miércoles, 29 de febrero de 2012

La Vanguardia, Edición del miércoles, 05 mayo 1920, página 3

El viaje del mariscal Joffre
ESTADO DEL MARISCAL JOFFRE

El general Joffre continuaba ayer molesto con la fluxión que sufre en la boca, por lo que por la mañana, se trasladó a una clínica dental para buscar remedio a su dolencia.

EL CUERPO CONSULAR

Al regresar a la Capitanía general, el mariscal Joffre recibió a los representantes del cuerpo consular de las naciones aliadas, que acudieron para ofrecerle sus respetos.

LA UNION MONÁRQUICA NACIONAL

Según se había anunciado, ayer, a las once y media de la mañana pasó a cumplimentar al mariscal Joffre una nutrida representación de la Unión Monárquica Nacional, a la que se unieron otras de la Colombófila, del elemento civil y retirados del Circulo del Ejército y de la Armada (invitados por el señor Sala), de la Liga Patriótica Española y del Círculo de Acción, Monárquica del distrito sexto.

Presidía el diputado a Cortes don Alfonso Sala, y entre los numerosos concurrentes figuraban los marqueses de Sentmenat y de Olérdola, el conde de Caralt, el vizconde de Forgas, los generales de la reserva don Emilio Mola y don Eduardo González de Escandón, los coroneles señores Casquete y Bassols, don Emilio Vidal-Ribas, don Mariano Martí y Ventosa, don Diego de la Llave, el doctor Murúa, don Miguel Vancell, señor Casacuberta y otros muchísimos.

Al presentarse en el Salón del Trono de la Capitanía general el mariscal Joffre, fue recibido con una estruendosa salva de aplausos, dándose entusiastas vivas á Francia, á España, al Rey y a Joffre.

El mariscal, que vestía uniforme de diario con algunas condecoraciones, se situó al pie del trono, acompañado del capitán general interino don Arturo de Ceballos y del gobernador militar don Severiano Martínez Anido.

El presidente de la Unión Monárquica, don Alfonso Sala, saludó en francés al mariscal con las siguientes palabras:

«Señor mariscal Joffre: La Unión Monárquica Nacional de Cataluña os saluda.

Tenernos el honor de hablar al héroe que se encuentra aún huésped de Barcelona. Tenemos el honor de hablar al gran soldado francés, al vencedor del Marne, al ilustre caudillo que ha combatido, que ha luchado y que ha vencido, no sólo por su patria, la gran nación francesa, sino también por todas las naciones aliadas.

Pero permitid, señor mariscal, que os exprese nuestra opinión—que creo comparte todo el mundo—que si habéis podido luchar y vencer en esa gran guerra, es porque teníais tras de vos la unión de todo un pueblo, la unión sagrada de la Francia, que reputó el acontecimiento más emocionante de la historia contemporánea.

Nosotros, señor mariscal ,compartimos esos grandes y sinceros sentimientos de patriotismo.

Os admiramos en vuestro amor a vuestro país, a vuestro Rosellón, pero os admiramos también en vuestro gran amor a la Francia, patria común y única patria de todos los franceses.

Así nosotros amamos con el mismo amor a nuestra Cataluña, pero proclamamos muy alto nuestro amor a España, a nuestra gran patria española, patria común y única de todos los españoles.

Y ciframos nuestra adhesión a la Monarquía, a la augusta persona de nuestro Rey, como la expresión de todos estos amores, y la afirmación inquebrantable de la unión de la patria.

Hago fervientes votos, señor mariscal, por la prosperidad y la felicidad de Francia, y los hago también por la prosperidad y la felicidad de España, a fin de que unidas estas dos grandes naciones puedan cumplir la misión que la Providencia tiene encomendada a entrambos pueblos, para el bien de la civilización.

Al rogaros que transmitáis nuestro respetuoso saludo al señor presidente de la República, como representación y encarnación de vuestra patria., ruego también al digno capitán general de Cataluña, aquí presente, que exprese nuestros sentimientos de adhesión y afecto a nuestro Rey, que simboliza también la unión de todos los españoles en ese gran sentimiento de patria, a fin de que puedan ambos jefes de Estado regir los destinos de estas dos gloriosas naciones, en cuya unión se cifra, no sólo nuestro bienestar y nuestro progreso, sino en gran parte el porvenir que les señala la Historia.»

El mariscal Jofre contestó manifestando que estaba muy agradecido al recibimiento que se le ha hecho en España., sobre todo el que le dispensó S. M. el Rey don Alfonso XIII, a quien tributó grandes elogios por haber hecho cuanto le fué posible por Francia.

Al repetir su sincero agradecimiento por las demostraciones de que ha sido objeto por parte de todas las clases sociales, hizo resaltar que era por completo ajeno a los sentimientos de los partidos políticos españoles.

Terminó vitoreando a España y a don Alfonso XIII, vivas que fueron contestados con grandes aplausos, repitiéndose los vítores a Francia, a España, al Rey y a Joffre.

Después estrechó el mariscal la mano de cuantos allí estaban presentes.

A la recepción asistió también un numeroso grupo de estudiantes pertenecientes a la Unión Española de Estudiantes de Cataluña, de reciente creación, que fue presentada de una manera especial al mariscal Joffre.

Habló en representación de todos ellos el estudiante de la Facultad de Medicina señor Ferrer, quien después de saludar al mariscal, dijo que en la Universidad de Barcelona sólo se podían dar por los estudiantes dos gritos, que eran los de ¡viva Francia! y ¡viva España!

LA U. M. N. Y EL GOBERNADOR

De la Capitanía general se dirigió la Unión Monárquica Nacional al gobierno civil, donde el presidente de la misma pronunció un breve discurso diciendo que la visita al gobernador era complemento de la que venían de hacer al mariscal Joffre.

Añadió el señor Sala que la Unión Monárquica y otros partidos que se habían unido, acudían a expresarle su adhesión para todo lo que tienda a mantener incólume el principio de autoridad y el amor a la patria.

Contestóle el gobernador agradeciendo la visita y manifestando de paso que nada le hará retroceder en su actitud de velar por el mantenimiento del orden y por el mayor respeto a los poderes constituidos.

Trató luego de los momentos actuales, para declarar que no son éstos los más favorables para la liquidación de las cuentas pendientes.

Tenemos en casa—añadió—un huésped ilustre y no es conveniente avivar, por ahora, el fuego de la discordia.

Hay que dejar pasar esos momentos para discutir lo ocurrido y exigir las responsabilidades a que haya lugar.

El breve parlamento del conde de Salvatierra fue coronado con una salva de aplausos.

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