo de campo de S. M. y los restantes
concurrentes al banquete.
Una
orquesta escondida entre las frondas amenizó el acto con selectas composiciones
El señor Sala, leyó a S. M. una poesía del rector de Matadepera.
Momentos
después llegaron las demás autoridades entre las que figuraban el gentilhombre señor
Martí Ventosa, el diputado don Antonio Robert, el cabo de los somatenes del partido,
señor Torrens; el delegado gubernativo, teniente coronel señor Villamide y
otras.
El señor
Sala hizo las presentaciones y Su Majestad conversó con todos amablemente, hasta
que el general Primo de Rivera recordó que se hacía tarde para concurrir a los restantes
actos.
Pasaron
al hall donde se despidieron, entregando las hijas del señor Sala a S. M. la Reina un bellísimo ramo de
flores envueltas en gasa azul.
Recepción en el Ayuntamiento
Desde
«Can Amat», se dirigieron Sus Majestades al Ayuntamiento, atravesando los automóviles
difícilmente las calles que estaban completamente llenas de público. Entre entusiastas
aclamaciones llegaron a las Casas Consistoriales, frente a las duales formaba una
sección de la Cruz Roja,
con bandera y banda de cornetas.
Al llegar
Sus Majestades, la banda «Principal» y la de la Cruz Roja, entonaron la Marcha Real.
Fueron
recibidos por el Ayuntamiento en pleno, presidido por el alcalde don Pedro Riba,
los tenientes de alcaldes señores Utset, Ventalló, Vives, Durán y Esmerats y el
secretario don Rafael Llofriu.
Una vez
en el salón de sesiones, el alcalde de Tarrasa leyó el siguiente discurso de
salutación:
Señor:
Señora:
Ningún
honor más alto podíais dispensar a vuestra leal ciudad de Tarrasa, que el de
dignaros compartir con ella unas horas, preciosas para nosotros, de este
triunfal viaje que por tierras catalanas realizáis.
Al
cumplir el honroso encargo de anticiparos en nombre de mis conciudadanos, con
su bienvenida entusiasta que pronto estallará en jubilosas aclamaciones, la
seguridad del entrañable afecto, de la devota veneración y del rendido
vasallaje que por Vuestras Reales Majestades siente el pueblo de Tarrasa, la emoción
del momento pone temblor en mis palabras y sólo admite pueda ofreceros el ritmo
acelerado de nuestros corazones, expresión inarticulable del alma española
cuando canta o reza a sus grandes amores nacionales, que rezo y canto a la vez
es ahora el murmullo que asciende de los nuestros.
Y pues
que es costumbre inveterada en los pueblos de vuestra monarquía que al ser
visitados por sus Reyes y acudir a rendirles pleito-homenaje, es esmeren, a
cual más, en ofrendarles sus mejores galas y sus más ricas preseas, invocando
los títulos gloriosos que mejor les acreditan cerca de la Majestad Real para
merecer su especial benevolencia, permitid, Augustas Majestades, que en este solemne
instante verdaderamente histórico en los fastos de Tarrasa, su primer
magistrado municipal, sintiéndose poseído del legítimo orgullo propia de quien
sabe puede brindar a sus Reyes una joya única e indisputable, ante los
esplendores, de la cual han de palidecer todas las demás que os ofrezcan los
pueblos hermanos, levante con arrogancia patricia mi frente ante la España que simbolizáis y
rememore que la ciudad de Tarrasa es la que ha dado a España y a Vuestra
Monarquía un don Alfonso Sala, cuyo nombre, grande y sonoro me permito
pronunciar sin calificativos de elogio, en gracia a no querer empañar con el olvido
de uno sólo, el valor purísimo de quien los merece todos de su patria y sin
duda de sus Reyes.
Y esta es
ocasión que aprovecho gustosísimo para expresaros en nombre de la ciudad su
profundo reconocimiento por la alta estima en que tenéis a un hijo tan
predilecto suyo, y por las distinciones y mercedes de que tantas veces le
habéis hecho objeto preferente.
Bienvenido
seáis a vuestra ciudad y casa, augusto Soberano, en quien la Providencia depositó a
manos plenas las dotes todas de la
Realeza; y prodigó además tanto y tan acertadamente las
características de la personal simpatía que, digámoslo con orgullo, vuestra sola
presencia en el Trono de San Fernando ha bastado para esfumar como por arte de
encantamiento cuantas concentraciones se intentaron en mala hora por
equivocados contra doctores del régimen monárquico y de la dinastía.
Bienvenida
seáis a Tarrasa, augusta señora, Reina de nuestros corazones; Soberana de la
belleza, símbolo de la caridad, en cuyas manos si nos esforzamos en depositar a
cada momento las más lindas flores de los jardines de España, es sólo para
admirar como palidecen y se marchitan, al verse contrastadas con vuestra
excelsa perfección eternamente renovada.
Y, con la
venia de Vuestras Majestades permítaseme también expresar la bienvenida más
entusiasta, ardiente y efusiva a vos, ilustre presidente del Directorio
militar, brazo derecho y férreo de la Monarquía de nuestros amores, restaurador con
ella de la salud patria, ayer tan quebrantada, hoy tan fortalecida ya y
caminando segura hacia mejores días.
La ciudad
de Tarrasa leal a toda prueba, como lo acredita su historia, ni interrumpida ni
aún en los difíciles tiempos pasados poco ha, recibe a sus augustos Soberanos y
al Excmo. señor jefe del Gobierno, con las palabras que la tradición ha
consagrado para saludar al huésped que traspone el umbral de una casa catalana:
«¡Déu vos guardi!»
El
presidente del Directorio le contestó agradeciendo esas palabras. Añadió que
según las impresiones recogidas en este viaje tiene la sensación de que hay
buena semilla en las entrañas de la tierra y que es necesario que fructifique, realizando así todas
las esperanzas.
Termino
con bellas palabras de amor a la patria.
Ambos
fueron muy aplaudidos.
Luego se
efectuaron presentaciones de los presidentes de sociedades, que besaron la mano
a los Reyes y Sus Majestades .salieron al balcón principal del edificio,
saludando al pueblo.
Fueron
acogidos con una salva de aplausos y vivas
El Te Deum
Desde el Ayuntamiento
se encaminaron a la parroquia del Espíritu Santo, donde penetraron bajo palio,
que llevaban seis concejales del ayuntamiento de Tarrasa.
A los
acordes de la Marcha Real
tocada por el órgano, llegaron al presbiterio, sentándose en el trono que había
preparado en la parte correspondiente al Evangelio. Las autoridades tomaron
asiento en lugar preferente.
Fueron
recibidos, por el primor, doctor Molera y la comunidad.
La escolanía
cantó un Te Deum.
La
iglesia estaba magníficamente adornada, luciendo gran iluminación.
Los
fieles llenaron por completo el templo.
Revista de somatenes
Al terminar
el «Tedeum», SS. MM. Marcharon en auto al paseo Principal, donde aguardaban formados
los somatenes del distrito.
Allí
descendieron Don Alfonso y Doña Victoria y revistaron las fuerzas, felicitando
a los jefes de ellas.
Se
reunieron unos mil trescientos hombres.
La Reina volvió a subir al automóvil para dirigirse
a la Escuela
Industrial. El Rey continuó el camino a pie, acompañado por
las autoridades, atravesando el puente del paseo.
Durante
el camino, el señor Sala le fue dando algunas explicaciones acerca del
funcionamiento de la
Escuela Industrial que iban a visitar.
Entretanto,
un dirigible de la
Aeronáutica Naval evolucionaba, volando tan bajo que se divisaban
perfectamente los saludos que hacían sus tripulantes. Al llegar a la plazoleta que
hay frente a la
Escuela Industrial, Don Alfonso se detuvo y contestó
afectuosamente a los saludos que le dirigían los tripulantes de la nave aérea,
comentando favorablemente su pericia.
En la Escuela Industrial
Al llegar
a la Escuela
Industrial, fueron recibidos por el rector de la Universidad, doctor Martínez
Vargas; el director de la
Escuela Industrial, señor Baltá de Cela, y el director de la Escuela de Artes y
Oficios, señor Cuyás, con el claustro de profesores.
Los
salones y el vestíbulo estaban completamente atestados de alumnos.
Al llegar
la Reina al pie
de la escalera principal, donde se hallaban las alumnas, se acercó a S. M. la
señorita Camila Lamolla, y entregándole un precioso ramo de flores en nombre de
la escuela de zurcidoras, leyó la siguiente salutación:
«Señora:
Reciba V. M. la respetuosa ofrenda, símbolo del afecto que estas humildes niñas
sienten por su augusta Soberana—A los RR. PP. de V. M.»
Los Reyes
visitaron las clases de sedería; depósito de hilatura, donde se detuvieron a ver
funcionar la máquina; Platt, donde también funcionaron las máquinas, y el Rey examinó
varios trabajos; sala de fundición, forja, taller de ajuste, carpintería, escultura,
maquinaria eléctrica, taller de ensayos y laboratorio de química, llegando por
último a la sala de dibujo.
En esta
clase se había instalado un estrado con dos sillones para SS. MM.
Al fondo,
adornaban guirnaldas y tapices, con el escudo de España y las iniciales «A.
XIII».
Estaba
llena de alumnos con sus familias y profesores, predominando bellísimas
señoritas.
En un
ángulo el alumno señor Busch tenía el estandarte de la escuela.
S. M. el
Rey dirigió allí la palabra a los alumnos, diciéndoles que para la Reina y para él, había sido
una satisfacción muy grande visitar la escuela, y que esperaba que todos, estudiando
con el material allí existente, contribuirían al engrandecimiento de la patria.
Fue
aplaudidísimo entre vivas a los Reyes, a España y al marqués de Estella.
A las
siete y diez minutos salieron de la escuela, encaminándose a las Fonts.
En Las Fonts
En Las
Fonts de Tarrasa se celebró el festival organizado por el consejo del Alto patronato
y la junta de damas protectoras de los exploradores de Tarrasa, unidos al mismo
consejo y patronato de los de Barcelona.
Comenzó a
las cinco con una kermesse, en la que postularon, entre otras muchas las señoritas
de Villamide, Reig, Busquet, Catafalch, Itori, Conde, Ventalló, Pasani,
Cañadell, Abie, Farré, Clabasa, Clapés, Salvans, Rocafort, Vallespinos, Ruiz,
Sara, Coscoll, Jurralles, Trepar, Torroella, Vallhonrat, Badrinas, Chevalier,
Abad, Viver y Cristarol.
A las
siete y media llegaron los Reyes al recinto de la fiesta acompañados del séquito
y autoridades.
Entre los
asistentes vimos al capitán de la zona señor Ballester, comandante de cazadores
señor Ochaterana, jefe del somatén, comisario de policía señor Oliveres, jefe
del servicio señor Guillemot, cabo del distrito don Joaquín Gay, coronel del
octavo ligero de artillería, diputado provincial don Francisco Pulit, señor
Montlló diputado provincial, delegado gubernativo de Sabadell señor Jover, inspector
de primera enseñanza don Emilio Soler, señor Robert diputado provincial, la junta
de Damas de Tarrasa presidida por doña Margarita Padrós de Ribas con la
secretaria señorita Pascual y doña María Cadafalch, el concejal de Barcelona
señor Damians y otros muchos, cuyos nombres sentimos no recordar.
En el
recinto de la fiesta se había levantado la tribuna regia, y a los lados dos
para el público, adornadas con follaje, mantones de Manila y escudos.
Las
señoritas postulantes lucían también ricos mantones de Manila.
Había
muchos niños disfrazados con trajes regionales.
Formaban
en la explanada la sección geológica de alumnos de la Facultad de Ciencias, presidida
por el doctor Cortés, catedrático de botánica y el doctor Vilanadal,
catedrático de geología con útiles de trabajo; colegios de niños, con banderas;
ochenta exploradores de Tarrasa con su jefe, señor Sara y 300 exploradores de
Barcelona, con tambores, a las órdenes del señor F. de Villalta,
Al aparecer
los Rayes estalló una salva de aplausos. Se dirigieron SS. MM. a la tribuna y
el teniente coronel señor Villamide hizo la presentación de las tropas
exploradoras por él organizadas, con un discurso, explicando el significado de
la fiesta.
A
continuación el doctor don Francisco Muñoz, obispo de Vich, procedió a la
bendición de las banderas, siendo apadrinada la de Tarrasa por doña Cristina Piera
de Salvans y don Alfonso Sala y Argemí, y la de Barcelona por doña Raimunda
Baduell de Lossada y don Emilio Barrera, capitán general de la región, haciendo
promesa de fidelidad a la bandera todas las tropas allí congregadas.
En un
altar instaladlo frente a la tribuna regia, bendijo las banderas el doctor
Muñoz, revestido de capa fluvial, asistido del prior arcipreste de Tarrasa,
Rdo. don Jaime Baulenas; párroco de Castellgalí, Rdo. don Domingo Sanvicens,
capellán de Las Fonts y doctor Morell, capellán de honor.
Tomó el
juramento a los exploradores el general Primo de Rivera, después de dirigirles una
alocución referente al acto.
Luego el
doctor don José Montagut dijo un vibrante discurso, cantando las glorias de la bandera
española. Trató con gran energía la unidad patria. Hizo historia retrospectiva
de las glorias nacionales y terminó con un viva al Rey que fue clamorosamente
respondido.
Inmediatamente
S. M. procedió al reparto de condecoraciones, y terminó el acto con un desfile
general.
Después los
exploradores cantaron su himno.
La banda
del regimiento de Jaén, dirigida por el notable músico mayor don Andrés Mateos,
interpretó durante la fiesta escogidas composiciones.
Se
dispararon, durante el acto, numerosos cohetes y se dio suelta a muchos globos.
SS. MM.
fueron despedidos con los mismos honores que a la llegada, y se dirigieron con las
autoridades, en automóvil, a la estación del ferrocarril eléctrico de Sarriá
donde había un tren especial preparado para conducir a los regios viajeros de regreso
a Barcelona.
La
estación estaba engalanada.
Las
fuerzas
Cuidaron
de la vigilancia fuerzas de la guardia civil, del somatén y de los mozos de escuadra.
Las de la
guardia civil estaban a las órdenes del coronel del tercer tercio, don Fernando
Vidal; teniente coronel jefe de la comandancia de Barcelona, don Juan García; capitán
ayudante don Mariao Portillo, capitán don Félix Gavari y teniente señor
Pintado.
Los
somatenes, que estaban distribuidos en la población y en rondas volantes, unos
800 hombres, estaban a las órdenes del cabo del partido don Amadeo Torrents.
Indulto de un periodista
El
delegado gubernativo de Tarrasa, señor Villamide, manifestó a los reporteros
que acudieron a dicha población a hacer información del viaje regio, que a
instancias de los representantes de la prensa, de Tarrasa que se dirigieron
pidiéndole al presidente del Directorio, le ha sido levantado el destierro que sufría,
al redactor de «El Día», señor Puigbó, que se encuentra en el Alto Aragón
cumpliendo dicho correctivo.
Ayer por
la noche le fue comunicado al señor Puigbó el perdón y podrá regresar a su habitual
residencia