Reflejos ciudadanos
Vehículos y Gasolina
I
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Las necesidades apremiantes de la guerra, obligan en muchos casos a rehabilitar el uso de procedimientos que un avance técnico había postergado.
En lo que respecta a la locomoción, por ejemplo, la escasez de gasolina nos ha llevado a echar mano de carros y otros vehículos de tracción de sangre, con el fin de reducir el consumo de esencia.
Otra vez, como una rememoración de épocas pasadas, rueda sobre el empedrado callejero la trepidante canción desarticulada de los carros, mientras los secos golpes de los cascos de las caballerías resuenan en las calzadas.
Las necesidades de transporte industrial han sido cubiertas en gran parte por los carros antes arrinconados o reducidos a la mínima actividad, en cumplimiento del principio sentado de que la gasolina debe ser reservada a los motores que actuan para fines de guerra o aplicados a misiones imprescindibles.
Pero, si las medidas restrictivas sobre el consumo de gasolina han sido estrictamente observadas por lo que respecta a la actividad industrial, en el terreno particular quizás una limitación sobre la esencia podría ser más rigurosa que las aplicadas actualmente.
Aún vemos circular por la ciudad un número bastante crecido de automóviles al servicio de cometidos que tal vez no necesiten ser cumplimentados con la rapidez que la tracción mecánica comporta. O que, en todo caso, podrían igualmente llevarse a cabo utilizando vehículos de tracción de sangre.
No son muy pretéritos los tiempos en que todas las diligencias se efectuaban en tartana. Y no sería de más, recurrir en muchos casos a la utilización de este vehículo para practicar muchos servicios.
Tal vez fuera procedente hacer en nuestra ciudad una revisión de todas las tartanas disponibles o que puedan ser compuestas, para ser utilizadas en infinidad de servicios cuyo cumplimiento no hace imprescindible el automóvil.
En lo que respecta a la locomoción, por ejemplo, la escasez de gasolina nos ha llevado a echar mano de carros y otros vehículos de tracción de sangre, con el fin de reducir el consumo de esencia.
Otra vez, como una rememoración de épocas pasadas, rueda sobre el empedrado callejero la trepidante canción desarticulada de los carros, mientras los secos golpes de los cascos de las caballerías resuenan en las calzadas.
Las necesidades de transporte industrial han sido cubiertas en gran parte por los carros antes arrinconados o reducidos a la mínima actividad, en cumplimiento del principio sentado de que la gasolina debe ser reservada a los motores que actuan para fines de guerra o aplicados a misiones imprescindibles.
II
Pero, si las medidas restrictivas sobre el consumo de gasolina han sido estrictamente observadas por lo que respecta a la actividad industrial, en el terreno particular quizás una limitación sobre la esencia podría ser más rigurosa que las aplicadas actualmente.
Aún vemos circular por la ciudad un número bastante crecido de automóviles al servicio de cometidos que tal vez no necesiten ser cumplimentados con la rapidez que la tracción mecánica comporta. O que, en todo caso, podrían igualmente llevarse a cabo utilizando vehículos de tracción de sangre.
No son muy pretéritos los tiempos en que todas las diligencias se efectuaban en tartana. Y no sería de más, recurrir en muchos casos a la utilización de este vehículo para practicar muchos servicios.
Tal vez fuera procedente hacer en nuestra ciudad una revisión de todas las tartanas disponibles o que puedan ser compuestas, para ser utilizadas en infinidad de servicios cuyo cumplimiento no hace imprescindible el automóvil.
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