viernes, 27 de diciembre de 2013

La Vanguardia, Edición del martes, 11 noviembre 1924, página 22

Tribunales

VISTA DE CAUSAS
SECCIÓN SEGUNDA

JUICIO POR ASESINATO Y ROBO

El fiscal pide tres penas de muerte

EMPIEZA EL ACTO

A las doce y media empezó ayer la vista de la causa por asesinato, cuyas conclusiones publicamos anteayer.

El tribunal estaba presidido por don Manuel Martínez Muñiz, y formaban parte del mismo los magistrados señores Muñoz Trujeda, Martínez Córdoba, Fernández Peña y Amat.

Actuó de fiscal el señor García Martín, y defendían a los procesados los señores Casals, Salvadores y Casas.

Fue el secretario el relator substituto señor López, quien leyó el largo apuntamiento y las conclusiones, provisionales del fiscal y las defensas.

EL HECHO DE AUTOS

«Ramón Sanchis Miró, oficial barbero en Tarrasa, concibió el proyecto criminal de robar al propietario de la finca conocida por «Los Boadas», del término de Rellinás, y para realizar su proyecto se puso de acuerdo con el matrimonio formado por José Ramón Sánchez Grau y Adelaida Casiano Torrandell. Pero, como pensaban llevar a cabo su proyecto un domingo por la mañana, con objeto de asegurarse la impunidad, ya que por ser día festivo el camino estaría poco concurrido de obreros y otros transeúntes, y Ramón Sanchis no podía, sin inspirar sospechas dejar de acudir a la barbería, convinieron los tres en que el acto material de robar y matar, si se resistía, al dueño de la finca, Pablo Serracanta, lo ejecutara el matrimonio, facilitándole aquél antifaces de tela metálica, bigotes postizos, un paquete de polvos, una escopeta y una pistola, que adquirió por mediación de un guardia municipal de Tarrasa, para el que se sobreseyó la causa.

Además, el Sanchis proveyó también al matrimonio de una cédula extendida a nombre de Enrique Marqués Torralba, para el caso de que Serracanta no tuviera dinero en la casa, le obligaran a firmar un cheque a favor de éste.

Todo dispuesto para la comisión del delito, José Ramón Sánchez y su esposa Adelaida Casiano, ésta vestida de hombre, con un traje que compró en esta ciudad, se encaminaron la noche del sábado, 16 de julio de 1921, a un pinar situado en las inmediaciones de la casa, «Los Boadas», en el que pasaron la noche y a las cuatro de la mañana del día 17, cuando la esposa y los criados de Serracanta salieron para ir a misa a Tarrasa, se dirigieron a la casa citada, en la que creyeron estaba solo el dueño. Abrieron la puerta y al ruido producido por los criminales, Pablo Serracanta, que estaba sentado y acodado en una mesa del piso bajo, se volvió y se apercibió para la defensa, al ver a los enmascarados, que además llevaban puestas unas gafas. Estos, temiendo pudieran ser descubiertos, dispararon la escopeta cargada de balines, que empuñaba el marido, y la mujer disparó a su vez la pistola, causando al dueño de la finca tres heridas mortales de necesidad. A pesar de ello, el herido pudo ganar la escalera que conduce al piso, y al llegar a él cayó exánime.

Los criminales, cuando se dirigían a las habitaciones superiores con intención de robar, oyeron pasos precipitados de un mozo de la casa que iba a pedir auxilio a la población inmediata, y temiendo ser descubiertos huyeron y se ocultaron en el monte conocido por el nombre de «Ubach», en el que se despojaron de las ropas, máscaras, etc. que llevaban puestas, poniéndose las de su uso habitual.

Inmediatamente después se encaminaron al pueblo de Dos Ayguas, a casa de Constantina Grau Sánchez y María Rosa Sánchez Grau, en la que ocultaron las armas y cápsulas que fueron recuperadas por la guardia civil, lo mismo que las ropas abandonadas por ellos en el monte. Detenidos todos fueron procesados, confesando su delito. Durante el período de instrucción del sumario, falleció Constantina Grau.

El fiscal considera el hecho sucintamente relatado como constitutivo de un delito de asesinato, y pide se imponga la pena de muerte, como autores del mismo, a José Ramón Sánchez Grau, a su esposa Adelaida Casiano Torrandell y a Ramón Sanchis Miró y, como encubridora, ocho años y un día de prisión mayor a María Rosa Sánchez Grau. Y a los cuatro a pagar diez mil pesetas de indemnización a la familia de Pablo Serracanta.»

Los defensores niegan la culpabilidad de sus patrocinados y solicitan su absolución.

PETICIÓN DE UN DEFENSOR

Al empezar el interrogatorio de los procesados, el defensor de José Ramón Sánchez pidió a la Sala que fuera sometido éste a un reconocimiento médico, porque tiene perturbadas sus facultades mentales.

Las demás defensas se adhirieron a esta petición.

El fiscal dijo que primeramente se interrogara al procesado, y en vista del resultado del mismo resolviera la Sala. Así se acordó.

INTERROGATORIO

Acto seguido se procedió a interrogar a José Ramón Sánchez, quien a las preguntas que le hizo el señor García Martín, contestó a unas con perfecta lógica y concordancia, alegando en otras que no recuerda lo que se le pregunta. Pero de las contestaciones del procesado se desprende que tiene sus facultades equilibradas, aunque carece de cultura y trato de gentes.

En vista de ello, la Sala deniega lo solicitado por el defensor de José Ramón, continuando su interrogatorio, negando éste que se pusiera de acuerdo con su esposo y el Miró para matar a Pablo Serracanta.

Como las afirmaciones del procesado están en contradicción con las declaraciones prestadas por él en el sumario, a petición del fiscal se procedió a la lectura de las mismas, notándose, en efecto, que la contradicción entre aquéllas y éstas era manifiesta

A preguntas del presidente, dijo ser natural de Dos Aguas, que no sabe bien los años que tiene y que nunca ha estado procesado.
Fiscal—¿Tiene usted hijos de su primer matrimonio?
Procesado.—Claro, que si.
Fiscal.—¿Y cuántos tiene usted?
Procesado.—¿Cuántos he de tener? Tres.
Fiscal.—¿Y dónde vive usted? ¿Qué domicilio tiene?
Procesado.—La cárcel.
Fiscal.—¿Y antes, dónde vivía?
—Procesado.—En el bosque, que es muy grande, donde tenía una barraca.
Fiscal.—¿Sabe usted leer y escribir?
Procesado.—No, señor. Mis padres no tenían recursos y me llevaban con ellos a los bosques a trabajar.
Fiscal.—¿ Cómo se llamaba su primera mujer?
Procesado.—Tomasa, y me parece que Mateu, de apellido.
Fiscal.—¿Cuándo se casó usted?
Procesado.—No lo recuerdo. Si hubiera sabido que tenían que preguntarme tantas cosas, hubiera tomado nota para traerla al juicio.

Sigue el ministerio fiscal haciéndole preguntas encaminadas a comprobar la memoria que pueda conservar el procesado, muy hábilmente dirigidas, a pesar de haberse encargado a última hora, de sostener la acusación sin conocer el sumario
Fiscal.—¿Conoce usted al otro procesado Ramón Miró, barbero de profesión?
Procesado.—Como a mí no me ha afeitado nunca, no sé si es barbero ni lo conozco.

A preguntas del fiscal dice: «Nada, nada, no sé yo nada de eso, ni me mareen; yo estoy en la cárcel porque dicen que se me acumula un crimen, los que lo dicen que vengan y me lo prueben.»
Fiscal.—Yo no le digo esto: le pregunto que me diga por qué está en la cárcel, pues usted tiene declarado que cometió el crimen de autos.
Procesado.—Yo sólo sé que me metieron en la cárcel el día 7 de diciembre del mes de Navidad del año de 1921
Fiscal.—Señores de la Sala, me opongo rotundamente a la suspensión del juicio, porque el procesado no está ni ha estado nunca loco.

El defensor insiste en su petición, que fue denegada por la Sala, y el presidente suspendió la sesión por cinco minutos.

Reanudada la vista cinco minutos después, el del banquillo continúa su negativa, y por ello el fiscal, que asiste al acto sin preparación por habérsele encargado la acusación momentos antes, pide la lectura de unas declaraciones de Sánchez Grau que constan en el sumario.

(Mientras se leen estas declaraciones, ocupa un sitio en el estrado, cerca del relator, el fiscal de uno de los tribunales de Alemania, que desea presenciar el juicio.)

En las declaraciones que se leen, el procesado Sánchez Grau refiere con minuciosidad de detalles la forma cómo se cometió el hecho.

Terminada la lectura, en lo que se invierte más de media hora, el presidente hace notar al procesado que en sus declaraciones contó todo lo contrario

El procesado.—Pues eso consiste en que el que escribía cuando declaré, escribió todo lo que quiso.
El fiscal.—Cómo recuerda usted ahora eso, y antes no se acordaba usted de cuándo se casó y de cuántos hijos tenía,

A esta pregunta el del banquillo contesta con vaguedades.

El fiscal procura conseguir una contestación afirmativa, pero Sánchez Grau se encierra en sus negativas, interrumpiendo constantemente al representante del ministerio fiscal, quien dice que renuncia a seguir preguntando y que se ha convencido de que el del banquillo tiene memoria y entendimiento.

La defensa de María Rosa Sánchez Grau hace vanas preguntas al procesado, pero éste aparenta no entender las preguntas.

Lo mismo ocurre cuando le interroga el defensor de Adelaida Casiano.

Seguidamente es interrogado el procesado por su defensor, y a sus preguntas dice que compró una pistola al guardia municipal de Tarrasa, Enrique Carvi, y que la escopeta que le fue ocupada la heredó de un cura, negando que tuviese otras armas.

El fiscal.—¿Mató usted a Pablo Serracanta en venganza de que no le habla querido pagar el carbón?
Procesado.—-Me «paice» que le he dicho mil veces que yo no maté a ese individuo ni sé nada de eso.

ADELAIDA CASIANO

Tiene 28 años, casada, esposa del anterior procesado.
—Fiscal—¿Tenía usted mucho miedo a su marido y todo lo hacía por este miedo, por lo que se disfrazó y se puso una careta y cometió el crimen?
Procesada.—Sí, señor.
Fiscal.—Refiera usted lo ocurrido.
Adelaida refiere el hecho de autos con todos sus detalles, con gran serenidad. Dice que entró disfrazada de hombre en la masía de Serracanta, y que como ella no quería matar a este señor, lo hizo porque sabia que si no lo hacía la mataría su esposo.

Afirma que su marido le dijo que el robo y el crimen lo había preparado el barbero Ramón Sanchis, pero que ella no lo sabe.

Habla con gran desparpajo y sin estar afectada.

Como la procesada niega algunas de las manifestaciones que hizo en el sumario, el fiscal pide y la Sala accede a ello, que se lean todas sus declaraciones.

El procesado Sánchez Grau recrimina a su esposa y pretende golpearla, y en vista de ello se ordena que se coloque entre ambos Maria Rosa Sánchez.

Al hacerle notar el presidente que por qué niega ahora, lo que dijo en el sumario, Adelina dice:

— ¡Ah, señores! Lo hago porque tengo miedo a mi mando y a Ramón Sánchez

Fiscal.—¿Recuerda usted haber oído a su esposo y a Sánchez hablar del robo?
Procesada.—Sí señor: pero eso fue dos meses antes, hallándonos en la «calsina»

Entre el defensor de Sánchez y la procesada se entabla un animado diálogo, procurando aquel poner de manifiesto la falta de amenazas a Adelina por parte de su patrocinado

A preguntas del defensor de Sánchez Grau dice la Adelina que recuerda haber oído al barbero Sánchez llamar cobarde a su marido porque no se atrevía a cometer el hecho y que su marido le había dicho diferentes veces que el barbero le había dado las caretas, las ropas los bigotes y la cédula para que si se negaba Serracanta a entregarles el dinero le sirviera para extender un cheque.

RAMÓN SANCHIS MIRO

De 35 años, soltero, de la industria textil, aunque trabajaba de barbero en Tarrasa.

Se dedicaba también a buscar hierbas medicinales. No conoció al interfecto, ni le vió ni una sola vez, según declara.

Conoció al procesado Sánchez Grau yendo de caza, pero es falso que hablara con él del robo, ni que proporcionara caretas, ni nada de lo que acababa de decir Adelina.

Como el fiscal le hiciera resaltar el hecho de que siendo el procesado obrero culto, se le ocurriera tener conversaciones con el otro procesado Sánchez Grau, quien a pesar de ser obrero también era más rudo y menos culto que él, Sanchis dice que como lleva ya 40 meses en la cárcel se le han olvidado muchas cosas, pero que desde luego no hablaban más que de hierbas medicinales y nunca de robar ni matar.

Niega que Sánchez Grau amenazase a su mujer delante de él, pues siempre la trataba con cariño.

Interrogado por su defensor dice que el día de autos estuvo pescando en Olesa de Montserrat; que llevaba seis años trabajando en la fábrica de Barata Hermanos y que trabajaba de barbero los sábados por la noche y los domingos por la mañana.

MARÍA ROSA SÁNCHEZ GRAU

Tía del otro procesado José Ramón Sánchez.

Dice que cuando le llevaron las armas a su casa no sabía que se hubiese cometido crimen alguno.


El presidente, en vista de lo avanzado de la hora, suspende a las 2'20 de la tarde la sesión, hasta hoy, a las diez de la mañana.

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