jueves, 26 de octubre de 2017

La Revista blanca (Madrid). 26/4/1934, página 16.

GLOSAS :: Amnistía de clase

Cuando estas líneas verán la luz, es casi seguro que ya estarán en libertad Sanjurjo y todos los militares levantados por la Monarquía y contra la República el 10 de agosto y cada día.

En cambio, es más que probable que con esta amnistía de clase y de secta no salgan ni aun los condenados por los sucesos de Tarrasa, presos arquetipo del delito político Social.

La famosa amnistía de clase por que tanto han clamado los comunistas, va a ser un hecho. Claro. La clase beneficiada es la que usufructúa el Poder en este momento y en todos los momentos. Y se amnistía a sí misma, poniendo cortapisas a la libertad de aquellos elementos de clase opuesta, que pueden representar un peligro para los privilegios y la libre acción de los poderosos.

Si hubieran estado en el Poder los comunistas estatales, la amnistía también habría sido de clase. Pero hubiera alcanzado únicamente a los «comunistas de línea», nuevos ricos del Poder, quedando excluidos de ella, entonces como ahora, los obreros rasos, anarquistas todos ellos, por añadidura.

En el Parlamento, con toda comodidad, con el ánimo tranquilizado por la presencia de una mayoría de derechas que hace y deshace a su antojo, ¡os señores diputados han elaborado «su amnistía». Una amnistía que no recoge ninguno de los clamores del pueblo, que se pone incluso frente U pueblo. La amnistía de los ricos contra los pobres.

Saldrán a la calle los futuros «sansepolcristi», los venideros jefes del fascio español, que se está organizando en la sombra y a la luz del día. En las cárceles y en los presidios de esta república, que si no lleva aún la camisa negra, la lleva ya muy sucia, quedarán las obreros levantados por el comunismo libertario, las quince mil rehenes cogidos al pueblo por el Estado capitalista español.

Caerá el Gobierno Lerroux. Vendrá otro Gobierno un poco más derechista. Al fin, escalará el Poder el señor Gil Robles, nuestro mofletudo Mussolini en perspectiva. Y los republicanos, desde Azaña a Franchy Roca, que llevaron al presidio a estos hombres, que elaboraron las leyes fascistas, a cuyo amparo se les ha condenado, a cuyo socaire no se les amnistía y con cuya acción el fascismo se va haciendo posible en esta tierra; el fascismo, que mañana nos estrangulará a todos por igual, pueden sentirse contentos y orgullosos de su obra.

Ahora se han convertido en voceros de la revolución. De una revolución que nadie más que ellos malogró, que nadie más que ellos abortó, deteniéndola en su curso, usando todos los procedimientos de represión imaginables. Procedimientos que no los usará peores este fascismo vinculado a las personas de los que, a la sombra y a la luz del día, conspiran contra la libertad y el porvenir de España.

¡Amnistía de clase! Amnistía de la que serán excluidos todos los obreros, toda la carne del pueblo, caída en las garras del Estado defensor del privilegio y de la ley de los fuertes y los poderosos, contra los débiles y los despojados.

Amnistía de clase que dejará quince mil hogares proletarios en el luto, que será execrada y maldecida por el proletariado español, que sembrará el odio, la cólera, la indignación; que será causa de nuevos levantamientos, de nuevas protestas, de nuevas víctimas.

Esta es la pacificación de los espíritus que nos brindan, la medida contemporizadora, la panacea social ofrecida por el Gobierno Lerroux a la opinión pública. Saldrán victoriosos y ufanos los militares levantados contra el régimen. Marcharán hacia los presidios los centenares, los miles de hombres condenados por los Tribunales de Urgencia, fieles cumplidores de la misión que les fue encomendada: limpiar de obstáculos el camino triunfal de los que están a las puertas del Poder en España.

Los republicanos y los socialistas, autores de esa preciosa ley de Orden Público que en manos de Gil Robles será inapreciable para el capitalismo y la autocracia española, pueden contemplar satisfechos su obra.

A la hora de reír, no sabemos quién reirá el último. Pero en esta hora de lágrimas de coraje y de impotencia, las suyas producen la repugnancia que inspiran las del cocodrilo.

¡Ley de Orden Público! ¡De Vagos! ¡Del 8 de abril! ¡Qué bien estaremos todos, republicanos, socialistas y anarquistas, discutiendo su eficacia en los campos de concentración! Caso de que esos plácidos entretenimientos nos sean permitidos bajo el imperio de Gil Hitler.

FEDERICA MONTSENY


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