domingo, 6 de octubre de 2013

La Vanguardia, Edición del jueves, 31 enero 1924, página 6

Sesión de constitución
La nueva Mancomunidad

Una misa

A las diez de la mañana de ayer se celebró en la capilla de San Jorge, del Palacio de la Generalidad, una misa, en la que ofició el Rdo. Antonio Barraquer, y a la cual asistieron el presidente accidental de la Mancomunidad, general don Carlos de Lossada, don Alfonso Sala, el marqués de Marianao, y buen número de diputadlos de la Mancomunidad.

Durante la misa se cantaron las antífonas a la Virgen.

La sesión de constitución

A las once y media, y ocupando la presidencia el general Lossada, se reunió en asamblea la nueva Mancomunidad, de Cataluña, para proceder a su constitución, Al general Lossada acompañaban en la mesa presidencial cuatro señores diputados secretarios, representantes de las cuatro provincias catalanas.

El presidente ordenó la lectura del decreto disolviendo la anterior Mancomunidad y dictando reglas para la constitución de la nueva. Seguidamente se dió lectura de los nombramientos de los nuevos diputados, por Diputaciones. Se leyó luego la convocatoria de la asamblea, y se procedió a la elección de presidente de la Corporación, resultando elegido don Alfonso Sala, por 86 votos y una papeleta era en blanco.

El general Lossada, en nombre del Directorio, y en el suyo propio, después de felicitar al nuevo presidente, hace votos para que la Corporación siga el rumbo próspero que ha tenido hasta aquí, dándole nueva vida, y dice que la constitución de la Mancomunidad es la mejor prueba de que el gobierno no quería suprimirla, como por parte de algunos se ha venido diciendo.

Discurso del presidente

A continuación hizo uso de la palabra el nuevo presidente, don Alfonso Sala, quien comenzó con sinceras frases de gratitud, diciendo que hará cuanto pueda para hacerse digno de la confianza que en él han depositado sus compañeros de Diputación catalana al elevarte a la presidencia de la Mancomunidad y que consideraría como la más grande de sus tristezas si no supiera o no pudiera corresponder a los legítimos anhelos de paz y de concordia que inspiran y alientan a todos los buenos catalanes.

Recordó que en primeros de noviembre se cumplirán treinta y seis años que entró en aquella casa como diputado provincial elegido por su querida ciudad natal de Tarrasa, que, con Sabadell y Manresa, formaban entonces un distrito electoral para diputados provinciales, siendo elegido en 1888, hasta que en 1893 fué elegido diputado a Cortes por Tarrasa, y declara que los cinco años que pasó en la Diputación provincial los recuerda como los mejores de su vida, al lado de aquellos ilustres patricios catalanes, bien pronto olvidados, a pesar de que tanto hicieron hasta conseguir que la Diputación provincial de Barcelona fuera considerada por su prestigio, por su seriedad y por su patriotismo y su crédito, como la primera de España.

Añade que, a pesar de haber vivido alejado de la Diputación desde aquella fecha, a consecuencia de sus deberes de diputado a Cortes, elegido catorce veces por sus queridos paisanos de Tarrasa, ha vivido en constante relación con ella y ha prestado su concurso a las obras de la Diputación cuando le ha sido solicitado, entre otras veces cuando hace diez y siete años presentó y defendió una enmienda a la ley de presupuestos por virtud de la cual se hicieron los concursos para la construcción, de caminos vecinales en la provincia de Barcelona con subvención del Estado y que, con algunas modificaciones, rige actualmente, y cuando no hace aún doce años defendió en el Congreso el proyecto de ley de Mancomunidades provinciales presentado por el señor Canalejas e inspirado en las bases presentadas por la Diputación provincial de Barcelona.

Manifiesta que nunca había soñado ocupar aquel elevado sitial, pero las circunstancias son las que mandan en la vida. En estos momentos críticos para España y para Cataluña, nadie puede ni debe desertar del puesto que le asignan.

Dirigiéndose luego a los diputados, les dice: La misión que se nos ha encomendado es de las más graves y difíciles, pero también de las mas honrosas, pues de nuestra conducta depende en gran parte que se encaucen los graves problemas que han tenido perturbada la vida de Cataluña y de toda España.

Nuestra responsabilidad es grande, la mía es inmensa, pero confío en vuestro concurso, en vuestras luces, en vuestros consejos, en vuestros votos para que salgamos airosos de nuestro cometido, en bien de Cataluña y de España.

No sólo hemos de conservar, sino también de enaltecer todas las instituciones genuinamente catalanas y que en nada afectan a la soberanía del Estado ni a la unidad de la nación española. El pueblo catalán tiene ansias de paz, y pide que de una vez cesen esos antagonismos y entren esos problemas en los cauces de la legalidad. Esta ha de ser nuestra obra.

Se ha intentado varias veces: Maura, con su proyecto de régimen local; Canalejas, con su ley de Mancomunidades; Romanones, con su comisión extraparlamentaria, y nada se ha conseguido, por dos razones poderosas, imputable la una a los de allá y la otra a los de aquí.

El régimen político imperante Impedía la función eficaz de las Cortes como órgano legislativo de la nación, y aquí se planteó el problema con tal confusión y con tales ligerezas, que hemos visto clamar con ansia por aquello mismo que se repudió con ira.

Con tales veleidades ningún pueblo puede resolver sus problemas. Toca, pues, a nosotros, precisarlos y definirlos, inspirándonos en un criterio reflexivo y serio. Por mi parte—dice,—estoy dispuesto a sostener y a defender la Mancomunidad con los mismos entusiasmos con que lo hice en 1912, formando parte de la comisión parlamentaria del Congreso junto con los señores Corominas y Cambó, que aprobó el proyecto de ley de Mancomunidades.

Contestando a la oposición que se hacía a aquel proyecto afirme que tenía carácter nacional en el sentido de que en España la unidad nacional es una realidad nacional e histórica.

Afirma luego el fundamento de la ley de Mancomunidades. El Estado es la nación constituida en organismo corporativo para atender a las necesidades que el hombre no
puede satisfacer ni por sí ni por medio de la asociación natural de una manera económica; por consiguiente, el Estado necesita apoyarse en fuertes organismos locales para satisfacer esas necesidades, servicios públicos que nada tienen que ver con la soberanía del Estado ni con la unidad de la nación, pero que, en cambio tienen que ver con la satisfacción de las necesidades públicas, que esos organismos locales pueden realizar con más facilidad y con más ventaja para la administración. Sobre esta base se fundía la ley de las Mancomunidades.

Tenía esa ley dos partes: la Mancomunidad para los servicios provinciales encomendados a las diputaciones, y la Mancomunidad con servicios delegados del Estado. Se estableció que para las delegaciones se requería la aprobación de las Cortes por medio de una ley; pero el asesinato del malogrado Canalejas impidió que fuera ley del Reino aquel proyecto, que fue aprobado por el Congreso y su primer artículo también por el Senado, y esto hizo que más tarde se pudieran crear por real decreto las Mancomunidades; pero sólo se creó la primera parte del proyecto del señor Canalejas, o sea las mancomunidades para los servicios encomendados a las diputaciones. Esta es la legalidad actual.

¿Cuál ha de ser nuestro programa en esta cuestión tan vital? En mi sentir, hemos de preparar el terreno pana ir a la segunda parte del provecto de Canalejas, o sea a la Mancomunidad con delegaciones del Estadio en aquellos servicios que nada tienen que ver con la soberanía y la unidad nacional, pero que sí tienen que ver con la satisfacción de las necesidades públicas con ventaja para la Administración. A nosotros nos toca desbrozar el camino para que puedan realizarse. Para ello hemos de remover todos los obstáculos acumulados por la política y por la pasión, que hacían imposible la solución, del problema, y esto sólo justifica nuestra presencia interina en este sitio. Hemos de comenzar, ante todo, depurando la administración de la Mancomunidad, para que sea un modelo de administración; hemos de realzar el crédito de la Mancomunidad con una administración pulcra y austera, como camino para preparar la obtención de las delegaciones.

Uno de los puntos más destacados es el del idioma, porque nada hay que, más afecte a los sentimientos de un pueblo como lo que afecta a su idioma, que es la expresión de su alma. Nosotros hemos de declarar que amamos a nuestro idioma catalán con el férvido amor con que la aman los catalanes más exaltados; que nosotros hemos de alentar todas las instituciones de cultura, de arte, que purifican y ennoblecen la lengua catalana, pero esas son cuestiones que, no sólo se resuelven por el sentimiento, que, exaltada, puede ser pasión, sino con la reflexión. Yo invito a mis paisanos a reflexionar si por sentimiento se puede postergar o eliminar la hermosa lengua castellana, que es el lazo de unión con todas las regiones de España y el vehículo poderoso que nos une y enlaza con todas las naciones hispano-americanas en el momento en que éstas resurgen con ímpetu a la vida de los pueblos. Piensen todos si cuando en los Estados Unidos, en Alemania y en Inglaterra se crean enseñanzas de la lengua española, es lógico que la eliminemos nosotros de nuestra tierra catalana. Yo pregunto si hay atentado más grande para la expansión de Barcelona y de Cataluña, como el que resultaría de eliminar de nuestras aulas y de nuestros centros oficiales la hermosa habla de Cervantes.

Terminó el señor Sala con un elocuente período excitando a todos a la paz y a la concordia y diciendo al final:

Los que salieron de aquí nos dijeron que nos dejaban un cuerpo sin alma. Demostrémosles nosotros que queda aquí el alma catalana, reflexiva, tenaz, amorosa, que les espera con los brazos abiertos para continuar juntos la obra de la Mancomunidad, por la paz, la prosperidad, la grandeza y la gloria de Cataluña y de España.

El señor Sala, que en diferentes períodos de su elocuente discurso fue interrumpido con aplausos, recibió al finalizar una gran ovación. Todos los diputados, puestos en pie, le aplauden entusiasmados, y desfilan ante él para saludarle y felicitarle.

Sigue la sesión :: Los demás cargos

A propuesta del diputado por Gerona señor Bassols, se acordó imprimir y repartir profusamente por toda España el magnifico discurso del nuevo presidente de la Mancomunidad.

El general Lossada propone, en vista de la unanimidad que había habido para la elección del presidente, que se elijan por aclamación, el vicepresidente y los secretarios. Así se acuerda, siendo proclamados vicepresidente primero, señor marqués de Marianao; ídem. segundo, don Francisco Xammar y Aldomá; ídem tercero, don Juan Vives y Anguera; ídem cuarta, don Eduardo de Fonsdeviela
.
También se eligen por aclamación los siguientes secretarios:

Primero, don Jaime Bartrina y Mas; segundo, don Alberto Casañé; tercero, don Sebastián Solá y Sol; cuarto, don Antonio Pons y Arola.

El marqués de Mariano ocupó su sitial en la presidencia de la asamblea y en elocuentes palabras, agradeció la designación, e hizo protestas de su amor a Cataluña y a España, diciendo que no se concibe que un solo sector quiera atribuirse el patrimonio del cariño a Cataluña. Añade que no cree que Cataluña pueda ser feliz sin España ni España sin Cataluña, y que ésta sería pronto absorbida por alguna otra nación si un día llegara a separarse del resto de España.

Afirma su creencia en que Cataluña tendrá lo que merece, y afirma que lo bueno que aquí encuentren será conservado, y lo malo se modificará para hacerlo bueno.

Dedica frases a los empleados de la Mancomunidad, de los que espera eficaz colaboración, y saludó a la prensa, de la que también confía en obtener el apoyo necesario en la difícil misión confiada a los nuevos diputados.

Termina proponiendo que se dirija un telegrama de adhesión a S. M. el Rey y al Directorio, acordándose así por unanimidad.

A continuación se procedió a la votación para elegir los señores que han de constituir el Consejo permanente de la Mancomunidad, resultando nombrados los mismos cuyos nombres dimos ayer al dar cuenta del cartapacio, todos los cuales ocuparon sus respectivos sitios en el banco del Consejo, a cuya cabecera se sienta don Alfonso Sala.

Se leyó a continuación el acta de la asamblea anterior, de la cual se dio por enterada la actual asamblea.

Seguidamente se leyeron los nombres de los señores que se proponían para constituir las comisiones, que fueron aprobados por aclamación. Las comisiones quedan constituidas en la siguiente forma:

COMISIÓN DE REFORMA DEL REGLAMENTO.— Señor marqués de Marianao, don Francisco de Prats, don José Ponsá, don José Vilahur, don Pedro de Pol, don Juan de Mas Arán, don Marcelino Gil de Castro, don Ramón Salomón Martí, don Manuel Guasch Monravá.

COMISIÓN DE CULTURA.-Señor conde de Belloch, don Antonio Robert, don Francisco Prats, don Fernando Casadevall, don Jaime Bartrina, don José Martínez de San Miguel, don Juan Cortada, don José M. Serrano García, don Manuel Castellví Feliu.

COMISIÓN DE OBRAS PUBLICAS Y COMUNICACIONES.—-Don Enrique Sagnier, don José M. Llobet, don Santiago Güell, señor marqués de Marianao, don Manuel Almeda, don Salvador Bonet, don Ramón Adroher, don Casimiro de Sangenís, don Pelayo Fontseré, don Sebastián Solé, don José A. López Bertrán, don José Domingo Crego, don Alberto Casañé Soler.

COMISIÓN DE POLÍTICA SOCIAL.—Don José Ponsá, don Francisco de Prats, don Francisco Monlló, don Federico Bassols, don Eduardo de Fonsdeviela, don Samuel Mestres, don Estanislao Ramonet, don Gabriel Roig González, don Francisco Montané Targa.

COMISIÓN DE AGRICULTURA, INDUSTRIA Y COMERCIO.—Don Francisco Santacana, don Francisco Pulit, don Juan Rovira y Esteva, don José Grau, don Heradio Ripoll, don Mariano Ferrer, don Francisco Xammar, don Alfonso Valeta Minguella, don José Corriá Figuerola, don Juan B. Vives Anguera, don Manuel Orovio Romeu, don Francisco Blasi Pocorull.

COMISIÓN DE INTERESES GENERALES.—Don Cayetano María, don Antonio Rosal, don Antonio Pons y Arola, don Emilio Juncadella, don Ramón Puig y Ribas ,don Juan Moragas, don Salvador Auguet, don José Tous, don Juan Reñé, don Conrado Pujol, don Ramón Salomón Martí, don Juan Audi Princep.

COMISIÓN DE HACIENDA.—Señor marqués de Cabanas, don Agustín Armengol, don Dionisio Conde, don Ramón de Berenguer, don Antonio Montseny, don Ángel Traval, don Ricardo Vilalta, don Juan Sanfeliu, don Pablo Gasull.

COMISIÓN DE BENEFICENCIA Y SANIDAD.—Doctor don Manuel Menacho Peyrón, doctor don Francisco Esquerdo Rodoreda, don Ramón Parés y Vilasau, don Manuel Burch Solanich, don Alejandro Dalmau Coll, don José Llangort Planas, don Joaquín Francés Planas, doctor don Raimundo Ferré y Vizcarro, doctor don Cristóbal Loscos Naguila.

Suplencia de presidente

Se dió cuenta de una proposición firmada por el señor Marfá y otros señores diputados, en la que se pide que el acuerdo del 13 de septiembre de 1919, que hace referencia a la substitución del presidente en casos de ausencia o enfermedad, quede adicionado con el de que la asamblea asimismo faculta también al Consejo para que en los casos de ausencia o enfermedad del presidente, pueda delegar las facultades presidenciales en uno de los consejeros, quien asumirá durante la sustitución, las facultades que señala el Estatuto, excepto las referentes a la presidencia de la asamblea.

Quedó aprobada por unanimidad.

El señor Thous, diputado del valle de Aran, manifiesta que debía celebrarse una nueva sesión, porque hay muchas comarcas, y principalmente la que él representa, que tienen que exponer sus aspiraciones a la Mancomunidad, porque se ven abandonadas.

El señor Trabal dice que en todo caso podría exponerlas al Consejo, para que éste las tenga en cuenta, y si ha de ser cosa de la asamblea se habría de esperar a la asamblea próxima, teniendo en cuenta que el Consejo acaba de tomar posesión y no está todavía enterado de los asuntos, y, por consiguiente, no podría, contestar y sería perder el tiempo.

En el mismo sentado se expresa el marqués de Marianao.

El señor Sala dice que el Consejo recogerá con mucho gusto las aspiraciones de las comarcas catalanas y procurará atenderlas, principalmente las de aquellas que, como el valle de Arán se hallan distantes del centro de Cataluña y están casi abandonadas, porque cree que la acción de la Mancomunidad ha de extenderse hasta ellas para mejorar su condición, pero está de acuerdo con lo dicho por el señor Trabal e invita al señor Thous a que exponga estas aspiraciones a los miembros del Consejo permanente que representan a la provincia: de Lérida, y el Consejo hará cuanto pueda en beneficio de aquellas aspiraciones que son legítimas.

El señor Thous agradece las manifestaciones del señor Sala, hechas en nombre del Consejo, y dice que son atendibles las razones que se le han expuesto, pero no quiere terminar la sesión sin hacer una declaración, porque en la asamblea anterior se había indicado que el valle de Aran tenía propósitos de un determinado anexionismo, especie absolutamente falsa, pues los araneses son españoles, quieren ser españoles y serán siempre españoles, pese a quien pese. (Grandes aplausos)

Final de la sesión

A las dos menos cuarto de la tarde, y no habiendo otros asuntos de que tratar, el marqués de Marianao levantó la sesión.

Telegramas

En cumplimiento de lo acordado en la asamblea y en la primera, sesión del Consejo permanente, se han expedido los siguientes telegramas:

«Excmo. señor presidente del directorio militar. Madrid.—Reunida asamblea Mancomunidad de Cataluña, en sesión de constitución, acuerda, por voto unánime, dirigirse a V. E. expresándole el testimonio de su ferviente adhesión. Salúdale afectuosamente..—.El presidente, marqués de Marianao.»

—«Excmo. señor marqués de la Torrecllla, mayordomo mayor de Palacio. Madrid.—Reunida asamblea Mancomunidad de Cataluña, en sesión de constitución, acuerda, por unanimidad, expresar a V. E. para que se sirva transmitirlo a S. M. el Rey, su respetuoso homenaje e inquebrantable adhesión. Le saluda afectuosamente.—El presidente, marqués de Marianao.»

—«Excmo. señor presidente del Directorio militar. Madrid—Reunido el Consejo permanente de la Mancomunidad de Cataluña, en su primera sesión, toma el acuerdo unánime de expresar a V. E. su afectuosa simpatía y adhesión. Le saluda afectuosamente.—El presidente, Alfonso Sala.»

—«Excmo. señor subsecretario de Gobernación. Madrid.—El Consejo permanente de la Mancomunidad de Cataluña, en su primera reunión, ha tomado unánimemente el acuerdo de saludar afectuosamente a V. E., manifestándole el propósito de colaborar con entusiasmo a la obra del gobierno. Le saluda.—El presidente, Alfonso Sala.

—«Excmo. señor marqués de la Torrecilla, mayordomo mayor de Palacio. Madrid.—El

Consejo permanente de la Mancomunidad de Cataluña, en su primera reunión, ha acordado por unanimidad expresar a V. E., para que se sirva transmitirlo a S. M. el Rey, el testimonio de su ferviente adhesión y homenaje. Le saluda afectuosamente.—El presidente, Alfonso Sala.»

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