viernes, 21 de septiembre de 2018

Correo de Tortosa (Tortosa) 27/04/1935. Pàgina 1


Anarquía, Autonomía, Autarquía

Un error, deslizado en la transcripción, en estas columnas, del magnífico discurso pronunciado en Tarrasa, por el señor Pradera, demanda rectificación y nos brinda la oportunidad de un comentario, que puede servir para esclarecer ciertos confusionismos muy en boga, y precisan el verdadero alcance del pensamiento político que más apasionada tiene a la opinión catalana.

Este pensamiento, claro está, no es otro que el de nuestro derecho, a que se reconozcan y respeten las libertades naturales e históricas de Cataluña. En su favor rompía lanzas el señor Pradera, de acuerdo, como no podía ser menos, con todos los maestros de la Comunión Tradicionalista. El error de marras, solo material y de caja, consistía en encerrar este concepto en la palabra ANARQUIA, que significa cosa muy distinta. Y no fue ANARQUIA, la palabra que pronunció el ilustre orador, sino AUTARQUIA, que es palabra muy antigua, aunque harto poco vulgarizada para nuestro mal, pues ella y solo ella entraña, resume y precisa el verdadero concepto del regionalismo, al revés de lo que sucede con la palabra AUTONOMIA, que es la que comúnmente se emplea, haciéndose, en general, pésimo uso de ella, pues su significado etimológico va bastante más lejos de lo que pretenden la mayoría de los que la utilizan.

Del erróneo uso de esta palabra arrancan, precisamente, los confusionismos, que alguien diríase interesado en mantener, acaso con la maquiavélica intención de que no se sepa a ciencia cierta a donde llega con su REGIONALISMO, o NACIONALISMO, que muchos emplean indistintamente, para aumentar la confusión, como si tuvieran también el mismo alcance estas dos palabras, Las polémicas sostenidas entre los nacionalistas de los diversos matices nos tienen sobradamente advertidos ya de que no lo tiene. Para dejar constancia de la más exacta aplicación de la palabra NACIONALISMO basta decir, hoy por hoy, que con el criterio que se aviene mejor es con el sustentado por los catalanistas, napartarras, o bizcaytarras extremistas. Y que cada palo aguante su vela. Nosotros no entramos, ni salimos en esto.

Volvamos a lo primero. No dijo ANARQUIA el señor Pradera. ¡Cómo iba a decirlo para expresar el pensamiento tradicionalista en orden a lo que desea para Cataluña! Anarquía, como es bien sabido, es la negación de gobierno. Es palabra griega que se descompone así: an, prefijo privativo, que significa sin, y arché (adviértase para ahora y para más adelante que carecemos en nuestra imprenta del tipo griego), que equivale a gobierno. El Tradicionalismo, que propugna todo lo contrario, no puede desear la anarquía. Si el señor Pradera hubiese hablado de la «Esquerra», ya era otra cosa. Porque con la «Esquerra" Cataluña no tuvo gobierno, sino desgobierno. Una verdadera anarquía desde el principio hasta el fin.

Tampoco podía nuestro ilustre amigo usar la palabra AUTONOMIA, hablando con la propiedad que es menester y que a él nunca le falta. AUTONOMIA, de autos, por sí mismo, y nomos, ley, vale tanto como decir «gobierno de sí mismo" y «lo que se da a sí mismo la ley". Según Fivre, AUTONOMIA es el derecho de soberanía exterior y representa aquella situación jurídica de obligada igualdad de una nación libre ante otra nación libre. Supone, por tanto, no solo el libre desenvolvimiento de su vida interior, sino el derecho a la independencia de su vida externa. De consiguiente sólo los separatistas, en rigor, emplean bien este vocablo. Cuique suum. Claro está que no entra en los cálculos de muchos qué se llaman autonomistas el ser separatistas. iLíbrenos Dios de hacerles tal ofensa! Pero bueno será que todos nos acostumbremos a medir las palabras, por muy en boga que estén. Nos ahorraremos así las confusiones y lograremos entendernos.

Y para empezar esta inteligencia, tan conveniente, mejor dicho, tan necesaria, es hora de que cuantos afirman la personalidad de Cataluña sin desentenderse de la realidad de España, a la que aquella concurre, desechen la palabra AUTONOMIA para asirse a la de AUTARQUIA, que, como a renglón seguido veremos, es la que conviene a ese pensamiento auténticamente catalán sin dejar de ser español.

De las definiciones etimológicas anteriores (autos y arché) ya se deduce el concepto del vocablo AUTARQUIA. Significa "gobierno por sí mismo" es decir, gobierno de cada uno por sí dentro de la esfera propia. Aristóteles, de quien la tomara el insigne Mella hace más de cuarenta años, define esta palabra en su obra "Política» y significa, según el inmortal filósofo griego «el derecho a regirse a sí mismo interiormente". Regir la vida interna es cosa bien distinta de la soberanía externa o de relación, vinculada a la palabra AUTONOMIA. Pero es que, además, con el concepto autárquico la idea de libertad, el derecho a regirse interiormente, a gobernarse por sí mismo dentro de la esfera propia, no se limita a una personalidad determinada, sino que se extiende a todas las personalidades. naturales e históricas. No se circunscribe a la Región, sino que abarca a las personalidades sociales constitutivas de aquella. Afirma, por tanto, la familia, el municipio y la comarca.

Y así, del mismo modo que niega derecho al Estado para invadir el fuero privado de las regiones que lo integran, rechaza igualmente que éstas puedan conculcar y mutilar el fuero sagrado de la vida interior de aquellas otras personalidades inferiores, también soberanas en su esfera propia.

Por donde el centralismo opreso y absorbente es atacado y herido en su esencia misma. Que el centralismo no desaparece por que cambie de sede, según lo hemos visto actuar en Barcelona con tanto o más furor que en Madrid, sino que muere asfixiado cuando la sociedad, organizándose con arreglo a la naturaleza de los casos, los ampara a todos en sus derechos, reconociendo su AUTARQUIA.

JOSÉ BRÚ JARDÍ.

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