Anarquía, Autonomía,
Autarquía
Un error,
deslizado en la transcripción, en estas columnas, del magnífico discurso
pronunciado en Tarrasa, por el señor Pradera, demanda rectificación y nos
brinda la oportunidad de un comentario, que puede servir para esclarecer
ciertos confusionismos muy en boga, y precisan el verdadero alcance del
pensamiento político que más apasionada tiene a la opinión catalana.
Este
pensamiento, claro está, no es otro que el de nuestro derecho, a que se
reconozcan y respeten las libertades naturales e históricas de Cataluña. En su
favor rompía lanzas el señor Pradera, de acuerdo, como no podía ser menos, con
todos los maestros de la Comunión Tradicionalista. El error de marras, solo
material y de caja, consistía en encerrar este concepto en la palabra ANARQUIA,
que significa cosa muy distinta. Y no fue ANARQUIA, la palabra que pronunció el
ilustre orador, sino AUTARQUIA, que es palabra muy antigua, aunque harto poco
vulgarizada para nuestro mal, pues ella y solo ella entraña, resume y precisa
el verdadero concepto del regionalismo, al revés de lo que sucede con la
palabra AUTONOMIA, que es la que comúnmente se emplea, haciéndose, en general,
pésimo uso de ella, pues su significado etimológico va bastante más lejos de lo
que pretenden la mayoría de los que la utilizan.
Del erróneo
uso de esta palabra arrancan, precisamente, los confusionismos, que alguien
diríase interesado en mantener, acaso con la maquiavélica intención de que no
se sepa a ciencia cierta a donde llega con su REGIONALISMO, o NACIONALISMO, que
muchos emplean indistintamente, para aumentar la confusión, como si tuvieran
también el mismo alcance estas dos palabras, Las polémicas sostenidas entre los
nacionalistas de los diversos matices nos tienen sobradamente advertidos ya de
que no lo tiene. Para dejar constancia de la más exacta aplicación de la
palabra NACIONALISMO basta decir, hoy por hoy, que con el criterio que se
aviene mejor es con el sustentado por los catalanistas, napartarras, o
bizcaytarras extremistas. Y que cada palo aguante su vela. Nosotros no
entramos, ni salimos en esto.
Volvamos a
lo primero. No dijo ANARQUIA el señor Pradera. ¡Cómo iba a decirlo para
expresar el pensamiento tradicionalista en orden a lo que desea para Cataluña!
Anarquía, como es bien sabido, es la negación de gobierno. Es palabra griega
que se descompone así: an, prefijo privativo, que significa sin, y arché
(adviértase para ahora y para más adelante que carecemos en nuestra imprenta
del tipo griego), que equivale a gobierno. El Tradicionalismo, que propugna
todo lo contrario, no puede desear la anarquía. Si el señor Pradera hubiese
hablado de la «Esquerra», ya era otra cosa. Porque con la «Esquerra"
Cataluña no tuvo gobierno, sino desgobierno. Una verdadera anarquía desde el
principio hasta el fin.
Tampoco
podía nuestro ilustre amigo usar la palabra AUTONOMIA, hablando con la
propiedad que es menester y que a él nunca le falta. AUTONOMIA, de autos, por
sí mismo, y nomos, ley, vale tanto como decir «gobierno de sí mismo" y «lo
que se da a sí mismo la ley". Según Fivre, AUTONOMIA es el derecho de
soberanía exterior y representa aquella situación jurídica de obligada igualdad
de una nación libre ante otra nación libre. Supone, por tanto, no solo el libre
desenvolvimiento de su vida interior, sino el derecho a la independencia de su
vida externa. De consiguiente sólo los separatistas, en rigor, emplean bien
este vocablo. Cuique suum. Claro está que no entra en los cálculos de muchos
qué se llaman autonomistas el ser separatistas. iLíbrenos Dios de hacerles tal
ofensa! Pero bueno será que todos nos acostumbremos a medir las palabras, por
muy en boga que estén. Nos ahorraremos así las confusiones y lograremos
entendernos.
Y para
empezar esta inteligencia, tan conveniente, mejor dicho, tan necesaria, es hora
de que cuantos afirman la personalidad de Cataluña sin desentenderse de la
realidad de España, a la que aquella concurre, desechen la palabra AUTONOMIA
para asirse a la de AUTARQUIA, que, como a renglón seguido veremos, es la que
conviene a ese pensamiento auténticamente catalán sin dejar de ser español.
De las
definiciones etimológicas anteriores (autos y arché) ya se deduce el concepto
del vocablo AUTARQUIA. Significa "gobierno por sí mismo" es decir,
gobierno de cada uno por sí dentro de la esfera propia. Aristóteles, de quien
la tomara el insigne Mella hace más de cuarenta años, define esta palabra en su
obra "Política» y significa, según el inmortal filósofo griego «el derecho
a regirse a sí mismo interiormente". Regir la vida interna es cosa bien
distinta de la soberanía externa o de relación, vinculada a la palabra
AUTONOMIA. Pero es que, además, con el concepto autárquico la idea de libertad,
el derecho a regirse interiormente, a gobernarse por sí mismo dentro de la
esfera propia, no se limita a una personalidad determinada, sino que se
extiende a todas las personalidades. naturales e históricas. No se circunscribe
a la Región, sino que abarca a las personalidades sociales constitutivas de
aquella. Afirma, por tanto, la familia, el municipio y la comarca.
Y así, del
mismo modo que niega derecho al Estado para invadir el fuero privado de las
regiones que lo integran, rechaza igualmente que éstas puedan conculcar y
mutilar el fuero sagrado de la vida interior de aquellas otras personalidades
inferiores, también soberanas en su esfera propia.
Por donde
el centralismo opreso y absorbente es atacado y herido en su esencia misma. Que
el centralismo no desaparece por que cambie de sede, según lo hemos visto
actuar en Barcelona con tanto o más furor que en Madrid, sino que muere asfixiado
cuando la sociedad, organizándose con arreglo a la naturaleza de los casos, los
ampara a todos en sus derechos, reconociendo su AUTARQUIA.
JOSÉ BRÚ
JARDÍ.
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