Nosotros, los que siempre fuimos perseguidos y ultrajados por todos los gobiernos, por hallarnos en todo momento frente a ellos, no sufrimos ahora la menos decepción al ver que en España se ha cambiado de indumentaria, pero no de hombres y procedimientos, porque sabíamos de antemano cuál es la cantinela de todo hombre sediento de gobernar.
Nada esperábamos de un gobierno republicano confeccionado a base de una mezcolanza de partidos como el actual, y como nada nuevo ni bueno esperábamos no quedamos sorprendidos al ver cómo, disfrazando los hechos con rimbombantes palabras, quieren hacer pasar al pueblo gato por liebre. Pues esta es la norma en todo político.
¿Qué puede esperarse de unos hombres que sirvieron de puntales a la monarquía y se alejaron de ella cuando vieron que el edificio monárquico se les venía encima. dispuesto a aplastarles? ¿Qué puede esperarse de aquellos hombres que, tras haber servido de encubridores en los más micuos robos y crímenes que la monarquía y consortes perpetraron, les facilitan la fuga a éstos, con todos los millones que al pueblo robaron? ¿Qué puede esperarse de unos republicanos que con el crucifijo y el devocionario en la mano piden consejo diariamente al Dios Eterno, por conducto de fray Junípero?
Nada; el pueblo no puede esperar nada de estos engaña-bobos, como no sea cadenas opresoras y plomo. Y si no, que nos lo digan los obreros de Sevilla, San Sebastián, Barcelona, etc.
Tenemos a la peseta precipitándose vertiginosamente por la vertiente, por haber permitido la emigración de capitales y ladrones, y sin embargo, no solamente permiten que los ex aristócratas y demás reaccionarios - propietarios de las tres cuartas partes de la riqueza nacional - paralicen "sus" industrias y dejen incultos "sus" latifundios, colocando "sus" capitales en lugar seguro que sólo ellos produce, mientras siembran la ruina en toda la nación: si que también condenan con ello a que el pueblo productor - ese mismo pueblo que un día los elevó al poder, generosa e incondicionalmente - vaya pereciendo de inanición por falta de trabajo. Pues tenemos un gran ejército de más de un millón de obreros deseosos de trabajar que - con sus respectivas familias suponen cuatro millones de seres humanos condenados a morir de hambre - por tolerar lo antes señalado, lejos de disminuir, aumenta en proporciones alarmantes de día en día. Y si el gobierno del gorro frigio, que suculentos banquetes se da, no busca una rápida solución al problema más importante y más descuidado, como es el del paro forzoso, que a tantos niños inocentes mata, las guadañas, las hachas, las hoces, las piquetas pueden un día tremolar en los aires rugientes y amenazadoras empuñaduras, empuñadas por los tostados y escuálidos brazos de los hambrientos quienes, en avalancha arrolladora, irán a la conquista violenta de aquello que tantas veces han rogado se les ha pretendido conformar hipócritamente con frases huecas: Trabajo, Cultura, Pan y Libertad.
No quiere el pueblo ya más palabras de consuelo y promesas que no se cumplen porque son un insulto para su precaria situación; no quiere ya más discursos que al retumbar en su vacío estómago y anémica mente, como en palacio deshabitado, hiérenle de muerte en sus más íntimas y sensitivas interioridades: el pueblo quiere hechos.
Si el republicano gobierno no sabe ocupar a los sin trabajo en el cultivo de los diecinueve millones de hectáreas de tierra inculta que existen, mejor haría entregándoselas a ellos, para que la cultiven por su cuenta y riesgo.
Ahora se nos dirá que somos enemigos de la república y de las libertades populares, porque tenemos la osadía de señalar peligros y soluciones para salvarlos. Y los que encarcelan, masacran y condenan a la miseria al pueblo que los elevó al poder. ¿de qué son enemigos?. Ya lo dijo el gran Pi i Margall, tan fingidamente venerado por algunos gobernantes: "La república aún es tiranía".
Libertario Diez
Nada esperábamos de un gobierno republicano confeccionado a base de una mezcolanza de partidos como el actual, y como nada nuevo ni bueno esperábamos no quedamos sorprendidos al ver cómo, disfrazando los hechos con rimbombantes palabras, quieren hacer pasar al pueblo gato por liebre. Pues esta es la norma en todo político.
¿Qué puede esperarse de unos hombres que sirvieron de puntales a la monarquía y se alejaron de ella cuando vieron que el edificio monárquico se les venía encima. dispuesto a aplastarles? ¿Qué puede esperarse de aquellos hombres que, tras haber servido de encubridores en los más micuos robos y crímenes que la monarquía y consortes perpetraron, les facilitan la fuga a éstos, con todos los millones que al pueblo robaron? ¿Qué puede esperarse de unos republicanos que con el crucifijo y el devocionario en la mano piden consejo diariamente al Dios Eterno, por conducto de fray Junípero?
Nada; el pueblo no puede esperar nada de estos engaña-bobos, como no sea cadenas opresoras y plomo. Y si no, que nos lo digan los obreros de Sevilla, San Sebastián, Barcelona, etc.
Tenemos a la peseta precipitándose vertiginosamente por la vertiente, por haber permitido la emigración de capitales y ladrones, y sin embargo, no solamente permiten que los ex aristócratas y demás reaccionarios - propietarios de las tres cuartas partes de la riqueza nacional - paralicen "sus" industrias y dejen incultos "sus" latifundios, colocando "sus" capitales en lugar seguro que sólo ellos produce, mientras siembran la ruina en toda la nación: si que también condenan con ello a que el pueblo productor - ese mismo pueblo que un día los elevó al poder, generosa e incondicionalmente - vaya pereciendo de inanición por falta de trabajo. Pues tenemos un gran ejército de más de un millón de obreros deseosos de trabajar que - con sus respectivas familias suponen cuatro millones de seres humanos condenados a morir de hambre - por tolerar lo antes señalado, lejos de disminuir, aumenta en proporciones alarmantes de día en día. Y si el gobierno del gorro frigio, que suculentos banquetes se da, no busca una rápida solución al problema más importante y más descuidado, como es el del paro forzoso, que a tantos niños inocentes mata, las guadañas, las hachas, las hoces, las piquetas pueden un día tremolar en los aires rugientes y amenazadoras empuñaduras, empuñadas por los tostados y escuálidos brazos de los hambrientos quienes, en avalancha arrolladora, irán a la conquista violenta de aquello que tantas veces han rogado se les ha pretendido conformar hipócritamente con frases huecas: Trabajo, Cultura, Pan y Libertad.
No quiere el pueblo ya más palabras de consuelo y promesas que no se cumplen porque son un insulto para su precaria situación; no quiere ya más discursos que al retumbar en su vacío estómago y anémica mente, como en palacio deshabitado, hiérenle de muerte en sus más íntimas y sensitivas interioridades: el pueblo quiere hechos.
Si el republicano gobierno no sabe ocupar a los sin trabajo en el cultivo de los diecinueve millones de hectáreas de tierra inculta que existen, mejor haría entregándoselas a ellos, para que la cultiven por su cuenta y riesgo.
Ahora se nos dirá que somos enemigos de la república y de las libertades populares, porque tenemos la osadía de señalar peligros y soluciones para salvarlos. Y los que encarcelan, masacran y condenan a la miseria al pueblo que los elevó al poder. ¿de qué son enemigos?. Ya lo dijo el gran Pi i Margall, tan fingidamente venerado por algunos gobernantes: "La república aún es tiranía".
Libertario Diez
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