miércoles, 4 de diciembre de 2013

La Vanguardia, Edición del jueves, 21 agosto 1924, página 6

Consejo de guerra contra los atracadores de la Caja de Ahorros de Tarrasa

A las tres menos cuarto de la madrugada terminó su rectificación el fiscal, que mantiene sus conclusiones.

Los defensores rectifican también brevemente.

Se confirman en todas las alegaciones que tienen hechas en favor de sus patrocinados.

Refutan la prueba testifical, que a su juicio no ofrece garantías suficientes de veracidad e imparcialidad y la prueba indiciarla anónima e insolvente.

Creen que sus patrocinados son víctimas de las malas pasiones de algunos testigos y de los errores de otros.

Se insiste en considerar equivocada la calificación fiscal, algunas de cuyas argumentaciones refutan.

Terminan excitando al Consejo a que con una firme serenidad de ánimo piense que va a decidir de la vida de tres hombres cuya culpabilidad no está probada, y manteniendo sus conclusiones en las que se pide la libre absolución de sus patrocinados.

El abogado señor Vinyals hace un elogio de la forma cómo actúan los tribunales militares y se felicita de la apreciación del fiscal en lo que atañe a la procesada Joaquina Almirall.

Momentos antes de terminar el Consejo, y como es de ritual, el presidente pregunta a los procesados si desean hacer manifestación alguna.

El «Aristócrata» se pone en pie y, muy emocionado, exclama:

—Sí; deseo hacer constar que soy inocente y que mi situación es la de víctima de una calumnia anónima.

Antonio Devesa manifiesta fue en el muelle de España donde vió atracar al trasatlántico cuyo desembarco de pasaje presenció, y que como está seguro de la realidad de este extremo, niega que fuera en el muelle de la Barceloneta el lugar donde atracó, como ha dicho el fiscal.

Terminada la vista, se mandó despejar la sala, que fue también abandonada por los defensores y el fiscal.

Eran cerca de las cuatro de la madrugada.

Seguidamente el Consejo pasó a constituirse en sesión secreta en el salón de actos de la cárcel a fin de dictar sentencia, la cual no se hará pública hasta que de su aprobación el capitán general.

Hasta las dos de la tarde el Consejo continuó sus deliberaciones.

Únicamente en las primeras horas de la mañana la sesión se interrumpió brevemente para que los señores que componen el tribunal tomaran un ligero desayuno.


A su salida del Consejo, todos los que lo componen guardaron una impenetrable reserva sobre la sentencia dictada.

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