sábado, 26 de julio de 2008

L'Acció 9 de julio de 1936

Una justicia risible

Cada día peor

No diremos nada nuevo si afirmamos que el pueblo no tiene ninguna confianza en la mayoria de los hombres que tienen que administrar Justicia. Sin querer remontarnos antes del abril del 31, entonces cuando las sentencias de los Tribunales eran dictadas según las conveniencias del momento o según la clase de hombres que ocupaban el banco de los acusados, nos hemos encontrado ya en pleno régimen republicano con unos fallos que, asimismo, hacen suponer que hay unos hombres investidos con una función sagrada que solamente mueve el interés de sabotear y crear dificultades a la obra de consolidación del régimen que los ciudadanos escogieron.

Es el espíritu estéril de la Justícia tradicional española que se resiste a ceder paso a las nuevas concepciones que van transformando, poco a poco y a pesar de la resistencia de esta gente arcaica, la vida de la humanidad.

No queremos ponernos a reprochar las barbaridades del Palacio de la Justicia que han culminado estos últimos quince días con la concesión de injustas e incomprensibles absoluciones.

Queremos sólo aludir un par de ejemplos de carácter general para dejar entender cómo y de que manera se ejerce la función augusta de administrar justícia. Mientras si se trata de un hombre al cual unas necesidades perentórias lo han obligado a apoderarse de aquello que la sociedad le ha negado, todo el rigor, toda inflexibilidad de la ley es poca para él, en cambio hemos tenido que ver como unos señores togados se enternecían delante de unos fascistas que habían atentado contra la vida de unos parecidos suyos y como unos vulgares atracadores, el delito de los cuales era probado, eran condenados a unas penas ínfimas.

Parece mismamente que quieran cooperar a que la impunidad más descarada reine por estos perturbadores del orden y que el gangsterismo se extienda de tal modo que haga imposible la vida en nuestro país.

Es imprescindible que se acabe con este estado de cosas que extiende por todos lados la intranquilidad y la inquietud. Ya está bien que se jubilen y se trasladen magistrados poco escrupulosos. Pero es necesario profundizar más aún.

Es necesario renovar toda la red, incluso toda la gente, de la administración de la Justicia, si no queremos que todo el esfuerzo llevado a término por los hombres liberales no sirva para nada más que afianzar nuestros propios enemigos. Y no tenemos que volver a ser nosotros mismos los que cavemos nuestra fosa.



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