Prevenciones contra
atracos, atentados y sabotages
Es grave y
constante preocupación de las Autoridades, ver de poner fin a la vergonzosa
industria de los atracos que Barcelona, más que parte alguna, viene sufriendo.
Mucho se ha hecho, pero hay que llegar a limpiar por completo esa plaga, que
denigra y desmoraliza a la Ciudad. El robo a mano armada no solo es un delito,
sino que además suele dar lugar a los más execrables asesinatos. Y sobre esto
aún encierra la enorme trascendencia, de que con ellos se nutren las cajas de
los Sindicatos clandestinos, y con su producto se pagan los atentados, los
sabotajes, nuevos atracos, y se prepara y se da fuerza a la Anarquía y a la
Revolución Social. Cada atraco que se comete sirve de subvención a la F. A. I.
y a la C. N. T. para sus odiosas finalidades, y el caudal así reunido es el
arma principal que esgrimen para reclutar ejecutores pagados, para darles
medios en su lucha contra los patronos y contra las Autoridades.
Debe
meditar sobre esto la clase patronal para que por ciudadanía y por egoísmo
coopere de la más eficaz manera a extirpar esa lepra.
Si en
hechos como el de la calle de Trafalgar se ha dado ejemplo de civismo
nobilísimo y digno de los elogios y recompensas que se tributaron,
recientemente se dio el caso de un atraco cometido en Tarrasa en el cual los
atracados pasaron por delante de un Teniente, y de una pareja de la Guardia
Civil a los que, lejos de pedir auxilio, saludaron para que les dejaran paso y
lo mismo hicieron al tropezar después con nuevos Agentes de la Autoridad. Y aún
llegaron a más: A pesar de haber estado casi una hora en comunicación con los
atracadores uno de ellos sentado en la delantera y el otro dentro, se han
negado a dar la menor seña personal ni ningún detalle que pudiera descubrir a
los autores del robo, negándose también a reconocer-los en el álbum de
fotografías que se les presentó; ni siquiera a examinar éstas.
El miedo a
las amenazas de muerte no es bastante para explicar tan lamentable conducta que
detiene la actuación de la Policía, que la hace imposible y que envuelve,
ciertamente, una verdadera complicidad con los criminales.
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