Es
confortador y agradable para los aldeanos residentes en un lugar, el contemplar
como cada año que transcurre vuelven a veranear las mismas familias que han
probado su clima y se han saturado de los aires oxigenados de los frondosos
pinares.
Han
llegado estos días los señores de Guadall, de Marcet, de Camps, de Ginesta, de
Duran, de Vallhonrat, de Soler, de Malet, de Palet, de Aldavert, de Asmarats,
de Padrós, de Albareda, de Gay, de Mañosa, de Fábregas, de Vidal, de Prat, de
Llibre, de Juandó, de Feyné, de Salvans, de Barata, de Antolín, de Vidal, de
Andreus, de Escuder, de Dura, de Rovira, de A. Padrós, de Comas, de Taché, de
Barbany, de Luandra, de Pous, de Durella, de Roig, de Arniches, de Thomas, en
fin, ¿por qué seguir, si he de de exponerme a omisiones involuntarias? Con
decir tan sólo que cuenta esta población con un censo de habitantes de 718 y
que se calcula que ascienden los veraneantes residentes en este término durante
la estación veraniega a 1800, abona cuanto dije en mi última crónica, que en
conjunto se convierte Matadepera en una población verdaderamente veraniega, ya
que suman más las personas forasteras que no las que residen habitualmente en
ella todo el año.
De ahí
que es encantador el espectáculo que ofrecen al atardecer las fuentes y paseos
cercanos, especialmente a la hora de llegada de los autos de pasajeros, que
llegan abarrotados de personas, ávidas de saturarse de los aires saludables que
se respiran en ésta, y reunirse, aunque por contadas horas, con sus respectivas
familias.
—Corresponsal.
No hay comentarios:
Publicar un comentario