domingo, 25 de septiembre de 2016

La Vanguardia, Edición del miércoles, 17 febrero 1932, página 6

El anarquismo en Tarrasa

Cataluña está materialmente harta de jugar a la huelga general revolucionaria. Y Barcelona lo está tanto, que ya no puede más. El rotundo fracaso dé la mil y una intentona perpetrada anteayer lo demuestra con insuperable elocuencia. Mientras en diversos puntos de la región se estaban cometiendo desmanes y fechorías de un extremismo rudimentario e infantil, la vida de la capital seguía su curso ordinario: las calles, como siempre; la circulación, perfecta; las tiendas, abiertas; los despachos y talleres, en plena actividad. Sólo se dejó de trabajar, más por precaución que por otro motivo, en algunas barriadas extremas. Los barceloneses en masa, tanto los obreros como los demás, recibían las noticias de la intentona anarquista con un significativo encogimiento de hombros y una sonrisa burlona, como diciendo.- «Pero, ¿donde van? ¿Están locos?»-,. De modo que los revolucionarios— como esas compañías de cómicos tronados, que fracasaron por completo en la capital—, en Cataluña ya tienen que resignarse a los bolos provincianos.

Ahora el anarquismo ha dado su representación en Tarrasa. Unas cuantas horas de mala comedia, cuatro latiguillos para la galería, indiferencia absoluta de los espectadores, y el más lamentable papel en cuanto la tuerza pública se presentó y dijo: ¡Basta! Hay que reconocer que el famoso «anarquista de Tarrasa» es una realidad. Pero no en el sentido trágico y melodramático, en que nos lo había pintado y descrito, sino más bien a la. manera picaresca, de pura parodia revolucionaria sin pies ni cabeza- Porque esa manera de conducirse cuatro docenas de exaltados, sin representación alguna, sin apoyo popular, sin medios, sin plan y sin la más remota posibilidad de eficacia, no es comunismo, ni revolución, ni huelga general, ni rebeldía, ni nada. Es pura insensatez anárquica, rayana en la locura. De suerte que, si no fuera por el peligro de causar estragos inútiles y víctimas inocentes, que siempre acompaña a todas las descabelladas acciones humanas, casi seria de desear que esta clase de trapatiestas menudeasen más todavía en Cataluña, y que las tuviésemos cada semana, pues nada tan claro para que hasta los más torpes y obtusos acabasen por quedar aburridos, asqueados, de esta suerte de violencias estúpidas.

El Gobierno ha estado admirablemente bien en este caso. Lo estuvo ya en el anterior, en el caso de Fígols, manteniendo con serenidad, pero con la inquebrantable fortaleza que es su distintivo de autoridad suprema, en los trances violentos no planteados por él, sino por sus enemigos, el prestigio del Poder público, que por encima de todo guarda y hace guardar la ley.

Y al decir Gobierno, claro está que nos referimos al de la República, pues por desgracia nadie nos entendería si con tal nombre designásemos al grupo partidista ocasionalmente ocupante de los más altos puestos de representación en Cataluña, y que, maniatado por sus promesas demagógicas y su dependencia electoral, a cada nueva crisis no hace otra cosa que intentar entorpecer, con declaraciones turbias, notan intempestivas y gestiones subterráneas que por otra parte no engañan a nadie, la actuación recta, justiciera y efectiva del Poder central, que en estos lances demuestra ser todavía el úrico representante de los catalanes todos.

Finalmente, también ha comenzado a portarse como debe la ciudadanía, sobre todo la masa obrera, y muy en especial la de Barcelona. Todas las clases sociales pueden y deben aprender en la conducta sensata y patriótico que ahora han observado nuestros trabajadores, haciendo el más aplastante vacío a los revoltosos, negándose a acudir a violencias inútiles, y dando con ello la más firme la más eficaz adhesión, que es la adhesión activa, al orden público y al régimen que lo garantiza. Si todos los españoles hiciésemos lo mismo, desde el más alto al más humilde, el anarquismo de Tarrasa. que ya no se aplaude ni en Barcelona, ni en Madrid, ni en ninguna de las grandes capitales, tendría que emigrar de las ciudades a las aldeas, de las aldeas a los villorrios, de éstos a las cavernas primitivas de donde salió, y finalmente ni en las cavernas hallaría acogida. Entonces la España republicana sería lo que nunca España fue, y en Cataluña podríamos ver llegar sin ciertos instintivos, irreprimibles estremecimientos de alguno de sus miembros capitales, él anhelado régimen de. autonomía.

 

Se levanta el acuartelamiento

A las ocho de la mañana, en vista de que la normalidad era absoluta, fue levantado el acuartelamiento de las tropas, quedando de retén una unidad por cuerpo.

 

Manifestaciones del general Batet

El general Batet, al recibir a mediodía a los periodistas, les dijo que le había visitado el gobernador civil, señor Moles, y que la entrevista tuvo sólo carácter de cumplido.

Añadió el general Batet que por ahora se había levantado el acuartelamiento en vista de que la normalidad era completa, y que en los cuarteles quedaban de retén, una compañía o una sección en todos los cuerpos y unidades.

Un reportero preguntó al general si era cierto que en el puerto había dispuesto un buque para alojar a los presos de los últimos sucesos, a lo que contestó el general Batet que nada sabía.

Finalmente dijo el general que la compañía de infantería del 34 seguía en Tarrasa, y que el comandante militar señor Brinquis, continuaba la información de lo ocurrido.

Normalidad en Tarrasa. Los detenidos. Una inscripción de los revoltosos

En Tarrasa se reanudó ayer por completo la normalidad, trabajándose en todas las fábricas y talleres. El comercio abrió también a primera hora, funcionando, asimismo todos los servicios públicos.

No se registraron incidentes de ninguna clase, resultando innecesarias las precauciones adoptadas por las autoridades.

Frente al edificio del ayuntamiento, que seguía custodiado por las tropas, permaneció todo el día estacionado mucho publico para presenciar los destrozos causados en el exterior del edificio por el tiroteo.

Ayer los detenidos pasaban de cuarenta, pues además de las treinta y siete detenciones realizadas el primer día, se practicaron algunas más.

Anoche mismo comenzaron a ser trasladados los detenidos a Barcelona.

En un tomo del Archivo Municipal, dependencia en la que, como ya dijimos, establecieron los revoltosos su depósito general de armamento y municiones, un revolucionario dejó escritas las siguientes palabras:

«La F. A. I. en el día 14 de febrero Se apodera del Ayuntamiento, quedando sitiados por la guardia civil.»

Casi todos los detenidos son obreros avecindados en Tarrasa, aunque hay cuatro o cinco que son forasteros llegados probablemente a dicha población el día anterior a los sucesos.

Se tiene la impresión de que pasan de treinta los individuos que lograron fugarse del Ayuntamiento durante el asedio de éste por la fuerza pública. Todos huyeron por la parte posterior del edificio, que da a un dédalo muy intrincado de patios y almacenes de fábricas.

Se sabe que los que capitaneaban el movimiento sedicioso son un individuo apellidado Abad (a) «El Pocarroba», y otro llamado Amadeo, conocido por el apodo de «El Petitet», ambos muy conocidos en Tarrasa por sus ideas extremistas, de las que hacían constante ostentación.

Estos dos individuos son de los que lograron fugarse. Se cree que han huido también de Tarrasa.

Se asegura que durante las diversas colisiones que sostuvieron con la guardia civil los revoltosos, resultaron heridos dos de éstos, los cuales no se presentaron para ser asistidos en el dispensario médico. Se supone que deben, estar recluidos en sus mismos domicilios.

Manifestaciones del gobernador

Por hallarse conferenciando con el general Batet, en el cuartel general de la cuarta División, el gobernador civil no recibió ayer tarde a los periodistas.

Su secretario particular les dijo que las noticias de toda la provincia acusaban completa normalidad.

También les participó que, entre otros, habían visitado al señor Moles los alcaldes de Calella y Martorell y el jefe superior de Aeronáutica.

Dijo asimismo que el alcalde de San Feliu de Llobregat rogaba se hiciera constar que en aquella población sólo holgaron el lunes 25 o 30 obreros, que ayer se reintegraron al trabajo.

Por la noche el señor Moles recibió a los informadores periodísticos, manifestándoles que en su conferencia con el general Batet se había tratado de los procedimientos a seguir con motivo de la huelga.

Añadió que en compañía del teniente coronel de carabineros, señor Ibáñez, había recorrido los depósitos y conducciones de aguas, que vigilaban fuerzas de aquel cuerpo, estudiando el modo de facilitar esta vigilancia.

Siguió diciendo que, por no haber tenido preparadas a primera hora las calderas el lunes, con lo cual los obreros no pudieron trabajar y quedaban incumplidas las órdenes del Gobierno civil, había impuesto multas de 500 pesetas a cada uno. de los patronos siguientes, del ramo de blanqueo y aprestos: Emilio Serra, Santaló Hermanos, Sola y Compañía, Auxiliar Textil Algodonera, S. A., Francisco Benguerel, Vicente Illa, Riera y Compañía, Sabartés y Grau, S. en C; A. Campi y Gomar y Compañía.

Dio luego cuenta de haber levantado la suspensión del alcalde de Masquefa.

Manifestó después que la normalidad era absoluta en todos los puntos, sin excepción, habiéndose trabajado incluso en la fábrica Alsina, de Gironella, y en la mayoría de las fábricas de hilados y tejidos del llano de Barcelona.

Dijo igualmente que mañana saldrá para Pobla de Lillet el secretario de la Delegación regional del Trabajo, con objeto de resolver las diferencias que allí existen entre patronos y obreros del arte textil, por la aplicación de las bases de trabajo aprobadas para la Alta Montaña. Los obreros, que tenían anunciada la huelga, han desistido de plantearla.

Agregó que la mayoría de los detenidos en Tarrasa pasarán a la jurisdicción militar, por haber sido aprehendidos con las armas en la mano, y que de los demás la superioridad dispondrá, después da estudiar los antecedentes de cada uno.

Preguntado si se habían efectuado ya deportaciones, contestó el señor Moles que el vapor que estaba preparado había salido «sin pasaje». Y añadió, finalmente:


—Tanto el Gobierno como el gobernador tienen el criterio de que se empleen siempre los procedimientos ordinarios, y que sólo cuando se atente contra la seguridad de la República se apliquen las leyes de excepción.

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