Don Víctor Pradera es ovacionado entusiásticamente en Tarrasa
al hablar sobre la verdad de Cataluña
TARRASA. — Con gran
animación se celebró en el teatro Principal el anunciado acto del Bloque
Nacional. El amplio coliseo estaba abarrotado de público y fueron muchas las
personas que no pudieron asistir por falta de espacio. Las juventudes
tradicionalistas cuidaban del orden.
Este acto fue el
primero del ciclo organizado por el Bloque en la ciudad catalana, y en el cual
desfilarán las más significadas personalidades de esta entidad nacional.
Habla don Víctor Pradera
Una gran ovación
recibió el ilustre vocal del Tribunal de Garantías al aparecer en la tribuna.
Comenzó diciendo que la cordial acogida y los anticipados aplausos que se le
tributaban le excusaban de justificar su presencia en una tribuna alzada en
tierra catalana. Para hablar de lo que es común a todos los españoles, a todos
asiste el derecho, en cualquier lugar de España. Le parecía esto tan claro que
sólo un intento de monopolio de propaganda política en Cataluña, insinuado por
Cambó al suponer que los oradores extraños a ella la sometían a un régimen
colonial, le movía a hacer un comentario. Negó a Cambó toda autoridad para
emitir tal juicio, máxime cuando reconoció que a la realidad hispánica estaba
inexorablemente unida Cataluña, lo que recientemente ratificó Ventosa al
confesar la existencia de una solidaridad entre España y Cataluña.
España y Cataluña
Apoyado en aquella
realidad y esta solidaridad iba a hablar de Cataluña en su relación con España:
preguntándose primero, por la confusión de los tiempos, qué eran España y
Cataluña. Después de negar que estuviesen constituidas por una o por varias
generaciones, y de poner de manifiesto que un pueblo tiene una unidad no
estática sino dinámica, es decir sucesiva y en el tiempo, en que el elemento de
unidad no podía ser una idea abstracta ya que los pueblos se distinguen por
propias fisonomías, concluyó diciendo que su unidad debía hallarse en hechos
trascendentales que se transmitiesen del pasado al presente para sobrevivir a
ésta y en qué se plasmasen los principios de sociabilidad. Estos hechos
trascendentales constituían en su conjunto la tradición. Luego, para conocer lo
que era Cataluña, había que acudir no al pensamiento de una o varias
generaciones, más o menos fielmente expresado, sino a su tradición propia.
Cataluña en la «Mater Spania»
En una síntesis de los
más trascendentales acontecimientos de la historia catalana, presentó a
Cataluña como la provincia tarraconense, con personalidad propia, pero unida al
resto de la Península ibérica, reforzándose la unión durante la monarquía goda,
al punto de que el Fuero Juzgo era la ley de Cataluña que vivía en el seno de
lo que San Isidoro llamó la “Mater Spania". Deshecha la unidad nacional
por la invasión de los árabes, Cataluña, como las demás regiones, actuando bajo
el mismo espíritu, inició su reconquista. Necesitando para ella auxilio ajeno,
quienes se lo prestaron la sujetaron a su dominación, reconociendo ello, no
obstante, su verdadera condición al llamarla "Marca hispánica". A
pesar de vivir en la servidumbre de los francos cerca de dos siglos, Cataluña
los sacudió, y en el período de su independencia anudó la vida nacional con las
demás regiones españolas. Los "Uatjes" son complemento del Fuero
Juzgo; en la noche triste de Zalaca lloraron juntos el Rey de Castilla y el
conde de Barcelona; los Berengueres, a su título de condes de Barcelona,
añadieron el de marqueses de España. No importó que transcurrieran más de dos
siglos en estado de independencia; Cataluña cayó del lado de España al unirse a
Aragón, y, unidas, se vieron entrelazados los pendones de Castilla la gloriosa,
de Aragón la excelsa y de Cataluña la dominadora de los mares, en Almería, en
Las Navas y en el Salado, entre otros gloriosos fastos: Y en el alborear de la
Edad Moderna, todos los reinos españoles unieron para siempre sus destinos.
Los falsos argumentos del nacionalismo separatista
Desde entonces, salvo
una excepción, ni un estremecimiento de inquietud, ni un momento de duda acerca
del carácter de patria común que tenía España, surgió en territorio español, y
cuando a principio del siglo pasado parecía que iba a naufragar la unidad nacional,
las regiones todas la sacaron incólume del naufragio. Al Corpus de sangre, con
su consiguiente efímera incorporación de Cataluña a Francia, se le ha dado por
los escritores nacionalistas una equivocada significación; porque sesenta años
después, Cataluña quería seguir bajo el régimen de los Austrias, y no de los
Borbones, y en 1793, a los ofrecimientos de la Convención de ayudarla a
conseguir la independencia, contestó invadiendo el Rosellón bajo el mando
glorioso de Ricardos. Por una vez Cambó ha acertado. La realidad hispánica es
un hecho definitivo; y aunque dicho con la frialdad da un contable y no con el
fervor de un patriota, hay que aceptar su juicio acerca de la imposibilidad fie
que Cataluña subsistiese independiente y fuera de la órbita de España.
No se comprende,
después da reconocerlo, que la Lliga se llame nacionalista. Para justificar
esta conclusión, el orador examina el concepto de nación, las notas que le son
propias, y va rebatiendo—aparte de demostrar la contradicción existente entre
la Imposibilidad de mantener la propia independencia y el concepto de
nación—las doctrinas nacionalistas fundadas en independencia anterior, en la
personalidad, en la lengua, en la cultura y en la raza.
El problema de la lengua
Trató a continuación del
problema de la lengua; haciendo la afirmación de que lo que hoy se denomina
castellano, no fue la lengua privativa de Castilla, sino a la vez catalana y
navarra. Leyó, al efecto, documentos dirigidos a los catalanes por Jaime I y
Alfonso V, en castellano, que el acto de las Cortes de 1416 llama "lengua
vulgar", y un fragmento de carta privada, único documento de esta clase
encontrado por Rubio y Lluch, escrito en castellano. Rechazó por ello que el
castellano constituya para los catalanes "La marca del esclavo", y
recuerda que los catalanes llevaron el castellano y el catalán a los pueblos
que conquistaron: Sicilia, Nápoles, Grecia y Cerdeña; terminando por condenar
como execrable la lucha civil entre dos lenguas hermanas, fomentada
criminalmente por algunos malos catalanes
La solución, en una España tradicional
De todo ello dedujo que
Cataluña no era nación; sino un fragmento de nación, que podría ser considerada
dando a la palabra este sentido estricto, como una nacionalidad que busca a los
demás fragmentos nacionales para constituir la nación. Así se conciliaban la
unidad y la variedad, la personalidad racional y las personalidades regionales;
la ley fundamental del Estado y las autarquías forales tradicionales, surgidas
de Ías entrañas mismas de las regiones y no concesión absurda del Poder central
como el Estatuto. La España tradicional habría resuelto este problema haciendo
que el Rey de España, principio de unidad, fuese al propio tiempo Conde de
Barcelona, principio de un modo de vida interior diferente.
Terminó complaciéndose
de que, en Cataluña, ante las tremendas lecciones recibidas, se vuelva a su
verdadera tradición. Comenta a estos efectos la imprecación de Valls y Taberner
a los catalanes, para que salven a Cataluña, "salvando dentro de ella el
sentimiento ancestral del patriotismo español"; y dice que salvar en esa
forma a Cataluña, es salvarla como ella es: catalana y española, y que será
tanto más catalana cuanto más española sea y tanto más española cuanto más
catalana fuere.
Una gran ovación coronó
sus últimas palabras.
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