viernes, 20 de octubre de 2017

Vida penitenciaria. 10/4/1934, n.º 65, página 6.

Un hombre animoso.

Una semana después de implantarse la Dictadura militar por el General Primo de Rivera, fueron condenados a muerte dos pistoleros que, en Tarrasa, asaltaron la Caja de Ahorros, matando a un Cabo del Somatén.

Fueron llamados para ejecutar la sentencia Rogelio Díaz, verdugo de la Audiencia de Barcelona, y Gregorio Mayoral, que lo era de la de Burgos.

Rogelio Díaz, más conocido por maestro Rogelio, por sus habilidades en el arte de obra prima, era nuevo en sus funciones judiciales (!), y al ingresar en la prisión egarense, como viera que los empleados de ella estaban atareados, con el natural nerviosismo, en preparar las capillas para los reos, hubo de decirles:

—¡Animo, compañeros, que para las circunstancias se han hecho los hombres!

Uno de los penitenciarios encarósele airado, preguntando:

—Compañeros, ¿de qué?
.
Pero no obtuvo contestación, porque el maestro Rogelio, al pronunciar sus últimas palabras, rodaba por el suelo con un síncope que le duró largo rato, tan largo, que al amanecer del día siguiente no se encontraba en disposición de actuar, y por ello hubo de hacer Mayoral las dos ejecuciones.


Unos meses más tarde, el desdichado maestro Rogelio moría asesinado por unos pistoleros en las calles de la ciudad condal.

No hay comentarios: