martes, 9 de mayo de 2017

La Vanguardia, Edición del martes, 25 julio 1933, páginas 7 y 8

Gran expectación. Precauciones Los procesados

Ayer mañana, en el salón de actos de la Cárcel celular de esta ciudad empezó a celebrarse el Consejo de guerra que ha de ver y fallar la causa por los sucesos ocurridos en Tarrasa el día 15 de febrero del próximo pasado año.

Comparecen ante el Tribunal cuarenta y dos procesados, detenidos la mayor parte en el momento de ser sofocada aquella intentona anarco-sindicalista, y los restantes algunos días después.

Por la importancia de los hechos ocurridos y el número de procesados, así como por la responsabilidad que se atribuye a todos ellos, este Consejo había despertado gran expectación.

El interés por parte de los elementos extremistas de crear un estado de agitación ante la comparecencia de los procesados ante el Tribunal, hizo que la expectación aumentase, y que se tomaran grandes precauciones por parte de las autoridades alrededor de la Cárcel donde se reúne el Consejot Este seryicio de vigilancia corrió a cargo de varias parejas de la Guardia civil de pie y a caballo y una sección de guardias de Asalto, convenientemente distribuidos.

La hora fijada para dar comienzo a la sejsión eran las diez de la mañana. Dos horas ¡antee ya había acudido un gran número de personas con el' propósito de presenciar el acto del juicio.

A medida que se acercaba la hora señalada, el público reunido frente a la puerta de la Cárcel era cada vez mayor, obligando los guardias de Asalto a los que querían entrar a formar cola y a los grupos que se habían formado que se disolviesen.

Los mismos guardias de Asalto cachearon a todos los que estaban en la cola. Unas mujeres pertenecientes al servicio anejo de investigación de Jefatura de policía, cuidó de cachear, ya en el interior de la Cárcel, a las mujeres que figuraban entre el público. En las puertas y corredores que daban acceso a la Sala de actos, donde se celebra el Consejo, también se situaron algunas parejas de la Guardia civil

Poco después de las diez se habían reunido en la Sala de actos los componentes del Tribunal Acto seguido entraron los letrados defensores, quienes acompañaban a tres de los procesados que se encuentran en libertad, provisional; los restantes, desde la fecha de los sucesos han estado recluidos en esta cárcel.

Momentos después fue permitida la entrada en la Sala a los periodistas encargados de hacer la información de este Consejo, disponiendo el director de la cárcel, don Antonio Mur, que fueran convenientemente acodados para cumplir su misión. El presidente del Tribunal hizo situar; a los periodistas en mesas a propósito a la izquierda del Tribunal y a la derecha de los procesados.

Estos, custodiados por los oficiales de la cárcel y algunas parejas de la Guardia civil, entraron en la Sala a las diez y cuarto.

Los cuarenta y dos procesados tomaron asiento repartidos en filas de siete en seis bancos. Entre ellos abundan los jóvenes. Todos al entrar en la Sala dan muestras de tranquilidad, y sin que ninguno de ellos exteriorizase la menor pesadumbre. Cuidan de su custodia fuerzas de la Guardia civil.

Constitución del Tribunal

El Tribunal está formado de la forma siguiente: Presidente, don Joaquín Coll Fuster, de la Jefatura de Tropas y Servicios de ingenieros de la División; actuando de vocales los capitanes, don Alfonso Pardo García, del séptimo regimiento de Artillería ligera; don Renato Sáez Bermejo y don Fernando Alonso Median, del regimiento de Infantería número 10, y don Claudio Domingo Vecino, del regimiento de Caballería, número 9.

Como suplentes habían sido designados los capitanes don Vicente Juan de Soto y don José García Valenzuela, los dos del regimiento de Caballería número 10.

De vocal ponente actúa el teniente auditor de segunda don Alfredo Aguilera García.

De fiscal, el jurídico militar de la División, don Enrique Querol.

Ha instruido la causa el juez comandante, don Enrique Bibiano López de Carrión.

Defienden a los procesados los abogados don Eduardo Batrriobero Erranz, don Abel Velilla Sarazola, don Joaquín Juanola Masat, don Andrés Sierra Valverde, don Juan Tomás Borras y don Carlos Vilarrodona. Iglesias.

Audiencia pública La ausencia de un defensor

A las diez veinticinco el presidente del Tribunal dio la voz de audiencia pública, penetrando, acto seguido, en el interior de la Sala el público que la llenó por completo y quedando sin poder entrar buena parte de los que hablan hecho cola en la calle.

A las diez y media el juez, comandante señor Bibiano, dio lectura de un oficio firmado por varios procesados defendidos por el letrado, señor Barriobero — quien no ha podido asistir al comienzo del Consejo — los cuales encargaban interinamente de su defensa ai letrado, señor Velilla.

Empezado el Consejo, el letrado señor Velilla pide la palabra para referirse al escrito presentado por algunos de los procesados a que antes nos hemos referido. Expone que el señor Barriobero no ha podido asistir al Consejo por tener que acudir a un juicio en Soria.

El fiscal ponente, señor Aguilera, pide al presidente del Tribunal que se lea la orden general de plaza donde consta la constitución del Consejo con sus defensores, y pregunta a continuación al señor Juez si están presentes todos los defensores, contestando éste que no se halla el señor Barriobero. Se interesa por el Presidente, a ruegos del referido vocal ponente, si existen oficialmente motivos en la causa por los que el señor Barriobero no asista al Consejo, contestándole negativamente.

Pidió entonces el repetido ponente si debía darse cumplimiento al artículo 581 del Código de Justicia militar que dice: «Si no concurriera algún defensor a la vista, sin perjuicio de la responsabilidad en que incurra, se suspenderá el Consejo dando cuenta a la Autoridad judicial.» Adujo también lo preceptuado en el artículo número 164, en el que se precisa que están sujetos a la jurisdicción disciplinaria, igual que todos los que intervienen en el Consejo, los defensores militares y abogados, y el 162 que fija el objeto de la jurisdicción disciplinaria en las faltas que se cometan en el desempeño de las funciones por parte de los citados, así como los artículos 164 y 165 que se refieren a la forma de imponer correctivos a los que cometan las faltas antedichas.

A preguntas del Presidente, el fiscal, señor Querol, manifiesta que en el caso que se discute no hay infracción alguna por parte del letrado señor Barriobero.

Después de algunas aclaraciones por parte del letrado defensor, señor Velilla, y de ratificarse en sus puntos de vista el vocal ponente y el fiscal, el presidente dice que se acuerda aceptar como representante de los procesados que había de defender el señor Barriobero, al señor Velilla, y que prosiguiese la celebración del Consejo independientemente de la determinación que pueda tomarse cuando acuda el letrado primeramente citado.

Las actas de las sesiones El apuntamiento

Resuelto este incidente, el letrado señor Sierra solicita que, tal como está dispuesto, se de lectura al empezar cada sesión del Consejo que se va a celebrar, al acta de la sesión anterior, y que sea aprobada ésta por todos cuantos intervienen en el mismo.

El Presidente le contesta que todos los requisitos serán cumplidos con la máxima exactitud.

Acto seguido el juez instructor, comandante don Enrique Bibiano, empezó a dar lectura a la causa.

La lectura de los varios rollos de que consta la causa, fue extensísima, abundando un sinnúmero de diligencias, declaraciones, inspecciones y reconocimentos, además del apuntamiento de los hechos.

Estos, en resumen, son los siguientes:

En la madrugada del 15 de febrero del año próximo pasado, un grupo de individuos se dirigió al cuartel de la Guardia civil de Tarrasa, rompiendo por las calles por donde pasaron los faroles del alumbrado público y desarmando y deteniendo a cuantos vigilantes encontraron en el camino. Mientras algunos de los individuos que formaban el grupo se apostaban en, los alrededores de dicho cuartel, los restantes se dirigieron a la calle donde vivía el alcalde de la población, señor Estranger, y con amenazas obligaron a éste a que les franquease la entrada de su domicilio. Conseguido su propósito se llevaron a la primera autoridal municipal, en unión de un bombero y de un soldado a quienes también detuvieron en la calle del Ayuntamiento. En este centro oficial penetraron a viva fuerza, y colocaron en el balcón principal del edificio la bandera anarquista, roja y negra, en sustitución de la bandera nacional que allí ondeaba.

Poco tiempo después otro grupo de revoltosos se apoderó de un auto-bomba de los bomberos y un carricuba lleno de gasolina y se dirigió a engrosar el grupo de los que se habían apostado en los alrededores de la casa-cuartel de la Guardia civil. Con la gasolina intentaron prender fuego al cuartel, no lográndolo por la resistencia que ofrecieron los guardias desde el interior del edificio. Entonces los revoltosos, hasta el número de unos cien individuos, convenientemente distribuidos por los alrededores, abrieron fuego contra el repetido cuartel, haciendo uso, además de las pistolas, de unas armas largas que llevaban algunos de ellos.

La Guardia civil no dejó de defenderse, respondiendo al fuego con repetidas descargas. Cuando ya amanecía, salieron las fuerzas que se habían apostado en el interior, logrando que los revoltosos se batiesen en retirada hasta el Ayuntamiento, en donde, al parecer, se habían refugiado la mayoría de los individuos que tomaron parte en la intentona de aquella noche.

Desde el interior del Ayuntamiento no dejaron de hostilizar a las fuerzas rie la Guardia civil que las habían cercado.

Ya entrado el día salieron al balcón de. las Casas Consistoriales el alcalde, el soldado y el bombero que allí habían sido llevados y agitando un pañuelo blanco, por orden de los revolucionarios, anunciaron que éstos habían decidido rendirse.

Al acercarse la guardia civil para penetrar en el interior del edificio, los revolucionarios, en lugar de rendirse, lanzaron desde el mismo balcón una bomba que, al hacer explosión, hirió a uno de los guardias.

Poco después de las nueve de la mañana llegó a Tarrasa, por la línea de los Ferrocarriles Catalanes, una compañía del regimiento de infantería número 34, al mando del capitán don Francisco Costell La fuerza se trasladó al arrabal de Fermín Galán, seguida de numeroso público que vitoreaba a las fuerzas del ejército.

Al llegar las tropas a las inmediaciones del Ayuntamiento, se sostenía el tiroteo entre la guardia civil y los revoltosos, quienes seguían resistiendo el asedio, tirando bombas y haciendo numerosos disparos. Los soldados tomaron posiciones acertadas, lo que hizo comprender que toda resistencia por parte de los revolucionarios era inútil.

El capitán señor Castells, acompañado de los tenientes Querol y Masiá, con tres soldados, penetraron en el Ayuntamiento, al mismo tiempo que los revoltosos izaban bandera blanca. La entrada de los oficiales con dichos soldados puso en desbandada a los que estaban en el interior del Ayuntamiento, logrando algunos escapar, puesto que después. de las investigaciones hechas posteriormente, se calcula que había allí unos cien individuos y solamente fueron detenidos treinta y dos, ocupándoles 24 bombas de mano preparadas de cemento y pirita, cuarenta pistolas, 18 fusiles y una gran cantidad de municiones.

Después de algunas detenciones que se llevaron a cabo en la calle y en algunos domicilios, la situación en Tarrasa quedó completamente dominada a las diez de la misma mañana.

De las investigaciones hechas por la autoridad y que figuran en el sumario, las armas jergas ocupadas a los revoltosos, procedían, además del desarme de algunos individuos del somatén, de una armería establecida en la calle de la Rutila, de Tarrasa. Un grupo de unos cuarenta individuos había penetrado durante la madrugada en dicha tienda, e intimando al dueño de la misma, le hicieron entregar las armas que tenía, llevándose 30 escopetas y gran cantidad e municiones.

Otros grupos, durante las horas que duró la alteración del orden en Tarrasa, cometieron otros actos de violencia. Entre éstos se menciona el intento de incendio del domicilio de un fabricante.

De los diferentes tiroteos sostenidos entre la fuerza pública y los revolucionarios, resultaron varios heridos, que fueron hospitalizados.

Además del referido apuntamiento, el juez dio cuenta en su informe de las declaraciones de los procesados y testigos, resultando de los reconocimientos e inspecciones oculares y otros extremos que forman el conjunto de sus conclusiones provisionales. Asimismo precisó la intervención de cada uno de los cuarenta y dos procesados que se sientan en el banquillo

La lectura del juez instructor fue seguida con gran atención por el tribunal, letrados, público y procesados, manteniéndose la totalidad de éstos con la misma tranquilidad de que daban muestras al entrar en el salón, a pesar de los cargos concretos que pesan sobre ellos y de la gravedad de las penas que pide el fiscal en sus conclusiones provisionales.

Un descanso. El señor Barriobero

A las doce menos cuarto el presidente suspendió la sesión para dar unos minutos de descanso al juez en su fatigosa labor de leer las numerosas páginas de que constan los diversos rollos de la causa.

Un cuarto de hora después volvió a reanudarse e] consejo, entrando otra vez el público que había salido por orden del presidente.

A los diez minutos de proseguir el juez instructor la lectura de la causa, volvió a suspenderse por unos momentos para dar lugar a Ja entrada en la Sala del letrado, don Eduardo Barriobero, que acababa de llegar, excusándose ante el tribunal por no haber podido acudir a la hora señalada.

El presidente le dio cuenta de cómo, de momento, había sido solucionada la petición de sus patrocinados por lo que se refiere a su defensa.

Una vez sentado el señor Barriobero junto a los otros letrados defensores, el juez instructor prosiguió su lectura.

Terminada la parte del sumario aue se refiere a las conclusiones provisionales, el presidente suspendió la sesión a la una y media para ser reanudada a las cuatro de la tarde.

Por la tarde. Se resume el apuntamiento

Ayer tarde continuó el Consejo de Guerra.

Acudió e] misino público que por la mañana, y se mantuvieron idénticas precauciones por ja Guardia civil y guardias de Asalto, tanto en el lnteror de la Cárcel Celular como en los alrededores.

Constituido el Tribunal, con los mismos letrados, y reunidos los procesados en la Sala, el Presidente declaró abierta la sesión a las cuatro y media.

A petición del letrado señor Barriobero, el Tribunal accedió a que el juez instructor diese cuenta del resto del apuntamiento en un resumen, lo más breve posible. puesto que se considera suficientemente enterados a los miembros del Tribunal y a los letrados de los hechos, por haberlos reseñado a su debido tiempo la Prensa.

Se adhirió a esta petición el fiscal, y el presidente accedió a ello.

Después de algunas peticiones de trámite por parte de los letrados señores Juanola, Tomás Borras y Sierra, a los cuales accedió el Presidente, el fiscal solicitó se permitiera sentarse juntó a él, en el estrado que ocupa, al teniente fiscal, don Francisco Corbella, paja que le asista y le substituya en caso necesario.

Accede el Tribunal y pasa a ocupar el lugar indicado el señor Corbella.

Acto seguido, el juez instructor reanudó la lectura del apuntamiento, limitando su exposición a las partes más esenciales. No obstante, dada la extensión del sumario, a pesar de resumir el juez su lectura, ésta fue extensísima.


Esta lectura la terminó el juez a las seis menos cuarto. Junto con el tiempo empleado por la mañana, ha durado tres horas y media. Una vez terminado el informe del juez, el Presidente suspendió por unos momentos Ia sesión.

Petición desestimada

Reanudado el Consejo, a las seis y diez minutos, el letrado defensor solicita que el primer testigo que se llame a declarar sea el capitán don Francisco Costelo. que era quien mandaba las fuerzas que fueron a Tarrasa a sofocar el movimiento de rebelión objeto de esta causa, y contra cuyo capitán se incoó sumario en virtud de s u actuación.

Dijo el señor Velilla que en la prueba testificial que iba a iniciarse, él consideraba como el testigo de más fuerza para formar juicio, la declaración del capitán Costelo, ya que estaba seguro que se demostraría que no hubo delito de rebelión militar de que se acusa a los procesados.

A la petición del anterior letrado se adhirieron los señores Barriobero, Vilarrodona y Sierra, haciendo constar que la petición que se había hecho cuando la instrucción de la causa antes de elevarla a plenario, y que tambien era conveniente aportar al Consejo que sej estaba celebrando, los autos del sumario instruído contra el citado capitán.

El Presidente no accedió a la petición de los letrados, reconociendo que era justo añadir, a las otras pruebas testificales la declaración del mencionado testigo, pero no que tuviera que figurar en primer término, posponiéndose el orden fijado en el período de plenario.

Los letrados antes citados pidieron Constara en acta su protesta por no acceder el Presidente a las mencionadas peticiones que ellos consideraban amparadas por la ley, sin que; esto fuera obstáculo para que después recurrieran al Tribunal Supremo para los efectos; consiguientes.

Terminadas las manifestaciones de los señores letrados, el Presidente llamó al juez instructor para que hiciese constar en acta que en la Sala se encontraba vestido de paisano el capitán Costelo.

Al hacer la petición más arriba mencionada el letrado, señor Juanola, se dirigió al Tribunal en catalán, siendo utilizado un intérprete preparado a este efecto y que tradujo las palabras del defensor en castellano.

Pero habiendo manifestado el vocal auditor que, entendiendo que el catalán era un idioma que no podía considerarse extranjero, debía prescindirse del intérprete aunque se utilizara el catalán por parte de algún letrado. El Presidente hizo retirar al citado intérprete.

A continuación se dio lectura a la acumulación de cargos. A petición del fiscal, el juez instructor fue leyendo las declaraciones de varios testigos y procesados, de cuyas manifestaciones se desprenden los cargos más graves contra los que se sientan en el banquillo.

Interrogatorio de los procesados

Iniciada la prueba testificial, el primer procesado llamado a declarar fue Joaquín Badía, quien, contestando a las preguntas del fiscal, explicó que al salir de un local de un Sindicato se enteró de que en Tarrasa ocurría algo de anormal, y que por curiosidad, fué hacia las Casas Consistoriales, junto con otros: amigos, para saber lo que sucedía. Añadió que, una vez frente al Ayuntamiento, tuvo que refugiarse dentro de dicho edificio para salvaguardarse de los disparos que se hacían; desde diferentes lugares y que él no supo hasta después que aquellos disparos también se hacían desde el interior del edificio municipal.

Contestando a las preguntas de las defensas, el procesado Badía manifestó que sabía que para el día de autos estaba anunciada una huelga general como protesta contra las deportaciones llevadas a cabo a bordo del buque «Buenos Aires».

Juan Blanes, el procesado que declaró después, contestó al fiscal que entró en la mañana del día 15 de febrero del año pasado en el edificio de las Casas Consistoriales para evitar ser herido por los disparos que hacía la Guardia civil, apostada en las bocacalles inmediatas.

Al querer explicar su presencia frente al Ayuntamiento, el procesado incurrió en contradicciones. Dijo que no oyó ruido de disparo hasta que estuvo en el interior del Ayuntamiento y que fue a la plaza que hay frente dicho edificio porque oyó unas detonaciones y fue a ver en qué consistían.

El letrado defensor, señor Sierra, hizo precisar ai procesado que lo que oyó y despertó su curiosidad fueron ruidos como de petardos y que lo que le hizo refugiarse en el interior de las Casas Consistoriales fueron disparos de fusil.

Contestando a las defensas, el Blanes añadió que sabía que la entrada al Ayuntamiento era pública y que al pasar por la calle aquella mañana no se enteró de que ías tropas hubiesen declarado el estado de guerra en Tarrasa. También afirmó que le constaba que varios de los procesados que le citó uno de los defensores no habían tomado parte en la revuelta motivo de la causa.

—¿Es que conoce o conocía usted a estos procesados?—le preguntó el fiscal refiriéndose a los mismos que había citado el defensor.

—No, señor; no los conozco—contestó el procesado.

Después fue Interrogado por el fiscal el procesado Benito Cadenas, quien dijo que al salir del cine la noche del 14 al 15 de febrero y al pasar por delante del Ayuntamiento dos individuos pistola en manó le obligaron a penetrar en el interior del edificio municipal, y que una vez en el interior vio a muchos otros individuos armados, pero que a él no le obligaron a hacer nada, ni tomar parte voluntariamente en los hechos que cometieron los que allí estaban.

El fiscal solicitó que fuera leída la declaración de este procesado, donde se dice que había sido llamarlo y no obligado por dos individuos que le invitaron a entrar en las Casas Consistoriales.

Añadió que escondido en una habitación estuvo hasta que entraron las fuerzas del Ejército y le detuvieron.

Contestando a las preguntas de las defensas, el procesado manifestó que no intentó volver a salir del Ayuntamiento porque se exponía a ser herido por los disparos que hacía la Guardia civil.

Como los otros dos procesados antes citados, Benito Cadenas dijo que no era cierto que desde fuera del edificio del Ayuntamiento se hicieran señales intimando a los revoltosos a que se rindieran, ni estos las hicieron demostrando deseos de rendirse.

Además, manifestó que junto con las fuerzas del Ejército que ocuparon el Ayuntamiento entró por la puerta principal mucha gente, que nada tenia que ver con los sucesos, y que, en cambio, por la parte trasera del edificio pudieron huir los verdaderos culpables del intento de rebelión.

Terminado el interrogatorio de este procesado, el presidente suspendió el Consejo a las siete, y media para ser reanudado hoy, a las diez de la mañana.

El público desocupó la Sala y desfiló de la Cárcel sin que ocurriese ningún incidente digno de mención.

Algunos grupos que se formaron a la salida frente a la cárcel, comentando el curso del juicio, fueron disueltos a indicación de los guardias de Seguridad y Guardia civil que prestaban servicio de vigilancia.


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