martes, 19 de noviembre de 2013

La Vanguardia, Edición del jueves, 22 mayo 1924, página 9

EN TARRASA
Preparativos

En esta población las calles estaban animadísimas desde muy temprano. La visita de SS. MM. había despertado gran entusiasmo.

Todos los balcones, incluso los de los barrios más apartados, por donde no habían de pasar los Reyes, lucían vistosas colgaduras. En los centros oficiales ondeaba el pabellón nacional.

De los árboles del paseo principal pendían gallardetes, formando una especie de arco triunfal, y en los troncos de los mismos se veían numerosas banderitas cruzadas.

La mayoría de las fábricas concedieron fiesta a los trabajadores para que los que quisiesen acudieran a recibir a SS. MM. y unirse a la manifestación de simpatía, contribuyendo esto a que fuera grandiosa la concurrencia en las calles.

La entrada

La regia comitiva llegó a Tarrasa a las tres y cuarto de la tarde, pasando por el paseo y por las calles de Fuente Vieja, San Pablo, del Teatro, Norte y San Leopoldo y paseo del 22 de Julio, dirigiéndose a la finca «Can Amat», propiedad de don Alfonso Sala, donde estaba preparado el banquete a SS. MM.

En las calles del trayecto los Reyes fueron continuamente vitoreados. Las ovaciones se sucedían sin interrupción. El público se agolpaba en las aceras para ver pasar la comitiva regia.

En el primer auto, al llegar a Tarrasa, iban el Rey, el marqués de Bendaña y la duquesa de San Carlos.

En el segundo, iban la Reina, el alcalde de Tarrasa don Pedro Ribas y el marqués de Viana.

En «Can Amat» les esperaba don Alfonso Sala con su distinguida esposa, doña Mercedes Amat y sus hijos y los señores obispo de Vich, doctor Muñoz; el diputado provincial don Dionisio Conde, el prior de Tarrasa doctor Molera, don José María Milá y Camps, barón de Viver, el delegado gubernativo de Tarrasa don Jorge Villamide, el juez de Instrucción de Tarrasa y don Gregorio Burgués; el comandante militar de Tarrasa la señorita Marucho Miláns del Bosch, señora de Lossada, condesa de Güell, conde de Güell, el marqués de Marianao, el alcalde de Barcelona, conde de Fígols, marqués de Torres de Mendoza, doña Emilia Sala de Izaguirre, doctor Sacarino de Izaguirre, don Benito Badrinas, doña Ana Sala de Badrinas, doña Descensión Sala, viuda de Viver; doña Pilar Sala, viuda de Cantó; doña Luisa Montset, viuda de Amat; el diputado don Agustín Armengol y los generales del Directorio señores Muslera, Gómez
Jordana y Vallespinosa, y don Pedro Pujol.

En el balcón principal de la finca, que estaba espléndidamente adornada, ondeaba el pendón morado de la casa real.




El banquete

Después de las presentaciones de rúbrica y de unos minutos de descanso, dió comienzo el banquete en uno de los amplios salones de la casa.

En la mesa principal había dos presidencias que ocuparon el Rey y la Reina.

A la derecha del Rey se sentaran doña Mercedes Amat de Sala, el obispo de Vich, doctor Muñoz; doña Cecilia Borbón, el general Milans del Bosch, el gobernador civil de Barcelona, general Lossada; el vicealmirante señor Barrera y el alcalde de Tarrasa, y a su izquierda, la duquesa de San Carlos, el general Barrera y el marqués de Viana,

A la derecha de la Reina, en el sitio que estaba destinado el príncipe de Asturias, se sentó el señor Sala, la condesa de Güell, el general Vallespinosa, el conde de Güell y el general Gómez Jordana, y a su izquierda, el general Primo de Rivera, doña Raimunda Baduell de Lossada, el marqués de Marianao y el conde de Fígols y el barón de Viver.

En mesas a la americana tomaron asiento para al banquete el marqués de Torres de Mendoza, secretario particular del Rey, los tenientes coroneles Dóriga y Elizalde, don Dionisio Conde, el prior arcipreste de Tarrasa don José Molera, el delegado gubernativo don Jorge Villamide, don José María Milá y Camps, don Agustín Armengol, el juez de instrucción don Gregorio Burgués, el comandante militar señor López, el doctor don Severiano de Izaguirre, hijo político del señor Sala, don Gabriel Fonrodona, doña Emilia Sala de Izaguirre, los hijos de don Alfonso Sala, don Antonio y don José y sus bellísimas hijas Carmen, María, Pilar y Paulina, doña Marichu Milans del Bosch, don Benito Badrinas con su señora doña Ana Sala, doña Pilar Sala viuda de Viver y doña, Luisa Montsech viuda de Amat.

Después del almuerzo se trasladaron todos al jardín, donde tomaron café, distribuyéndose en varias mesitas. Ante una de ellas tomaron asiento la Reina, el marqués de Estella, la señora de Sala, el señor Milá, señor Villamide, barón de Viver y el conde de Falces de Ebro.

Ante otra se acomodaron el Rey, el señor Sala, don Pedro Pujol, el general Barrera y el señor Badrinas.

En otras se colocaron las señoras de Lossada y Álvarez de la Campa, con sus esposos, el mayordomo de semana, señor Adrián del Rey, el secretario de S. M. don Emilio María de Torres, marqués de Torre Mendoza, teniente coronel Ribas, teniente coronel señor Martínez, ayudante del gobernador, comandante militar de Tarrasa, temiente coronel señor López Doménech, don Gregorio Busqués, juez de primera instancia del partido, don Federico Turell, ingeniero director de Obras públicas de la Mancomunidad, don Jaime Fontrodona, don José López Acebo, caballerizo de campo de S. M. y los restantes concurrentes al banquete.

Una orquesta escondida entre las frondas amenizó el acto con selectas composiciones El señor Sala, leyó a S. M. una poesía del rector de Matadepera.

Momentos después llegaron las demás autoridades entre las que figuraban el gentilhombre señor Martí Ventosa, el diputado don Antonio Robert, el cabo de los somatenes del partido, señor Torrens; el delegado gubernativo, teniente coronel señor Villamide y otras.

El señor Sala hizo las presentaciones y Su Majestad conversó con todos amablemente, hasta que el general Primo de Rivera recordó que se hacía tarde para concurrir a los restantes actos.

Pasaron al hall donde se despidieron, entregando las hijas del señor Sala a S. M. la Reina un bellísimo ramo de flores envueltas en gasa azul.

Recepción en el Ayuntamiento

Desde «Can Amat», se dirigieron Sus Majestades al Ayuntamiento, atravesando los automóviles difícilmente las calles que estaban completamente llenas de público. Entre entusiastas aclamaciones llegaron a las Casas Consistoriales, frente a las duales formaba una sección de la Cruz Roja, con bandera y banda de cornetas.

Al llegar Sus Majestades, la banda «Principal» y la de la Cruz Roja, entonaron la Marcha Real.

Fueron recibidos por el Ayuntamiento en pleno, presidido por el alcalde don Pedro Riba, los tenientes de alcaldes señores Utset, Ventalló, Vives, Durán y Esmerats y el secretario don Rafael Llofriu.

Una vez en el salón de sesiones, el alcalde de Tarrasa leyó el siguiente discurso de salutación:

Señor:
Señora:

Ningún honor más alto podíais dispensar a vuestra leal ciudad de Tarrasa, que el de dignaros compartir con ella unas horas, preciosas para nosotros, de este triunfal viaje que por tierras catalanas realizáis.

Al cumplir el honroso encargo de anticiparos en nombre de mis conciudadanos, con su bienvenida entusiasta que pronto estallará en jubilosas aclamaciones, la seguridad del entrañable afecto, de la devota veneración y del rendido vasallaje que por Vuestras Reales Majestades siente el pueblo de Tarrasa, la emoción del momento pone temblor en mis palabras y sólo admite pueda ofreceros el ritmo acelerado de nuestros corazones, expresión inarticulable del alma española cuando canta o reza a sus grandes amores nacionales, que rezo y canto a la vez es ahora el murmullo que asciende de los nuestros.

Y pues que es costumbre inveterada en los pueblos de vuestra monarquía que al ser visitados por sus Reyes y acudir a rendirles pleito-homenaje, es esmeren, a cual más, en ofrendarles sus mejores galas y sus más ricas preseas, invocando los títulos gloriosos que mejor les acreditan cerca de la Majestad Real para merecer su especial benevolencia, permitid, Augustas Majestades, que en este solemne instante verdaderamente histórico en los fastos de Tarrasa, su primer magistrado municipal, sintiéndose poseído del legítimo orgullo propia de quien sabe puede brindar a sus Reyes una joya única e indisputable, ante los esplendores, de la cual han de palidecer todas las demás que os ofrezcan los pueblos hermanos, levante con arrogancia patricia mi frente ante la España que simbolizáis y rememore que la ciudad de Tarrasa es la que ha dado a España y a Vuestra Monarquía un don Alfonso Sala, cuyo nombre, grande y sonoro me permito pronunciar sin calificativos de elogio, en gracia a no querer empañar con el olvido de uno sólo, el valor purísimo de quien los merece todos de su patria y sin duda de sus Reyes.

Y esta es ocasión que aprovecho gustosísimo para expresaros en nombre de la ciudad su profundo reconocimiento por la alta estima en que tenéis a un hijo tan predilecto suyo, y por las distinciones y mercedes de que tantas veces le habéis hecho objeto preferente.

Bienvenido seáis a vuestra ciudad y casa, augusto Soberano, en quien la Providencia depositó a manos plenas las dotes todas de la Realeza; y prodigó además tanto y tan acertadamente las características de la personal simpatía que, digámoslo con orgullo, vuestra sola presencia en el Trono de San Fernando ha bastado para esfumar como por arte de encantamiento cuantas concentraciones se intentaron en mala hora por equivocados contra doctores del régimen monárquico y de la dinastía.

Bienvenida seáis a Tarrasa, augusta señora, Reina de nuestros corazones; Soberana de la belleza, símbolo de la caridad, en cuyas manos si nos esforzamos en depositar a cada momento las más lindas flores de los jardines de España, es sólo para admirar como palidecen y se marchitan, al verse contrastadas con vuestra excelsa perfección eternamente renovada.

Y, con la venia de Vuestras Majestades permítaseme también expresar la bienvenida más entusiasta, ardiente y efusiva a vos, ilustre presidente del Directorio militar, brazo derecho y férreo de la Monarquía de nuestros amores, restaurador con ella de la salud patria, ayer tan quebrantada, hoy tan fortalecida ya y caminando segura hacia mejores días.

La ciudad de Tarrasa leal a toda prueba, como lo acredita su historia, ni interrumpida ni aún en los difíciles tiempos pasados poco ha, recibe a sus augustos Soberanos y al Excmo. señor jefe del Gobierno, con las palabras que la tradición ha consagrado para saludar al huésped que traspone el umbral de una casa catalana: «¡Déu vos guardi!»

El presidente del Directorio le contestó agradeciendo esas palabras. Añadió que según las impresiones recogidas en este viaje tiene la sensación de que hay buena semilla en las entrañas de la tierra y que es necesario que fructifique, realizando así todas las esperanzas.

Termino con bellas palabras de amor a la patria.

Ambos fueron muy aplaudidos.

Luego se efectuaron presentaciones de los presidentes de sociedades, que besaron la mano a los Reyes y Sus Majestades .salieron al balcón principal del edificio, saludando al pueblo.

Fueron acogidos con una salva de aplausos y vivas

El Te Deum

Desde el Ayuntamiento se encaminaron a la parroquia del Espíritu Santo, donde penetraron bajo palio, que llevaban seis concejales del ayuntamiento de Tarrasa.

A los acordes de la Marcha Real tocada por el órgano, llegaron al presbiterio, sentándose en el trono que había preparado en la parte correspondiente al Evangelio. Las autoridades tomaron asiento en lugar preferente.

Fueron recibidos, por el primor, doctor Molera y la comunidad.

La escolanía cantó un Te Deum.

La iglesia estaba magníficamente adornada, luciendo gran iluminación.

Los fieles llenaron por completo el templo.

Revista de somatenes

Al terminar el «Tedeum», SS. MM. Marcharon en auto al paseo Principal, donde aguardaban formados los somatenes del distrito.

Allí descendieron Don Alfonso y Doña Victoria y revistaron las fuerzas, felicitando a los jefes de ellas.

Se reunieron unos mil trescientos hombres.

La Reina volvió a subir al automóvil para dirigirse a la Escuela Industrial. El Rey continuó el camino a pie, acompañado por las autoridades, atravesando el puente del paseo.

Durante el camino, el señor Sala le fue dando algunas explicaciones acerca del funcionamiento de la Escuela Industrial que iban a visitar.

Entretanto, un dirigible de la Aeronáutica Naval evolucionaba, volando tan bajo que se divisaban perfectamente los saludos que hacían sus tripulantes. Al llegar a la plazoleta que hay frente a la Escuela Industrial, Don Alfonso se detuvo y contestó afectuosamente a los saludos que le dirigían los tripulantes de la nave aérea, comentando favorablemente su pericia.

En la Escuela Industrial

Al llegar a la Escuela Industrial, fueron recibidos por el rector de la Universidad, doctor Martínez Vargas; el director de la Escuela Industrial, señor Baltá de Cela, y el director de la Escuela de Artes y Oficios, señor Cuyás, con el claustro de profesores.

Los salones y el vestíbulo estaban completamente atestados de alumnos.

Al llegar la Reina al pie de la escalera principal, donde se hallaban las alumnas, se acercó a S. M. la señorita Camila Lamolla, y entregándole un precioso ramo de flores en nombre de la escuela de zurcidoras, leyó la siguiente salutación:

«Señora: Reciba V. M. la respetuosa ofrenda, símbolo del afecto que estas humildes niñas sienten por su augusta Soberana—A los RR. PP. de V. M.»

Los Reyes visitaron las clases de sedería; depósito de hilatura, donde se detuvieron a ver funcionar la máquina; Platt, donde también funcionaron las máquinas, y el Rey examinó varios trabajos; sala de fundición, forja, taller de ajuste, carpintería, escultura, maquinaria eléctrica, taller de ensayos y laboratorio de química, llegando por último a la sala de dibujo.

En esta clase se había instalado un estrado con dos sillones para SS. MM.

Al fondo, adornaban guirnaldas y tapices, con el escudo de España y las iniciales «A. XIII».

Estaba llena de alumnos con sus familias y profesores, predominando bellísimas señoritas.

En un ángulo el alumno señor Busch tenía el estandarte de la escuela.

S. M. el Rey dirigió allí la palabra a los alumnos, diciéndoles que para la Reina y para él, había sido una satisfacción muy grande visitar la escuela, y que esperaba que todos, estudiando con el material allí existente, contribuirían al engrandecimiento de la patria.

Fue aplaudidísimo entre vivas a los Reyes, a España y al marqués de Estella.

A las siete y diez minutos salieron de la escuela, encaminándose a las Fonts.

En Las Fonts

En Las Fonts de Tarrasa se celebró el festival organizado por el consejo del Alto patronato y la junta de damas protectoras de los exploradores de Tarrasa, unidos al mismo consejo y patronato de los de Barcelona.

Comenzó a las cinco con una kermesse, en la que postularon, entre otras muchas las señoritas de Villamide, Reig, Busquet, Catafalch, Itori, Conde, Ventalló, Pasani, Cañadell, Abie, Farré, Clabasa, Clapés, Salvans, Rocafort, Vallespinos, Ruiz, Sara, Coscoll, Jurralles, Trepar, Torroella, Vallhonrat, Badrinas, Chevalier, Abad, Viver y Cristarol.

A las siete y media llegaron los Reyes al recinto de la fiesta acompañados del séquito y autoridades.

Entre los asistentes vimos al capitán de la zona señor Ballester, comandante de cazadores señor Ochaterana, jefe del somatén, comisario de policía señor Oliveres, jefe del servicio señor Guillemot, cabo del distrito don Joaquín Gay, coronel del octavo ligero de artillería, diputado provincial don Francisco Pulit, señor Montlló diputado provincial, delegado gubernativo de Sabadell señor Jover, inspector de primera enseñanza don Emilio Soler, señor Robert diputado provincial, la junta de Damas de Tarrasa presidida por doña Margarita Padrós de Ribas con la secretaria señorita Pascual y doña María Cadafalch, el concejal de Barcelona señor Damians y otros muchos, cuyos nombres sentimos no recordar.

En el recinto de la fiesta se había levantado la tribuna regia, y a los lados dos para el público, adornadas con follaje, mantones de Manila y escudos.

Las señoritas postulantes lucían también ricos mantones de Manila.

Había muchos niños disfrazados con trajes regionales.

Formaban en la explanada la sección geológica de alumnos de la Facultad de Ciencias, presidida por el doctor Cortés, catedrático de botánica y el doctor Vilanadal, catedrático de geología con útiles de trabajo; colegios de niños, con banderas; ochenta exploradores de Tarrasa con su jefe, señor Sara y 300 exploradores de Barcelona, con tambores, a las órdenes del señor F. de Villalta,

Al aparecer los Rayes estalló una salva de aplausos. Se dirigieron SS. MM. a la tribuna y el teniente coronel señor Villamide hizo la presentación de las tropas exploradoras por él organizadas, con un discurso, explicando el significado de la fiesta.

A continuación el doctor don Francisco Muñoz, obispo de Vich, procedió a la bendición de las banderas, siendo apadrinada la de Tarrasa por doña Cristina Piera de Salvans y don Alfonso Sala y Argemí, y la de Barcelona por doña Raimunda Baduell de Lossada y don Emilio Barrera, capitán general de la región, haciendo promesa de fidelidad a la bandera todas las tropas allí congregadas.

En un altar instaladlo frente a la tribuna regia, bendijo las banderas el doctor Muñoz, revestido de capa fluvial, asistido del prior arcipreste de Tarrasa, Rdo. don Jaime Baulenas; párroco de Castellgalí, Rdo. don Domingo Sanvicens, capellán de Las Fonts y doctor Morell, capellán de honor.

Tomó el juramento a los exploradores el general Primo de Rivera, después de dirigirles una alocución referente al acto.

Luego el doctor don José Montagut dijo un vibrante discurso, cantando las glorias de la bandera española. Trató con gran energía la unidad patria. Hizo historia retrospectiva de las glorias nacionales y terminó con un viva al Rey que fue clamorosamente respondido.

Inmediatamente S. M. procedió al reparto de condecoraciones, y terminó el acto con un desfile general.

Después los exploradores cantaron su himno.

La banda del regimiento de Jaén, dirigida por el notable músico mayor don Andrés Mateos, interpretó durante la fiesta escogidas composiciones.

Se dispararon, durante el acto, numerosos cohetes y se dio suelta a muchos globos.

SS. MM. fueron despedidos con los mismos honores que a la llegada, y se dirigieron con las autoridades, en automóvil, a la estación del ferrocarril eléctrico de Sarriá donde había un tren especial preparado para conducir a los regios viajeros de regreso a Barcelona.

La estación estaba engalanada.

Las fuerzas

Cuidaron de la vigilancia fuerzas de la guardia civil, del somatén y de los mozos de escuadra.

Las de la guardia civil estaban a las órdenes del coronel del tercer tercio, don Fernando Vidal; teniente coronel jefe de la comandancia de Barcelona, don Juan García; capitán ayudante don Mariao Portillo, capitán don Félix Gavari y teniente señor Pintado.

Los somatenes, que estaban distribuidos en la población y en rondas volantes, unos 800 hombres, estaban a las órdenes del cabo del partido don Amadeo Torrents.

Indulto de un periodista

El delegado gubernativo de Tarrasa, señor Villamide, manifestó a los reporteros que acudieron a dicha población a hacer información del viaje regio, que a instancias de los representantes de la prensa, de Tarrasa que se dirigieron pidiéndole al presidente del Directorio, le ha sido levantado el destierro que sufría, al redactor de «El Día», señor Puigbó, que se encuentra en el Alto Aragón cumpliendo dicho correctivo.


Ayer por la noche le fue comunicado al señor Puigbó el perdón y podrá regresar a su habitual residencia

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