jueves, 29 de noviembre de 2018

El Diluvio, Edición 11 de julio de 1935, pág. 1


El viacrucis de los acreedores del Banco Catalán Hipotecario

Los acreedores que en Tarrasa tiene el Banco Catalán Hipotecario, que recientemente suspendió pagos, no cesan en la lucha por sus intereses, en pocos casos tan legítimos, ya que son el producto del sudor y las privaciones de más de novecientos infelices trabajadores.

Ese es el número de imponentes que el Banco Catalán Hipotecario tiene en Tarrasa y sus aportaciones pecuniarias ascienden a tres millones de pesetas. Es en Tarrasa donde el Banco Catalán Hipotecario efectúa más operaciones y de ahí que en aquella ciudad sea donde más vigorosamente se agite la opinión contra los que puedan resultar responsables de la caída bancaria que lamentamos.

En la reunión celebrada el domingo en Tarrasa, que ya reseñamos ligeramente, se puso de relieve la indignación dominante entre las víctimas de la suspensión de pagos. Y mucho de lo que dejó de decir en la asamblea de acreedores, se dijo, una vez finido el acto, en grupos que se formaron dentro y fuera del Teatro Alegría.

Momentos hubo en que pareció iba a organizarse una manifestación de protesta popular en demanda de justicia, en exigencia de castigo para los culpables del desastre bancario. Adviértase que el Banco Catalán Hipotecario tiene establecida la más importante de sus sucursales en Tarrasa.

El buen sentido se impuso y la cosa no pasó a mayores. A esta cordura de los que en Tarrasa sufren las terribles consecuencias de una suspensión de pagos que les priva de sus modestos ahorros, debe corresponderse, por cuantos a ello estén obligados, con un apoyo tutelar que los protestatarios tienen sobradamente merecido.

¡Lo oye usted, señor Pich! El caso de Tarrasa es de los que deben preocupar muy seriamente a quien, como usted, se encuentra al frente de la Generalitat de Cataluña. Se impone, señor Pich, que su consejero de Justicia intervenga a favor de los numerosos infelices que piden justicia en Tarrasa.

Nos dirá usted, señor Pich, que se trata de una cuestión judicial. Ya lo sabemos. Pero los acreedores del Banco Catalán Hipotecario se proponen imprimir al asunto una nueva dirección. Tienden a que la suspensión de pagos se convierta en una quiebra en circunstancias que permitan entablar acciones de índole especial contra quienes puedan resultar culpables.

Y en tal suposición los reclamantes deberán verse eficazmente asistidos por el consejero de Justicia. Así creemos lo entenderá el señor Pich, pues, no basta con presentarse como protector de los humildes y desvalidos, sino que es necesario demostrar con hechos indubitables que se dice la verdad.

¿Conformes, Señor Pich? Muy pronto van a poner a prueba su afecto por los desheredados esa multitud de infelices acreedores del Banco Catalán Hipotecario, que a tantos hogares modestos ha llevado la ruina y la desesperación.

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