Víctor Pradera pronuncia un elocuente y vibrante discurso
ante un público entusiasta que le aclama
Disertó acerca del tema “La verdadera Cataluña”
TARRASA, 8. —En el
teatro Principal se h a celebrado el anunciado acto en el que nuestro correligionario
el vocal del Tribunal de Garantías don Víctor Pradera pronunció un elocuente y
vibrante discurso ante un público numerosísimo que le aplaudió con entusiasmo.
Disertó el señor Pradera acerca del sugestivo
tema «La verdadera Cataluña».
UN COMENTARIO
Comenzó diciendo que la
cordial acogida y los anticipados aplausos que se le tributaban le excusaban de
justificar su presencia en una tribuna alzada en tierra catalana. Para hablar
de lo que es común a todos los españoles, a todos asiste el derecho, en cualquier
lugar de España. Le parecía tan claro esto, que sólo un intento de monopolio de
propaganda política en Cataluña, insinuado por Cambó al suponer que los
oradores extraños a ella la sometían a un régimen colonial, le movía a hacer un
comentario. Negó a Cambó toda autoridad para emitir tal juicio, máxime cuando
reconoció que a la realidad hispánica estaba inexorablemente unida Cataluña, lo
que recientemente ratificó Ventosa al confesar la existencia de una solidaridad
entre España y Cataluña.
LA TRADICIÓN PROPIA
Apoyado en aquella
realidad y esta solidaridad, iba a hablar de Cataluña en su relación con
España; preguntándose primero por la confusión de los tiempos qué eran España y
Cataluña. Después de negar que estuviesen constituidas por una o por varias
generaciones, y de poner de manifiesto que un pueblo tiene una unidad no
estática, sino dinámica, es decir, sucesiva y en el tiempo, en que el elemento
de unidad no podía ser una idea abstracta, ya que los pueblos se distinguen por
propias fisonomías, concluyó diciendo que su unidad debía hallarse en hechos
trascendentales que se transmitiesen del pasado al presente para sobrevivir a
éste, y en que se plasmasen los principios de sociabilidad. Estos hechos
trascendentales constituían en su conjunto la tradición. Luego para conocer lo
que era Cataluña había que acudir no al pensamiento de una o varias
generaciones más o menos fielmente expresado, sino a su Tradición propia.
PERSONALIDAD PROPIA
En una síntesis de los
más trascendentales acontecimientos de la historia catalana presentó a Cataluña
como la provincia Tarraconense, con personalidad propia, pero unida al resto de
la península Ibérica; reforzándose la unión durante la Monarquía goda al punto
de que el Fuero Juzgo era la ley de Cataluña, que vivía en el seno de lo que
San Isidoro llamó la «Mater Spania». Deshecha la unidad nacional por la
invasión de los árabes, Cataluña, como las demás regiones, actuando bajo el
mismo espíritu, inició su reconquista. Necesitando para ella auxilio ajeno,
quienes se lo prestaron la sujetaron a su dominación, reconociendo ello, no
obstante, su verdadera condición al llamarla «Marca hispánica». A pesar de
vivir en la servidumbre de los francos cerca de dos siglos, Cataluña los
sacudió, y en el periodo de su independencia anudó la vida nacional con las
demás regiones españolas. Los «Utsages» son complemento del Fuero Juzgo; en la
noche triste de Zalaca lloraron juntos el Rey de Castilla y el conde de
Barcelona; los Berengueres, a su título de conde de Barcelona añadieron el de
marqués de España. No importó que transcurrieran más de dos siglos en estado de
independencia. Cataluña cayó del lado de España al unirse a Aragón, y unidas,
se vieron entrelazados los pendones de Castilla la gloriosa, de Aragón la
excelsa y de Cataluña la dominadora de los mares, en Almería, en las Navas y en
el Salado, entre otros gloriosos fastos. Y en el alborear de la Edad Moderna
todos los reinos españoles unieron para siempre sus destinos. Desde entonces,
salvo una excepción, ni un estremecimiento de inquietud, ni un momento de duda
acerca del carácter de patria común que tenía España surgió en territorio
español, y cuando a principio del siglo pasado parecía que iba a naufragar la
unidad nacional, las regiones todas la sacaron incólume del naufragio. Al
Corpus de sangre, con su consiguiente efímera incorporación de Cataluña a
Francia, se le ha dado por los escritores nacionalistas una equivocada
significación, porque sesenta años después Cataluña quería seguir bajo el
régimen de los Austrias y no de los Borbones, y en 1793, a los ofrecimientos de
la Convención de ayudarla a conseguir la independencia, contestó invadiendo el
Rosellón bajo el mando glorioso de Ricardos. Por una vez Cambó ha acertado. La
realidad hispánica es un hecho definitivo, y aunque dicho con la frialdad de un
contable y no con el fervor de un patriota, hay que aceptar su juicio acerca de
la imposibilidad de que Cataluña subsistiese independiente y fuera de la órbita
de España.
¡LA LLIGA NACIONALISTA!
No se comprende,
después de reconocerlo, -que la Lliga se llame nacionalista. Para justificar
esta conclusión, el orador examina el concepto de nación, las notas que le son
propias, y va rebatiendo—aparte demostrar la contradicción existente entre la
imposibilidad de mantener la propia independencia y el concepto de nación— las
doctrinas nacionalistas fundadas en independencia anterior, en la personalidad,
en la lengua, en la cultura y en la raza.
Trató a continuación
del problema de la lengua, haciendo la afirmación de que lo que hoy se denomina
castellano no fue lengua privativa de Castilla, sino a la vez catalana y
navarra. Leyó al efecto documentos dirigidos a los catalanes por Jaime I y
Alfonso V, en castellano, que el acta de Cortes de 1416 llama «lengua vulgar»,
y un fragmento de carta privada, único documento de esta clase encontrado por
Rubio y Lluch, escrito en castellano. Rechazó por ello que el castellano
constituya para los catalanes «la marca del esclavo», y recordó que los
catalanes llevaron el castellano y el catalán a los pueblos que conquistaron:
Sicilia, Nápoles, Grecia y Cerdeña; terminando por condenar como execrable la
lucha civil entre dos lenguas hermanas, fomentada criminalmente por algunos
malos catalanes.
CATALUÑA ES UN FRAGMENTO DE NACIÓN
De todo ello dedujo que
Cataluña no era nación, sino un fragmento de nación, que podría ser
considerada, dando a la palabra este sentido estricto, como una nacionalidad
que busca a los demás fragmentos nacionales par a constituir la nación. Así se
conciliaban la unidad y la variedad, la personalidad nacional y las
personalidades regionales; la ley fundamental del Estado y las autarquías
ferales tradicionales, surgidas de las entrañas mismas de las regiones, y no
concesión absurda del Poder central como el Estatuto. La España tradicional
habría resuelto este problema haciendo que el Rey de España, principio de
unidad, fuese al propio tiempo conde de Barcelona, principio de un modo de vida
interior diferente.
Terminó complaciéndose
de que, en Cataluña, ante las tremendas lecciones recibidas, se vuelva a su
verdadera tradición. Comenta a estos efectos la imprecación de Valls y Taberner
a los catalanes para que salven a Cataluña «salvando dentro de ella el
sentimiento «ancestral» del patriotismo español», y dice que salvar en esa
forma a Cataluña es salvarla como ella es: catalana y española, y que será
tanto más catalana cuanto más española sea, y tanto más española cuanto más
catalana fuere.
El señor Pradera, que
fue muy aplaudido en diversos párrafos de su discurso, escuchó al terminar una
gran ovación.
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