Un gentío enorme acude a Montserrat desde primeras horas de la mañana
Amaneció ayer un día espléndido,
alumbrando las rutas de Cataluña cubiertas materialmente por las interminables
caravanas de autocars y automóviles particulares que subían a la Montaña Santa.
Desde Igualada, el tránsito se hacía punto menos que imposible y las
dificultades crecían considerablemente a medida que los excursionistas nos
acercábamos al Santuario de la Virgen.
La organización era perfecta y se
hallaba a cargo de varias secciones del Requeté. El orden público, que no se
alteró en lo más mínimo a lo largo de la gloriosa jornada, había sido confiado
a la Benemérita que, en varios autocars del servicio móvil de dicho cuerpo, se
había trasladado a Montserrat.
A las ocho de la mañana, faltaban
tres horas todavía para la celebración del acto, se colocaba en el parabrisas
de uno de los ómnibus el número 168 y seguían todavía, en número considerable,
penetrando lentamente en el recinto del Monasterio y regresando para alinearse
él lo largo de la carretera.
Varios centenares de vehículos de
todas clases, cubrían unos cuantos kilómetros de la amplísima vía, agrupados
además en plazoletas y apartaderos apropiados, desde el Monasterio hasta mucho
más allá del primer apeadero del funicular.
La Basílica
Los trenes especiales no cesaron ni
un solo momento, a partir del sábado, de trasladar a la Montaña Santa
excursionistas de toda la región, hasta el punto que las mil y pico de celdas
disponibIes se hallaban ocupadas la noche anteríor y el alojamiento llegó a
constituir una verdadera dificultad.
El templo se vió canstantemente abarrotado
de fieles, que oían la Santa Misa y desfilaban adorando la Venerada Imagen.
A las ocho se celebró la Misa de
Comunión General, durante la cual cantó escu· gidos motetes el «Orfeó» de
Tarrasa; a las diez menos cuarto no habían cesado de distribuir la Sagrada
Forma los reverendos sacerdotes que asistían al celebrante.
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