BARCELONA 30. —Algunos
se hacen ilusiones. Creen que los períodos transitorios se eternizan y que los
siete años oprobiosos—frase del Sr. Alba—de la Dictadura pueden tener una
continuación. Sin parar mientes en que aun llegando a la plaza pública el eco
de las palabras de ultratumba, como las del cacique máximo de Tarrasa, D.
Alfonso Sala, y las del hacendista (?) Calvo Sotelo, que tan enorme cuenta dejó
por saldar a la República, vivimos, aunque no lo parezca a quienes no saben que
las apariencias engañan, otros tiempos.
Es verdad que surgen
ahora nombres que sólo se pronunciaban cuando los hombres aclamados por la
multitud el 14 de abril, antes de la proclamación de la República, eran
perseguidos por republicanos y autonomistas y encerrados en la Mola y en
Burgos. Aquellos nombres eran los colaboradores de cuantos pisotearon el
Derecho, la Libertad y la Justicia en Cataluña durante siete años. Pero en
realidad, aunque los ilusos, engañados por su propia vanidad, no lo crean, son
fantasmas. Se desvanecerán en cuanto "esa cosa neurótica y sentimental que
se llama el sufragio universal"—según Calvo Sotelo—restablezca la
normalidad. A pesar de las flores de lis y de la cruz de San Femando que
simbólicamente presidían el acto del Bloque Nacional en el teatro Principal de
Tarrasa. Y de los vítores estentóreos y subversivos que en el paroxismo de un
frenético entusiasmo, hicieron palidecer al hacendista (?) de la Dictadura, que
creyó que llegaba el fin del mundo si los vítores repercutían en la calle. Dos
fabricantes que vitorearon a un rey fantasma fueron detenidos, y el Sr. Calvo
Sotelo pudo regresar, libre de intranquilidades, a Madrid.
Hemos hablado de
ilusos. Lo son en alto grado los vanidosos. Porque hemos visto a varios, y a
estas horas creen que sus nombramientos como administradores de los intereses
del procomún emanan de la voluntad divina, y se creen ungidos para
"sacrificarse" unos años y dejar tamañita a la Dictadura, que con tan
celosos defensores de su presente y de su porvenir obsequió a Barcelona.
Ilusiones engañosas...
— AGUIRRE.
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