jueves, 31 de mayo de 2018

Ahora (Madrid). 12/2/1935, página 9.


El señor Cambó pronuncia un discurso en un acto organizado por la Lliga en Tarrasa

BARCELONA, 11. — En un acto político organizado por la Juventud escolar de Lliga Catalana, celebrado ayer en Tarrasa, pronunciaron discursos los diputados de la Lliga señores Estelrich, Trías de Bes y Cambó.

Este último dijo que nos encontramos bajo una constelación revolucionaria aún sin cerrar, y que el país se halla bajo un régimen de anestesia. Recordó que, a finales del siglo pasado, habló en Tarrasa por primera vez, en un momento en que dentro de la venerable unión catalanista convivían hombres que tenían, no de la doctrina, pero si del procedimiento a seguir, ideas semejantes, unos radicales y otros de doctrinas evolutivas. En estos momentos, como entonces, sostiene la misma doctrina y la misma táctica.

En una conferencia—siguió diciendo— anuncié que, si el movimiento del mes de octubre llegaba a estallar, nosotros estaríamos al lado del Poder constituido, fuese quien fuese, que mantuviera los principios de orden y las esencias mismas de la civilización liberal y cristiana en que vivimos. Cumplimos la promesa. Por haber estado al lado del Poder tenemos derecho a pedirle cuentas hoy y a preguntarle: ¿Qué has hecho de la confianza y del concurso que te dimos? Cuando surge un estallido revolucionario, el Gobierno tiene dos clases de deberes: uno, que cumplen los gobernantes de todos los regímenes, que es el de reprimir la revolución, la subversión violenta. Después de la represión debe actuar la política, encaminada a impedir que una nueva subversión se produzca Han pasado cuatro meses y, desgraciadamente, la tranquilidad no ha vuelto a los espíritus. En este tiempo, el Poder público debía haberse hecho digno de la confianza de todo el país. El Gobierno de España, desde el 6 de octubre, tiene muy pocas cosas en su activo después que la fuerza dominó la revuelta.

Ante el problema de Cataluña, creado por la subversión de la Generalidad, ¿cuál fue la actuación del Gobierno? La más lamentable. El jefe del Gobierno, que ha de conservar el máximo prestigio, prometió en el Parlamento que mantendría íntegramente el Estatuto de Cataluña, y que no consentiría nunca que fuera revisado sino por el camino de la ley constitucional. A las veinticuatro horas de esta declaración, ante una coacción que un gobernante no debe admitir nunca si quiere mantener su prestigio, obligaba a los hombres de su partido a que presentaran enmiendas que destruirían las promesas del día anterior y las hechas al pueblo de Cataluña en el momento de producirse la subversión. Y si el jefe del Gobierno pasaba por la humillación de renegar hoy de lo que prometió ayer, con la consiguiente merma de su prestigio, no lo ganó el jefe de la С E D A al exigirle la claudicación. El jefe de la C. E. D. A., días antes, no oponía más que una enmienda al proyecto del Gobierno; esto es, que el acuerdo de convocatoria de elecciones en Cataluña lo tomara el Parlamento en vez del Gobierno. Unos días después, ante el peligro de que partidos enemigos suyos le hicieran una campaña por falta de celo patriótico, creía servir a su partido y a su prestigio faltando a las propias convicciones y agraviando a Cataluña, porque la ley con las modificaciones que él exigía, venía a significar una declaración de incapacidad para todo el pueblo catalán, que había estado casi completamente ausente de los hechos del 6 de oc­tubre. Ni el jefe del Gobierno ni el jefe de la fuerza parlamentaria más numerosa han salido con el prestigio aumentado con la ley de régimen transitorio.

Analiza, a continuación, la crisis que siguió a las vacaciones de Navidad, y dice que no hay derecho a prolongar cuatro semanas una crisis que debió ser resuelta en unas horas. Opina que este hecho restó autoridad y aumentó la desconfianza hacia el Gobierno y los partidos que en él colaboran. "Nada tiene de extraño, pues—agrega— que subsista en España el malestar, que quiere decir una acentuación de la miseria, un aumento del paro forzoso, con actuaciones tan lamentables del Gobierno. Muchos espíritus simplistas quizá crean que una dictadura militar puede ser la única solución para mantener la paz en España. La paz mantenida por la fuerza de las bayonetas quiere decir que no hay confianza en el país, mantenida por un impulso patriótico. Sostener la vida de un enfermo por medio de inyecciones quiere decir que se desconfía de que el corazón y sus arterias puedan funcionar con normalidad que asegure la vida Se está creando, por deficiencias del Gobierno, un ambiente parecido al del año 1923, y es preciso que todos recordemos lo que costó la liquidación de la Dictadura, y que, si se planteara otra, la liquidación seria cien veces más cara.

No podemos buscar medios extraordinarios de fuerza para resolver la crisis en España. Debemos tener un Gobierno que gobierne, sacrificando intereses partidistas y pensando que hay ideales y problemas que pueden reunirnos a todos en una fraternidad fecunda que consagre el salvamento del régimen y el mantenimiento de la paz y del orden. Y yo digo a los que gobiernan, a los partidos que sostienen a este Gobierno y a todos los demás que no tengan por bandera la perturbación y la revuelta, y la anarquía, si no ha llegado el momento de una compenetración patriótica para salvar a España y a la República del grave peligro en que se encuentra.

Hablé el domingo pasado de ciertos viajes que se han hecho y que se tratan de hacer a Cataluña En mis palabras había las mayores muestras de deferencia y de consideración para los visitantes. Cataluña ha sido siempre tierra de hospitalidad y debe serlo siempre. Incluso cuando se trate de viajes que nos molesten. Mis palabras, a pretexto del carácter de gente catalana, han impreso a estos viajes, dándoles el matiz de una expedición colonizadora, no provocaron ningún estallido de odio, ningún grito que significara una animosidad contra nadie. En cambio, cuando el señor Gil Robles quiso recoger mis palabras, al conjuro de las suyas salió de labios femeninos un "muera".


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