sábado, 24 de septiembre de 2016

La Vanguardia, Edición del martes, 16 febrero 1932, páginas 9 y 10

El plan revolucionario en la región

Graves sucesos en Tarrasa

(De nuestro enviado especial)

Táctica de los sediciosos

En Tarrasa la huelga fue general y dio motivo a graves desórdenes.

Aprovechando la coyuntura favorable que les deparaba al paro, los elementos extremistas de la localidad, puestos de acuerdo con otros de Barcelona, que llegaron durante la noche del domingo, prepararon un golpe de mano para proclamar el comunismo libertario.

Los revoltosos comenzaron a poner en práctica su plan a las tres y media de la mañana del lunes.

A dicha hora los elementos revolucionarios se dividieron en dos grupos, emprendiendo una acción simultánea y coincidente. Uno de los grupos se dirigió a poner cerco al cuartel de la guardia civil, con propósito de asaltarlo, mientras el otro se encaminó al Ayuntamiento para apoderarse de las Casas Consistoriales.

Para preparar el terreno los sediciosos hicieron a su paso por las calles algunos disparos a fin de amedrantar al vecindario y una vez producida la situación de pánico y alarma, impedir que los obreros intentasen entrar al trabajo.

Varios vecinos de Tarrasa nos han manifestado que desde el domingo ya se advertía entre algunos núcleos obreros bastante agitación y nerviosismo y para muchas personas lo ocurrido ayer no constituyó más que una sorpresa relativa, puesto que los preparativos que los sindicalistas hacían eran superiores a los que requiere el planteamiento de un paro general de 24 horas.

 

Asedio al cuartel de la guardia civil

Un numeroso grupo de revolucionarios comenzó a las cuatro de la mañana el asedio de la casa cuartel de la guardia civil, sito en la calle de San Leopoldo.

Los guardias estaban sobreaviso, según parece, y al aproximarse los revoltosos, los centinelas les dieron el alto. Aquellos contestaron con una descarga cerrada que, por fortuna, no alcanzó a los guardias. Estos repelieron inmediatamente la agresión, y a continuación pasaron al interior del edificio.

El teniente que mandaba la fuerza, don Luis Varea, organizó en seguida la defensa del cuartel, dando por teléfono noticia de lo que ocurría a la comandancia de Barcelona y al jefe de la línea, que reside en Sabadell.

Desde Barcelona se le ordenó que resistiesen, pues en seguida saldrían fuerzas en su auxilio.

Varios guardias, al mando de un sargento, hicieron valerosamente una salida al exterior, ocupando las esquinas del edificio y algunos otros lugares estratégicos para impedir que los revoltosos estrechasen el cerco.

Entre sitiadores y sitiados se entabló con tal motivo un intenso tiroteo, sin que hubiesen bajas por ninguno de los dos bandos.

Los guardias escatimaron los disparos, para no gastar municiones, pero los revolucionarios disparaban, en cambio, con gran prodigalidad. Sin embargo, al ver que los guardias se defendían con tan enérgico tesón, comenzaron a espaciar sus disparos basta acallar por completo el fuego.

Sólo a distancia se mantuvieron algunos grupos de sediciosos en actitud expectante.

Como la obscuridad era todavía muy intensa, la guardia civil se redujo a mantenerse a la defensiva en espera de que amaneciese.

 

Asalto al Ayuntamiento. Es detenido el alcalde. Los revoltosos practicaron muchas detenciones

Otro grupo de revoltosos se dedicó a asaltar el Ayuntamiento. Tres individuos se adelantaron para no infundir sospechas, penetrando en el despacho que la planta baja de las Casas Consistoriales tiene la guardia urbana, sorprendiendo a los guardias municipales Mariano Letosa y Ángel Lilla, a los cuales encañonaron con pistolas, desarmándoles a continuación. Luego les obligaron a que les abriesen las puertas del Ayuntamiento, y en seguida irrumpió en el edificio el resto de los revoltosos que esperaban en la calle.

Los revolucionarios se apoderaron del Ayuntamiento, escogiendo las dependencias que les parecieron más apropiadas para permanecer en él.

En el edificio municipal se apoderaron de algunas armas largas que había guardadas, procedentes del desarme de los somatenes, y quitaron de una panoplia varias armas blancas que se conservaban allí por su valor histórico y arqueológico.

Después varios grupos de revoltosos bajaron a la calle, haciendo un recorrido de precaución, por los alrededores, durante el cual practicaron la detención del cabo de la guardia municipal, encargado del servicio nocturno, Joaquín Morillo, y de cuatro vigilantes de la demarcación. También detuvieron a otras personas que vieron por la calle, entre ellas, un agente de vigilancia., al que desarmaron.

Todos los detenidos fueron conducidos al salón de sesiones, en donde quedaron convenientemente vigilados.

También, los revoltosos practicaron la detención del alcalde, don Avelino Estrenger Maciá. Dos de los sediciosos se presentaron en el domicilio de la citada autoridad diciéndole que pasaban sucesos graves  y que los concejales habían acordado reunirse en sesión permanente.

El señor Estrenger salió algo alarmado y al hallarse en la calle los dos individuos que habían ido a buscarle le dijeron francamente que había estallado la revolución y que no tenía otro remedio que seguirles para hacerles entrega de los fondos y valores del Ayuntamiento. Como argumento decisivo le mostraron sus pistolas.

Conducido el alcalde al Ayuntamiento, los revoltosos le exigieron las llaves de la caja y dependencias del Ayuntamiento, recluyéndolo después, en compañía de los demás detenidos, en el salón de sesiones.

Propósitos siniestros

Saqueo de una armería

Los revoltosos se dirigieron después al domicilio del chófer del Ayuntamiento. Eudaldo Viladoms, que vive en un edificio contiguo a las Casas Consistoriales, obligándole a que se vistiera y les hiciera entrega del garaje municipal, que está también en los bajos del Ayuntamiento.

Obligado por la amenaza de las pistolas, el chófer no tuvo otro remedio que obedecer.

Como el automóvil de la Alcaldía estaba estropeado, !e obligaron a poner en marcha una camioneta y la bomba del servicio de incendios. Esta última la llenaron con bencina que había en el garaje, anunciando el siniestro propósito de prender fuego al cuartel de la guardia civil, si insistía en la resistencia, y de incendiar también las fábricas que desacatando la orden de huelga pretenden emprender el trabajo.

Sin embargo, parece ser que cuando pretendieron hacer funcionar la bomba cargada de bencina no supieron hacerlo y entonces la utilizaron únicamente  como vehículo de transporte, y como se verá más adelante, como catapulta o arma de combate.

Una camioneta que encontraron en el garaje municipal la dedicaron los revolucionarios a realizar otra parte de su plan

Puesta en marcha, marcharon con ella, a eso de las siete y media, a la armería que don Juan Carner tiene en la calle de la Rutlla, número 18, y obligando al dueño a que les abriese, procedieron a desvalijarla, llevándose todas las armas, municiones y substancias explosivas que encontraron a mano. Las armas que había eran pocas, pero de calidad excelente. Las municiones si eran muy abundantes.

El señor Carner calcula en unas 4.500 pesetas el importe de lo que se llevaron los revoltosos listos cargaron en la camioneta con todo lo que pudieron, trasladándolo al Ayuntamiento.

Las municiones y los explosivos fueron depositados en el cuarto del archivo municipal, que les pareció más adecuado para convertirlo en depósito general de armamento.

El alcalde coaccionado. Una ridícula comunicación a la benemérita. Disparos en el interior del Ayuntamiento.

Los revolucionarios obligaron pistola en mano al alcalde, señor Estrenjer a que escribiese y firmase un documento dirigido a la Guardia Civil, intimidando a las fuerzas para que se rindiesen y entregasen las armas a los sediciosos.

El alcalde intentó hacerles ver lo pueril e inútil de este documento, del que naturalmente, no esperaba que hiciese caso alguno la guardia civil; pero los revoltosos, siempre apuntándole con sus pistolas, insistieron en que era preciso. Entonces el alcalde pretendió redactar un documento, comenzándolo así: "Me dice la Junta revolucionaria que deben ustedes entregar el armamento"...

Esta fórmula no satisfizo a los revoltosos que le dictaron entonces el documento, obligando al señor Estrenjer, a escribirlo sin omitir punto ni coma, y en él el alcalde tuvo que decir a la fuerza que entregasen las armas y el correaje a los revolucionarios, pues él, como autoridad primera de la ciudad, se lo ordenaba.

Este documento fue enviado por medio de un chico al cuartel de la Guardia Civil; pero, naturalmente, el teniente que mandaba la fuerza no hizo caso alguno del escrito.

Los revoltosos dispararon muchas veces contra el suelo y el techo de las habitaciones del Ayuntamiento para amedrentar al alcalde y a las demás personas que tenían detenidas. El rebote de una bala fue una vez a herir al señor Estrenjer en la cara, junto a la fosa nasal izquierda, causándole una lesión de la que manaba abundante sangre.

Al principio se pensó que el alcalde estaba herido de gravedad; ¡pero limpiada la herida, se vio que solo era superficial y no revestía importancia alguna.

 

Los revoltosos dueños de la ciudad. La bandera de la F. A. I. Llegan fuerzas de la guardia civil

Hasta después de las ocho, los revoltosos fueron dueños absolutos de la ciudad. Los elementos revolucionarios entraban y salían del Ayuntamiento, siendo portadores de órdenes o noticias.

Para mantener la alarma, hacían de vez en cuando algunos disparos.

Entretanto había sido izada en el balcón principal del Ayuntamiento la bandera roja y negra de a F. A. I., a fin de hacer saber al pueblo que estaba proclamado en la población el comunismo libertario.

A pesar de dominar sobre toda la población, los revolucionarios no cometieron otros desmanes que los de impedir, a toda costa, que nadie entrase al trabajo, imponiendo, además, con energía, el cierre total del comercio. Sin embargo, es indudable que no tuvieron que esforzarse mucho, ya que la situación de la ciudad era de pánico y él ánimo de los ciudadanos estaba extraordinariamente deprimido.

Los viajeros que llegaron a las ocho de la mañana en el tren tranvía no pudieron salir de la estación, pues enfrente de ésta se había establecido un grueso núcleo de revoltosos, los cuales se repartían entre sí armas y municiones con las cuales amenazaban a los pacíficos ciudadanos.

A las nueve de la mañana llegaron veinte números de la guardia civil al mando del teniente don Jesús Barrio Fernández, los cuales marcharon inmediatamente, sin ser hostilizados, a la casa-cuartel. Ya en esta juntas todas las fuerzas de la benemérita se dispuso el plan de acción contra los revolucionarios.

Los revolucionarios intentan practicar otra detención. Concejales secuestrados

Un grupo de revoltosos intentó detener, para conducirlo al Ayuntamiento, al director del Instinto Industrial, señor Amat, dirigiéndose al efecto a su domicilio. El señor Amat, que ya había oído las detonaciones de las descargas hechas por los revolucionarios y que estaba, por consiguiente, prevenido, se negó a contestar a las llamadas de los extremistas, y entonces éstos lanzaron a toda velocidad el auto-bomba del servicio de incendios contra la puerta de la casa, en la que causaron grandes desperfectos, aunque no pudieron abrirla. Convencidos de lo inútil de su tentativa la abandonaron, dirigiéndose a otros lugares.

Los concejales señores Devant y Casas, enterados de lo que ocurría, creyeron que su deber estaba en el Ayuntamiento y se presentaron en las Casas Consistoriales, penetrando en su interior.

Los revolucionarios no se opusieron al intento de los señores Devant y Casas; pero una vez que les vieron dentro del edificio les dijeron que quedaban detenidos, conduciéndoles también al salón de sesiones.

A las nueve de la mañana eran más de 30 las personas que los revolucionarios tenían recluidas, a la fuerza, en el Ayuntamiento

La acción de la guardia civil. Asedio del Ayuntamiento. Llegan fuerzas del Ejército

Alrededor de las nueve, la fuerza de la Guardia civil salir del cuartel, dirigiéndose resueltamente al Ayuntamiento. Desde este edificio se hicieron disparos contra la fuerza, y entonces ésta se apostó en las calles de Quemada y de la Unión, desde las cuales se domina el edificio municipal, rompiendo el fuego contra él. También tomó la benemérita el terrado de la Central de Teléfonos y una casa de la calle de la Rasa, para vigilar desde ella la parte posterior del edificio, a fin de dificultar la huida por aquél lugar de los sitiados.

Corno la Guardia civil sabía que de Barcelona habían salido ya fuerzas del Ejército para sumarse a la acción contra de los revolucionarios, se limitó a mantener sus posiciones y a disparar espaciadamente contra el Ayuntamiento para tener en jaque a los revoltosos.

La situación se tranquilizó algo durante buen rato; pero a eso de las nueve y media de la mañana la Guardia civil fue agredida por un grupo de paisanos, desde la Rambla y entonces la fuerza repelió la agresión con energía, hiriendo a varias personas. También resultó herido de una rozadura leve de bala en una pierna un guardia civil.

A las diez de la mañana llegó a Tarrasa una compañía del regimiento número 34, procedente de Barcelona, mandada por el capitán señor Costel y los tenientes señores Masiá y Querol.

Las fuerzas cargaron contra los revoltosos, desde que pisaron la población, dirigiéndose, a paso de combate, al arrabal de Fermín Galán, en el que está instalado el Ayuntamiento, procediendo a rodearlo completamente, de acuerdo con la Guardia civil.

En este momento el tiroteo era intensísimo y la alarma culminaba en toda la ciudad.

Las fuerzas militares se situaron rodilla en tierra, cerca del Ayuntamiento; pero sin llegar a disparar.

 

Una añagaza de los revolucionarios. Explosión de una bomba. Se redobla el tiroteo.

Al ver los que había dentro del edificio que  materialmente copados por las fuerzas, cesaron de disparar y enarbolaron un trapo blanco en señal de que querían rendirse. Esta bandera de parlamento fue izada en el balcón principal

Cuando, en virtud de la señal de rendición, la Guardia civil se adelantó para entrar en el edificio, desde el segundo piso del mismo se hicieron algunos disparos contra ella, al propio tiempo que se arrojaban dos bombas, una de ellas hizo explosión, pero la metralla no alcanzó a nadie y la otra cayó a los pies del capitán de la Guardia civil, don Adolfo Carretero, que había llegado poco antes; pero el artefacto no hizo explosión..

A partir de este instante hubo otros minutos de intenso tiroteo, pues la Guardia civil tiró ahora contra el edificio, causando gran destrozo en los cristales.

Los revolucionarios cesaron de nuevo en su hostilidad y al cabo de un breve espacio obligaron a la fuerza a que saliesen al balcón el alcalde y los concejales que tenían en calidad de detenidos, los cuales se dirigieron al jefe de la fuerza manifestando que los que había dentro deseaban rendirse.

 

Otra bomba. Autoridades en peligro. La rendición

Una nueva bomba tirada desde el piso superior creó una situación gravísima, pues la Guardia civil disparó de nuevo con gran intensidad contra el edificio y el alcalde y los concejales tuvieron que tirarse al suelo para volver al interior precipitadamente, siendo verdaderamente milagroso que dichas autoridades no fueran alcanzadas por los disparos.

Los revoltosos obligaron de nuevo al alcalde, siempre intimidándole, pistola en mano, a que abriese la puerta del edificio y se pusiera al habla con las tropas. Así hubo de hacerlo el señor Estranger, y enseguida entraron la Guardia civil y las fuerzas militares, incautándose del edificio sin resistencia ninguna.

Durante el tiempo que duró este parlamento gran número de revoltosos huyeron por la parte posterior del edificio y en cuanto las fuerzas entraron sólo pudieron detener a 31, los cuales fueron inmediatamente recluidos en una de las dependencias de la casa.

También se procedió a libertar a las diversas personas que tenían los sediciosos detenidas en el salón de sesiones y a incautarse de las armas abandonadas por aquellos.

 

Soldado detenido por los revoltosos

El soldado de cuota José Maclas Puig, del regimiento número 10, que se disponía a tomar el tren de las ocho de la mañana para venir a Barcelona, fue detenido por los revoltosos que se lo llevaron al Ayuntamiento en donde le recluyeron con las demás personas que tenían en el salón de sesiones.

Las armas y las municiones recogidas

Las tropas se incautaron de 19 armas largas todas ellas excelentes y en magnífico estado; 10 pistolas de las mejores marcas, 24 bombas en forma de piña, gran cantidad de municiones y 53 cartuchos de dinamita.

Se ha dispuesto que todo ello sea enviado a la mayor brevedad, una vez requisadas y reseñadas por el juez, a la Maestranza de Artillería de Barcelona.

 

Lo que dicen los detenidos. Actuaciones judiciales.

El juez de Instrucción del distrito de Tarrasa, don Ángel León, comenzó a actuar seguidamente, instruyendo las diligencias del caso. Su primer cuidado fue tomar declaración a todos los detenidos, así como a las personas que presenciaron los sucesos en su primera fase, entre ellos el alcalde, señor Estrenger.

Todos los detenidos han confesado su culpabilidad, según parece, manifestando que su propósito era implantar el comunismo libertario y derribar al Gobierno de la República, contra el cual se muestran muy quejosos, pues, según les habían dicho, había ordenado que el «Buenos Aires» fuera echado a pique con todos los deportados que llevaba. Esta última fantasía, que por lo que se ve se les había hecho creer con el propósito de lanzarlos a la descarriada aventura, les tenía muy excitados. Algunos de los detenidos se manifestaban indignadísimos con el pueblo de Tarrasa, pues decían que después de estar todo el mundo de acuerdo para hacer la revolución, les habían abandonado, dejando que fueran ellos solos los que dieran el pecho a las balas.

«Cuando nos lleven a la cárcel — decían algunos—, a los obreros que veamos al paso les llamaremos cobardes y traidores. A nosotros no nos importa jugarnos la vida pero nos duele que nos hayan traicionado de esta manera.»

Parece ser que en la madrugada de hoy todos los detenidos serán conducidos a Barcelona,

La Guardia civil practicó también la detención de cinco individuos de los que habían participado en el asedio de la casa-cuartel. Tres de ellos llevaban tercerola y los otras dos pistolas «Star». Estos están detenidos en el cuartel de la benemérita.

 

Los daños causados por el tiroteo

Los daños causados por el tiroteo, en el edificio del Ayuntamiento de Tarrasa, son importantísimos. Todos los cristales de los pisos primero y segundo han quedado completamente rotos, así como las maderas de los balcones y la gran farola eléctrica que había en la fachada del Ayuntamiento, la cual cayó al suelo derribada por los tiros. Gran número de disparos entraron en el edificio estropeando muebles, puertas y tabiques. Uno de los balcones del despacho de la Alcaldía presenta ocho impactos, y una bala causó un agujero en el respaldo del sillón del secretario de la corporación, donde, por verdadero milagro, no había entonces nadie sentado.

Toda la fachada del edificio presenta grandes desconchados y agujeros profundos, ocasionados por las balas.

Los revoltosos violentaron un cajón del despacho de la Guardia Urbana, llevándose unas doscientas pesetas que había para socorro de indigentes.

Los heridos

En el dispensario médico municipal fueron asistidas las siguientes personas heridas a consecuencia de los sucesos que se desarrollaron cerca del Ayuntamiento.

Elía Sedrosa, herido por arma de fuego con orificio de entrada por la cara anterior del muslo derecho, con fractura del fémur. Grave.

Isabel Ballvé Cubells, herida de bala en el muslo izquierdo sin orificio de salida. Reservado.

Carlos Alazon, herida por arma de fuego en un brazo. .

Salvador Bodis, fractura de la rótula izquierda. Al caer a tierra y ser aáempefiado

por varias personas. Reservado.

María Soler Roy. Herida por desgarro. Reservado.

Salvador Padró, herido por arma de fuego en el brazo izquierdo con orificio de salida, y otra en la pierna derecha. Reservado.

Juan Calvet, de 62 años, al caer lesionado levemente.

José López Porniche, herida por arma de fuego con orificio de entrada y salida en la pantorrilla derecha.

J. Freixanet, lesiones leves al caer.

También fue asistido el guardia civil Martín Chapruneda, del Tercer Tercio, de una rozadura de bala en una pierna.

 

El mando de las fuerzas

Para hacerse cargo del mando de las fuerzas destacadas en Tarrasa, llegó a mediodía el comandante señor Brinquis.

También llegó poco después el capitán Soriano, que sustituyó al capitán Costell, que regresó a Barcelona.

 

La huelga. Un bando del alcalde

Como es natural, el paro fue absoluto en Tarrasa durante toda la mañana. A mediodía, después de la llegada de las fuerzas del Ejército, el comercio abrió casi en general, pero continuó la paralización de las restantes actividades.

La mayoría de los concejales que componen el Ayuntamiento, viendo la imposibilidad de ir a la Casa Consistorial, se reunieron en casa del alcalde don Avelino Estrenjer, que estaba en poder de los sediciosos, permaneciendo allí en sesión permanente.

A mediodía fue fijado profusamente por la ciudad el siguiente bando del alcalde:

«Don Avelino Estrenjer y Maciá, alcalde de esta ciudad.

Hago saber:

Que habiendo sido reducido en absoluto el movimiento sedicioso Iniciado esta madrugada y no habiendo ya motivo para que la ciudad permanezca ni un momento más sufriendo las consecuencias de una huelga completamente ilegal, y de conformidad con las órdenes recibidas del Gobierno civil de esta provincia, esta Alcaldía espera del civismo de todos los ciudadanos, que esta tarde se reintegre todo el mundo a su trabajo ya que por parte de las autoridades se han tomado las medidas necesarias para garantir la libertad del trabajo.

Tarrasa, 15 de febrero de 1932. — El alcalde A. Estrenjer».


A pesar del bando, tampoco se trabajó por la tarde, pero como el aspecto de la ciudad era de calma y la agitación había cesado por completo, todo hace suponer que hoy mismo se reanudará el trabajo.

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