viernes, 16 de marzo de 2012

La Vanguardia, Edición del sábado, 29 mayo 1920, página 10

DE EXCURSIONISMO
Sant Llorens del Munt

El benemérito Centre excursionista de Catalunya, ha señalado el último domingo del presente mes de Mayo para realizar, otra de sus fructíferas excursiones, a la Mola que domina y señorea el fértil llano del Vallés. Acertado es en grado sumo el proyecto y no dudo que el aplech, convocado en la alta cima ha de verse concurridísimo.

Y ya que no puedo por diversas circunstancias, hacer acto de presencia en la agradable fiesta, a pesar de la galante invitación de mi querido amigo el doctor Llagostera, presidente del Centre. contentáreme con departir, si ellos gustan, con mis amables lectores, acerca de esa pintoresca montaña, la primera que aciertan a descubrir al aportar a Barcelona, los navegantes que regresan de Ultramar.

Asimismo sale al encuentro del caminante que traspasa la cordillera del Tibidabo por Vallvidrera o Collcerola, apareciendo gigantesca entre el Montserrat y el Montseny, repletas y desbordantes, como ella de bellezas naturales y poéticas leyendas, y sirviendo de primer término al panorama que termina en los Pirineos por la parte Norte y por las cimas del Puig Major, que al Mediodía se refleja en las aguas que bañan las costas mallorquínas.

Recibe su nombre de Mola, la cumbre de Sant Llorens, porque cual otras en el mismo Vallés, afecta en el munt o cima, la forma de una muela de molino, o sea una llanura sensiblemente circular rodeada de acantilados.

Recuerdo yo de una agradable excursión que hice veinte años atrás, para completar una monografía que había dejado inédita, el querido maestro don Elias Rogent, y que escribió exprofeso para la Asociación de Arquitectos de Cataluña, como complemento de la de Sant Cugat del Vallés, que leyó ante sus compañeros de aquella época en 1880, inaugurando la serie de periódicas excursiones que desde entonces acá, viene celebrando la Asociación.

Fuí a pie desde Matadepera, cuyos vecinos subían a la Mola, para celebrar la tradicional festa del most, con la que clausuran las tareas de la vendimia. Hay que confesar que las fatigas de la ascensión son compensadas con creces, por la belleza de las múltiples visiones que a cada paso acechan al caminante. Había, no obstante, las impurezas de la realidad. Tuve que cargar con una cámara fotográfica (no se usaban entonces los verascopos), que frecuentemente atenuaba mis entusiasmos.

Por fortuna, mi compañero de excursión, Luis Noguera, apechugó con el trípode, y así fuimos dos los molestos.

Hoy al través de los años, me río yo del espectáculo que ofrecimos a aquellas gentes pueblerinas, que no van cargadas a gusto, sino saben de antemano que a mitad del camino han de dar cuenta de la carga que llevan, comiéndola en paz y gracia de Dios a la orilla del sendero.

Desde Matadepera la visión del coloso, es falaz; parece un montículo sin importancia, pero así que alcanzáis los pinares que se extienden a su planta, veis como se va alejando la cima, hasta que pone a vuestra vista y a mitad del camino, la desperfilada silueta del Cavall Bernat, émulo del de Montserrat y del titánico de las islas Medas. Rogent en su trabajo dice que parece la primera avanzada que guarda los muros de la fortaleza, o la puerta de un parque compuesto a la chinesca,
donde brillan por su variedad los contrastes y las sorpresas. Mossen Jacinto Verdaguer le llama la goja que guarda lo castell de Sant Llorens.

De allí en adelante el terreno va accidentándose a más y mejor, «prismas de altura prodigiosa se suceden, bordean los regajos peñascosos el boj y la carrasca, entre frondas y zarzales, que con amor lamen las rocas, y los informes monolitos que en eurítmitico desorden obligan al viajero a cambiar de senda.»

La montaña en su tercio inferior, es un grandioso anfiteatro, con gigantescos cuneos y galerías, desde los cuales se perciben deliciosos panoramas del Alto Llobregat y del pintoresco contorno montserratino.

A la mitad de la ascensión, hay la senda que dirige al Mas Pobla que fue antigua granja del monasterio benedictino de Sant Llorens, en la parte meridional y en la opuesta la célebre ermita de Santa Inés, semitroglodítica, que dio calor y vida a las leyendas del Drach de que nos habla el sesudo Pujades en su Crónica Universal de Cataluña.

Para alcanzar la cúspide me valdré de las frases descriptivas de mi viejo y querido maestro Rogent: «A medida que el camino se eleva en dirección oriental, va salvando bancos y graderías monstruosos; el conjunto se agranda, los contrastes topográficos y la floresta carrasqueña comparten su importancia con los variadísimos panoramas que admiramos; picachos de todas formas, valles profundos surcados por revueltos senderos, precipicios insondables, selvas en que la viril encina reina sin rival, y allá en lontananza, villas, burgos y caseríos, ceñidos por exhuberante vegetación y regados por anchas ramblas y riachuelos. Con tales emociones nos acercamos al vórtice de la montaña; descubrimos de cerca el monumento que atesora, admirando los milagros que en pasados siglos produjo la religión y la fe inquebrantable de nuestros progenitores, para expulsar las razas islamitas de nuestro suelo.»

El monasterio benedictino de Sant Llorens del Munt es uno de los más antiguos monumentos románicos que más completos existen en Cataluña. Rogent dice en su monografía, que las primitivas noticias del monumento son difusas y desaliñadas y datan de la segunda reconquista de Barcelona en 987; los primeros santuarios erigidos fueron capillas dedicadas a Santa María, San Miguel y San Lorenzo de cuyas obras apenas quedan vestigios.

No se sabe si los primeros moradores del Munt, procedían del Mediodía de Francia o de Sant Cugat, Rogent no obtante, estudiando la arquitectura del monumento, afirma que es una filial de Sant Cugat, fundado por aquellos grupos de doce monjes y un abad que iban con la ayuda de la Providencia a fundar nuevas casas. Lo que sí se sabe es que los benedictinos orden colonizadora y restauradora se establecían tanto en sitios bajos, cabe a la corriente de los ríos como Besalú, San Benito de Bages, San Pedro de Camprodón para sanearlos; como en sitios elevados, desiertos y escabrosos para roturarlos y aislarse del trato ciudadano, como San Pedro de Roda, San Martín de Canigó, Santa Cecilia de Montserrat, o en sitios santificados con la sangre de loa mártires como Sant Cugat del Valles y Ripoll.

La primera reconquista de Barcelona por Ludovico Pio en 801 permitió a Cataluña la Vieja disfrutara relativa tranquilidad favorable a los benedictinos aun cuando no alcanzaran preponderancia hasta los postreros años del siglo X en que, arrojados los moros más allá del Llobregat, emprenden la restauración de San Cugat del Valles y Santa María de Ripoll.

El siglo XI, según las crónicas, fue el de oro del monasterio del Munt. En 3 de las Nonas de febrero de 1052, el obispo de Barcelona Guislaberto, con aprobación expresa del Capítulo vende al monasterio y a su abad Adagario, la iglesia de San Esteban de Castellar con todos sus derechos y pertenencias, por 30 onzas de oro purísimo que el obispo emplea en la reedificación de la Seo barcelonesa.

En 22 de junio de 1064, el obispo de ésta, consagró la iglesia de Sant Llorens con gran solemnidad y escogida concurrencia a instancias del conde Ramón Berenguer y de su esposa Almodis.

La decadencia del cenobio se inició en el siglo XIV; «cesa el fervor comunitario para vivir en la Mola donde falta lo más necesario para la vida... adelanta el cisma de Occidente y la Reforma con las ideas que la motivan la institución languidece y muere».

El papa Clemente VIII con Bula expedida en Roma a 2 de agosto de 1592, suprime el monasterio del Munt, incorporándolo al célebre colegio benedictino de Lérida, instituido al mismo tiempo.

Fué su último abad el ilustre señor doctor Francisco Olivon de Albernia.

Actualmente se conserva la iglesia y sacristía, el claustro rudimentario, de una sola ala, el cimborio, y la torre campanario.

Faltan algunas dependencias que hay en la casa matriz. Rogent cree que la idea madre procede de Monte Casino, en la cima de un abrupto monte de la Campania; que su disposición es la reducción a mitad de escala, de San Cugat; que su construcción siente influencias adriáticas, dentro de su rustiquez.

En el año 1809 fué profanado el monasterio por los franceses pero en 1868 un alma piadosa el reverendo doctor don Antonio Vergés y Mirassó, hijo de Castellar y ecónomo de Sant Llorens Savall, visitando las ruinas con unos sacerdotes sus amigos concibió la idea de restaurarlo para restablecer en él, el culto, lo cual consiguió sin acudir para nada al favor oficial, y contando con la venia del entonces propietario don Juan Gros y Roca pudo realizar su propósito con gran celo y discreción, hasta 1871, dejando colocada en el ábside central, la imagen de San Lorenzo, en la lateral Norte la virgen María y en la del Sur, la de San Benito, fundador de la Orden que construyó la obra primitiva.

Gracias al celo del piadoso restaurador doctor Vergés, cuantos concurran al aplech del domingo, podrán formar concepto de lo que llegó a ser el austero cenobio de Sant Llorens del Munt, del cual trata extensamente la monografía de don Elias Rogent.

BUENAVENTURA BASSEGODA

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