Cumplamos con nuestro deber
Llamamiento a los tarrasenses
Llamamiento a los tarrasenses
El heroico soldado español, consciente de su sagrada misión, lucha y vence en los campos de batalla contra el marxismo disolvente de la civilización cristiana y del prestigio y del honor de nuestro país.
Soporta, eso sí, los tremendos rigores y los titánicos esfuerzos de una guerra a muerte contra nuestros enemigos, con estoicismo admirable, único propio de la raza hispánica. España para él lo es todo, su futuro bienestar, el de sus hijos, la paz del hogar querido, la consecución de sus elevados ideales, el sacrosanto amor a Dios, a la Patria, a la familia, la suma de valores nobles y humanos a que el corazón sutil y sensible aspira, le da bríos inusitados para superar los sufrimientos y penalidades y no temer a la muerte. Por eso muere con la sonrisa en los labios y vence con los ojos puestos en el cielo. Por eso nuestro glorioso Ejército está conquistando laureles, derrotando en los campos de batalla a las fuerzas rojas, que se deshacen tanto por el empuje arrollador de nuestros soldados como por la falta de moral y por los afanes estrictamente materialistas con que aquellos van a la lucha.
Pero si nuestros bravos combatientes se han hecho acreedores al reconocimiento perenne de la Patria, por su gesta heróica llevada a cabo con menosprecio de su vida - por la dignidad y elevación moral de la cual luchan - no podemos decir otro tanto de muchos elementos que en la retaguardia existen, los cuales no han vacilado en encuadrarse en nuestro Movimiento, pero sin hacer sacrificio alguno.
Y España y la santa causa española exige el sacrificio de todos, así como todos percibiremos sus benéficos resultados después de la contienda.
Tarrasa no puede permanecer impasible entre esta disyuntiva: O con los verdaderos patriotas, o con los que lo son solamente de nombre. Tenemos el deber de ser de los primeros, por el historial y el prestigio de la ciudad, por el porvenir de la misma, por un imperativo de nuestra conciencia. Porque Tarrasa fue liberada de las hordas rojas -que la tenían sumida al vilipendio y a la ruina moral y económica- por el ímpetu incontenible del Ejército al servicio de España y de su Caudillo, que ahuyentó de la población a los marxistas, arrojándolos hasta más allá de la frontera.
¿Qué hemos hecho los tarrasenses para estar, aunque sea en una mínima proporción, a la altura del heroismo de nuestros soldados, los cuales nos han devuelto la paz y la alegría en nuestros hogares, y la justicia, y el pan, y nos han protegido nuestras vidas y nuestro patrimonio espiritual y material?. Casi nada no hemos hecho, en comparación con la magnitud de la lucha sostenida por quienes lo han dado todo para salvarnos.
Pero ahora no se brinda una oportunidad que puede situarnos en el lugar que nos corresponde para ser dignos del sacrificio realizado por España y para los españoles: Se reclama insistentemente nuestro donativo en oro o plata; y este donativo por insignificante que parezca, para el Tesoro Nacional y, por consiguiente de nuestros medios de vida.
¡Oro! Palabra mágica que seduce a la gente por el valor de su resplandeciente contenido. Pero más resplandeciente es aún el Imperio de Dios y la causa de España, que estamos forjando con la sangre de unos y el esfuerzo de otros y al que debemos contribuir los demás atendiendo a este llamamiento que se nos hace para la salvación de España, eso es, entregando el oro y todos los objetos de este metal que poseamos. Tanto si es en grande o pequeña cantidad, en nuestras manos no vale ahora nada; al contrario, nos acusa,. Y en poder de España vale muchísimo. Ante ello, ¿permanecerás indiferente, tú, ciudadano español, tú tarrasense digno?. Si quieres considerarte como tal, ¡entrega enseguida tus joyas, las monedas, los anillos, cadenas, relojes, etc., todo lo que sea de oro!.
Es cierto que la canalla maxista robó en muchos de nuestros hogares las joyas que ahora te piden, pero también es cierto que hay un buen número de ciudadanos que aún poseen pocos o muchos objetos de este precioso metal. No dudamos que ante la elevada finalidad que se persigue pidiéndonos este pequeño sacrificio, todos nos desprenderemos espontáneamente, sin vacilaciones del oro que poseamos.
Por la Comandancia Militar de esta Plaza se ha hecho un llamamiento en este sentido, estableciéndose una oficina donde se admiten y tasan los donativos. ¿Habrá todavía, como hasta ahora, quien dé rienda suelta a su vanidad con la ostentación de joyas, anillos, etc.? ¿Se disimulará esa vanidad reteniendo en casa tales objetos de valor?. Creemos que no, pues quien tal cosa hiciese, hasta la conciencia lo acusaría.
Siempre hemos tenido fe en Dios, y hemos sido correspondidos. La hemos tenido con la Patria y no nos ha defraudado. La tenemos en nuestro triunfo sobre el marxismo, y la realidad nos da la razón. Y la tenemos en los tarrasenses en que corresponderán a este llamamiento que nos hace la Madre España, no dudando que sabremos ser dignos de ella y de sus heroicos defensores.
Los primeros donativos, registrados en la edición de ayer de nuestro periódico, son todo un síntoma que nos abre el corazón a las más óptimas esperanzas.
Soporta, eso sí, los tremendos rigores y los titánicos esfuerzos de una guerra a muerte contra nuestros enemigos, con estoicismo admirable, único propio de la raza hispánica. España para él lo es todo, su futuro bienestar, el de sus hijos, la paz del hogar querido, la consecución de sus elevados ideales, el sacrosanto amor a Dios, a la Patria, a la familia, la suma de valores nobles y humanos a que el corazón sutil y sensible aspira, le da bríos inusitados para superar los sufrimientos y penalidades y no temer a la muerte. Por eso muere con la sonrisa en los labios y vence con los ojos puestos en el cielo. Por eso nuestro glorioso Ejército está conquistando laureles, derrotando en los campos de batalla a las fuerzas rojas, que se deshacen tanto por el empuje arrollador de nuestros soldados como por la falta de moral y por los afanes estrictamente materialistas con que aquellos van a la lucha.
Pero si nuestros bravos combatientes se han hecho acreedores al reconocimiento perenne de la Patria, por su gesta heróica llevada a cabo con menosprecio de su vida - por la dignidad y elevación moral de la cual luchan - no podemos decir otro tanto de muchos elementos que en la retaguardia existen, los cuales no han vacilado en encuadrarse en nuestro Movimiento, pero sin hacer sacrificio alguno.
Y España y la santa causa española exige el sacrificio de todos, así como todos percibiremos sus benéficos resultados después de la contienda.
Tarrasa no puede permanecer impasible entre esta disyuntiva: O con los verdaderos patriotas, o con los que lo son solamente de nombre. Tenemos el deber de ser de los primeros, por el historial y el prestigio de la ciudad, por el porvenir de la misma, por un imperativo de nuestra conciencia. Porque Tarrasa fue liberada de las hordas rojas -que la tenían sumida al vilipendio y a la ruina moral y económica- por el ímpetu incontenible del Ejército al servicio de España y de su Caudillo, que ahuyentó de la población a los marxistas, arrojándolos hasta más allá de la frontera.
¿Qué hemos hecho los tarrasenses para estar, aunque sea en una mínima proporción, a la altura del heroismo de nuestros soldados, los cuales nos han devuelto la paz y la alegría en nuestros hogares, y la justicia, y el pan, y nos han protegido nuestras vidas y nuestro patrimonio espiritual y material?. Casi nada no hemos hecho, en comparación con la magnitud de la lucha sostenida por quienes lo han dado todo para salvarnos.
Pero ahora no se brinda una oportunidad que puede situarnos en el lugar que nos corresponde para ser dignos del sacrificio realizado por España y para los españoles: Se reclama insistentemente nuestro donativo en oro o plata; y este donativo por insignificante que parezca, para el Tesoro Nacional y, por consiguiente de nuestros medios de vida.
¡Oro! Palabra mágica que seduce a la gente por el valor de su resplandeciente contenido. Pero más resplandeciente es aún el Imperio de Dios y la causa de España, que estamos forjando con la sangre de unos y el esfuerzo de otros y al que debemos contribuir los demás atendiendo a este llamamiento que se nos hace para la salvación de España, eso es, entregando el oro y todos los objetos de este metal que poseamos. Tanto si es en grande o pequeña cantidad, en nuestras manos no vale ahora nada; al contrario, nos acusa,. Y en poder de España vale muchísimo. Ante ello, ¿permanecerás indiferente, tú, ciudadano español, tú tarrasense digno?. Si quieres considerarte como tal, ¡entrega enseguida tus joyas, las monedas, los anillos, cadenas, relojes, etc., todo lo que sea de oro!.
Es cierto que la canalla maxista robó en muchos de nuestros hogares las joyas que ahora te piden, pero también es cierto que hay un buen número de ciudadanos que aún poseen pocos o muchos objetos de este precioso metal. No dudamos que ante la elevada finalidad que se persigue pidiéndonos este pequeño sacrificio, todos nos desprenderemos espontáneamente, sin vacilaciones del oro que poseamos.
Por la Comandancia Militar de esta Plaza se ha hecho un llamamiento en este sentido, estableciéndose una oficina donde se admiten y tasan los donativos. ¿Habrá todavía, como hasta ahora, quien dé rienda suelta a su vanidad con la ostentación de joyas, anillos, etc.? ¿Se disimulará esa vanidad reteniendo en casa tales objetos de valor?. Creemos que no, pues quien tal cosa hiciese, hasta la conciencia lo acusaría.
Siempre hemos tenido fe en Dios, y hemos sido correspondidos. La hemos tenido con la Patria y no nos ha defraudado. La tenemos en nuestro triunfo sobre el marxismo, y la realidad nos da la razón. Y la tenemos en los tarrasenses en que corresponderán a este llamamiento que nos hace la Madre España, no dudando que sabremos ser dignos de ella y de sus heroicos defensores.
Los primeros donativos, registrados en la edición de ayer de nuestro periódico, son todo un síntoma que nos abre el corazón a las más óptimas esperanzas.
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