sábado, 23 de noviembre de 2019

La Vanguardia, Edición del sábado, 07 marzo 1936, página 7


Ayer empezó la vista por el atraco y asesinato de un pastor en Viladecaballs.

Ante el Tribunal de urgencia de la Sección cuarta, que se constituyó en la Sección primera, por ser la de mayor capacidad, empezó a verse ayer por la mañana la causa instruida contra José Aixá Porta, Antonio Cortes Casas, José Gener Tort, Manuel Roca Torrents, Fernando Restoy Martínez, María Dolores Castellanos Morales, Antonio Nasarre Solans y Antonio Castellanos Morales, procesados como supuestos autores del atraco y homicidio del pastor Joaquín Boldú.

Ocuparon el banquillo de los acusados los seis primeros procesados, ya que los dos últimos están declarados en rebeldía por haberse fugado de la cárcel de Tarrasa el 15 de diciembre último.

LOS HECHOS

Según la relación fiscal de los hechos leída en el acto del juicio, Joaquín Boldú, tratante de ganado cabrío, hospedóse, en compañía de su hijo Joaquín, en el Hostal Rich, conocido vulgarmente por el «Hostal del Fum», del término municipal de Viladecaballs, donde había vendido unas treinta cabras del rebaño que llevaba consigo. Enterados de esta circunstancia y puestos de acuerdo los procesados José Aixá Porta, Antonio Cortes Casas, José Gener Tort, Manuel Roca Torrents, Fernando Restoy Martínez, María de los Dolores Castellanos Morales, Antonio Nasarre Solanas y Antonio Castellanos Morales, concibieron el propósito de robar a Joaquín Boldú las cinco mil o seis mil pesetas que suponían poseía por la venta de aquellas cabras. Los procesados, según aquella relación de hechos, convinieron con José Aixá, lavaplatos del «Hostal del Fum». que les avisaría el día y hora en que padre e hijo se marchasen, y asimismo convinieron en que Aixá informaría detalladamente hacia dónde se dirigían y el recorrido que hicieran. Vigilado constantemente el Boldú por Aixá, supo éste que en la madrugada del día 21 al 22 de junio de 1935 saldrían padre e hijo conduciendo el resto del rebaño por la carretera de Viladecaballs a Olesa de Montserrat, lo que comunicó a los demás, y éstos, en cuadrilla, armados con pistolas y revólveres, para cuyo uso no tenían licencia, aprovecháronse de la noche para seguirles, y en el lugar conocido por el «Pico del Policarpio», sitio solitario y lejos de Viladecaballs, les alcanzaron. Eran cerca de las dos de la madrugada. Joaquín Boldú sujetaba una de las cabras, mientras su hijo la ordeñaba. Aprovechándose de esta circunstancia, los procesados les dieron la voz de «manos arriba», y mientras uno o dos de los malhechores se dirigían contra el hijo, apuntándole con pistolas, los demás dispararon contra su padre, que intentó huir por la carretera. Según se especifica, Castellanos y Nasarre fueron los que hirieron al desgraciado Boldú en el muslo izquierdo, seccionándole la vena femoral. Otra herida le causaron en la parte izquierda del abdomen, que le perforó el intestino, causándole la muerte. Luego se apoderaron de la cartera que llevaba y en la que guardaba unas 1.200 pesetas. Al hijo le sustrajeron un monedero con dos pesetas. Cometido el hecho, los atracadores se dieron a la fuga, siendo detenidos unos días más tarde.

CALIFICACIÓN DEL FISCAL

El fiscal, en su escrito de conclusiones, califica el hecho como constitutivo de un delito de homicidio, robo y tenencia ilícita de armas, con los agravantes de despoblado, premeditación, nocturnidad, en cuadrilla y abuso de superioridad, circunstancias que elevan el delito al grado de asesinato, por lo que solicita para cada uno de los procesados la pena de muerte.

INTERROGATORIO DE LOS PROCESADOS

Dada la gravedad de las penas solicitadas por el fiscal, el Tribunal hubo de formarse con cinco magistrados.

A la vista asistió bastante público, sin que de todas maneras se llegara a llenar la sala. Después de la lectura de la relación de los hechos, y antes de empezar el interrogatorio de los procesados, el letrado señor Fernández Ros, defensor de dos de los procesados, pidió a la presidencia constara en acta su protesta por infracción de normas jurídicas en las diligencias de reconocimiento de los detenidos practicadas en la cárcel de Tarrasa, donde estuvieron presos los procesados.

A continuación, empieza el interrogatorio de Antonio Cortes. Niega su participación en los hechos. Contestando a preguntas del fiscal, dice no conocer a ninguno de los que con él ocupan el banquillo, asegurando que la primera vez que les vio fue en la cárcel. Afirma que el día de autos se lo pasó en casa de su madre política construyendo un gallinero, que al atardecer riñó con su madre política por haberle dicho que estaba cansada de mantener a un vago y que abandonó la casa, dirigiéndose a Barcelona en busca de trabajo. Asegura que dos días más tardo, continuando sin recursos regresó a Tarrasa, solicitando a un mozo del tren que le dejara viajar. Dice también que de la estación se dirigió directamente a su casa. y que en ésta estaba solo, ya que su esposa se había ausentado. Continúa afirmando que, sintiendo frío, se acostó, y que más tarde oyó que un tal Martínez le llamaba. Asegura que al día siguiente se peleó con el tal Martínez, manchándose la camisa de sangre, manchas por las que ahora se ve inculpado de otro hecho.

El fiscal termina su interrogatorio preguntando nuevamente:

—¿No es más cierto que todo esto que ha explicado, que usted, junto con todos los que están en el banquillo, el día 21 de junio atracó al cabrero?

—No, señor. No es cierto —contestó enérgicamente el procesado.

Contestando a preguntas de la defensa, dice que conoce a Aixa desde que lo vio en la cárcel, y que sabe que es epiléptico porque en la cárcel sufrió algún ataque.

—Diga usted —insiste el defensor—: ¿además de ustedes, cuántos individuos más había en la rueda de presos cuando se efectuó el reconocimiento?

—El padre de Aixá y otro —afirma el procesado.

A continuación, se levanta a declarar José Aixá.

Tiene el aspecto de mozo de labranza y parece idiotizado. Habla precipitadamente y tartamudea. De mirada incierta, impresiona por la exaltación que en sus ojos se nota. El fiscal pregunta:

—¿Conoce usted a los que se sientan a su lado?

—No, señor —contesta rápidamente Aixa. Y sin hacer ninguna pausa, precipitadamente, tartamudeando, explica lo que hizo el día de autos.

No los he visto nunca a éstos —afirma—; yo estaba de lavaplatos en el «Hostal del Fum». Entraba a las ocho de la mañana en la cocina y no salía hasta, la noche.

—¿Es cierto —insiste el fiscal— que días antes del 21 de junio se le acercara a usted alguno de éstos para preguntarle si había en el hostal algunos cabreros que tuvieran cabras?

—No, señor. No es cierto. No he tenido nunca otros compañeros que mi padre y mi hermano. No he conocido antes de ahora a nadie más.

—¿No es más cierto —continúa preguntando el fiscal— que usted la noche del 21 de junio oyó cómo Joaquín Boldú decía que quería marcharse a la una de la madrugada y avisó a los demás?

--No, señor. El día 21 de junio, a las diez y media de la noche, yo ya estaba con mi padre, y de su lado no me moví hasta el día siguiente, por la mañana, para ir a trabajar.

—¿Y las dos pesetas que tenía usted, de quién eran? —dice el fiscal.

--Las dos pesetas las gané trabajando. Porque yo sólo he ganado pesetas trabajando —afirma Aixa--. El día antes había llenado dos lavaderos de agua de un vecino y me pagó con dos pesetas.

Según las diligencias sumariales, Aixa, al confesarse cómplice del hecho, aseguró que Roca era uno de los complicados. En el acto del juicio, contestando a preguntas del fiscal, dice que antes de ahora no conocía al Roca, y que si le señaló como partícipe de un hecho que él sólo conoce por referencias fue porque se vio constantemente amenazado y coaccionado.

Contestando a preguntas de la defensa, refiere nuevamente cómo ganó las dos pesetas que se le encontraron, y asegura que fue amenazado para que inculpara a Roca y a los demás.

El letrado defensor le pregunta si le dan ataques epilépticos, a lo que contesta afirmativamente, y añade:

—¡Ojalá me diera uno aquí mismo y me quedara, muerto!

Declara a continuación José Gener. Asegura no haber participado en los hechos que se le imputan y refiere detalladamente cómo invirtió el tiempo el día de autos. Hace protestas de inocencia, asegurando que es un hombre honrado y que le repugna el crimen y el robo. Dice que el hecho de que es hombre pacífico lo demuestra el ejemplo de que, estando sin trabajo, se dedicara a criar conejos, y que el día de autos lo pasara en el campo buscando hierba para los animales. Contestando a preguntas de la defensa, asegura que, en la diligencia de reconocimiento practicada en la cárcel de Tarrasa, cuando habían formado la rueda de presos todos los procesados, más el padre de Aixa y otro, oyó cómo alguien indicaba al procesado Aixa, que es el que debía reconocer a los presos, a los dos que debía, señalar, entre ellos a él misino. Afirma que tuvo gran sentimiento al verse señalado como supuesto autor de un hecho tan repugnante. José Gener, que ya es de cierta edad, habla en un tono grave y gesticula enérgicamente.

—Soy inocente —asegura—, y pido que se me ponga en libertad, porque me la, merezco. El día en que huyeron los presos de Tarrasa, pude huir; pero, seguro de mí mismo, no lo hice. De aquella forma sabía, que cargaba con la culpa de un delito que no he cometido y que me repugnaba. Soy inocente —terminó diciendo.

Declara a continuación Manuel Roca. Dice conocer a Gener y Restoy de vista y a Nasarre por ser vecino. No frecuenta ningún café. El día de autos asegura que fue a dormir a su casa entre nueve y diez de la noche. Dice que un vecino le vio entrar y que no abrió más la casa hasta las cuatro y media de la madrugada, hora en que se levantó para dirigirse a trabajar. Asegura no haber tomado parte en el hecho que se le imputa.

—Entonces —pregunta el fiscal—, ¿por qué intentó suicidarse estando en la cárcel?

—Por remordimiento, pero no por haber cometido este hecho del que me inculpan, sino por haber señalado a dos individuos tan inocentes como yo; sólo por miedo. Después de haberlo hecho, me avergoncé de mí mismo e intenté poner fin a mi vida.

Algunos días después de haberse cometido el robo que se nos atribuye, fui detenido y llevado a la Comisaría de Policía. Allí me encontré con un tal Pascual, al cual subían y bajaban con mucha frecuencia. Me preguntó si sabía por qué estaba detenido, y le contesté que no. El me aseguró que lo sabía, y que era por un atraco. Yo le dije que no podía ser, pero cuando noté que cada vez que bajaba presentaba mayores señales de haber sido apaleado, me entró un miedo horroroso y perdí el control de mi voluntad. Cuando me interrogaron me confesé autor de un atraco imaginario en compañía, culpando a otros dos tan inocentes cotilo yo. Después el remordimiento me consumía, y por ello intenté suicidarme.

Contestando a preguntas del letrado defensor, dice que unos días después de haberse confesado autor de aquel atraco imaginario fueron puestos en libertad los que había denunciado, extremo que confirma su declaración.

—Y con referencia al atraco y muerte del pastor Boldú, ¿acusó usted a alguien? —pregunta el defensor.

—No, señor —contesta rápidamente—; no he acusado a nadie por este hecho, ni podía hacerlo porque no lo conocía. Nunca supe nada de este atraco. Tengo dos hijitas a las que quiero mucho. (El procesado no puede continuar y llora amargamente.)

Declara a continuación la mujer procesada. Se llama María Dolores Castellanos, muchacha de unos veinticinco a veintiséis años, robusta. Viste de luto y habla con serenidad.

Contestando a preguntas del fiscal, asegura no conocer a ninguno de los procesados. Niega, asimismo, que recibiera ninguna carta de su hermano para que preparara los testigos. Refiere cómo se efectuó su reconocimiento en la rueda de presos, y asegura que oyó cómo decían a Aixa que dijera que era ella la mujer que buscaban.

A continuación, es interrogado Fernando Restoy.

Contestando a las preguntas formuladas del presidente, dice que ha estado preso una vez por el asalto al Ayuntamiento de Tarrasa, cuando los sucesos revolucionarios del 6 de octubre.

Asegura que la noche de autos estuvo hasta las doce en casa de un tal Ballart, y que después entró en el interior para jugar a las cartas hasta las tres y media de la madrugada. Después marchó, con un tal Dena, hacia su casa.

Niega que escribiera ningún mensaje para esconderlo en el tapón de una botella, como aseguró la policía. Asimismo, niega haber tomado parte en los hechos que se le imputan, haciendo protestas de su inocencia. No conoce, tampoco, ningún detalle del atraco y homicidio del pastor.

LA PRUEBA PERICIAL

Comparecen a continuación los peritos médicos, prueba esta solicitada por la defensa y el fiscal. Declaran cuatro médicos psiquiatras.

Manifiestan haber observado durante largo tiempo al procesado Aixa, dictaminando en consecuencia que se trata de un deficiente mental, con histeria-epilepsia. Según los peritos médicos, esta dolencia causa al paciente amnesias que le hacen irresponsable de cuanto pueda decir. Es irresponsable, aseguran, como lo sería un niño de doce años. Su deficiencia mental, producida, por la histeria-epilepsia, le predispone a. agrandar las cosas que ha visto y a idear cosas que no haya visto.

Contestando a preguntas de la defensa, los peritos aseguran que todos los deficientes mentales son fácilmente sugestionables. Dicen también que no se puede dar crédito a unas declaraciones prestadas por un enfermo de esta naturaleza dos horas después de haber sufrido un ataque. El epiléptico es siempre, en mayor o menor grado, un irresponsable, aseguran los médicos, pero lo es totalmente cuando está bajo los efectos de un ataque, y que duran mucho más de dos horas.

LA PRUEBA TESTIFICAL

Empieza la prueba testifical con la declaración de Augusto Castell, empleado de la cárcel de Tarrasa.

Contestando a preguntas del fiscal, asegura que en su presencia no se coaccionó a Aixa para que reconociera a determinados procesados. Aclara que no estuvo presente en la totalidad de la prueba.

Francisco González, empleado también de la cárcel de Tarrasa, dice que estaba franco de servicio el día en que se realizó la diligencia de reconocimiento en rueda de presos, por lo que no sabe nada de lo que en ella ocurrió.

A continuación, presta declaración José Gascón, director de aquella cárcel.

Contestando a preguntas de la defensa, dice que presenció en una ocasión cómo Aixa sufría un ataque de epilepsia, por lo que su padre estaba con él.

Es llamado a continuación Joaquín Boldú, hijo del cabrero que resultó muerto al ser atracado. Viste de luto y se muestra muy apenado. Representa unos veintiséis años de edad

Contestando a preguntas del fiscal, dice que se, trasladaron a Tarrasa para vender cabras, hospedándose en el «Hostal del Fum» unos catorce o quince días.

Dice que alguna vez concurría al café del hostal, pero que no conocía al Nasarre. Únicamente conocía a Aixá, por ser el lavaplatos de la fonda, pero nunca tuvo amistad con él. Relata cómo vendieron veinticuatro cabras, y que la noche de autos no vio salir a nadie del caté del hostal. Padre e hijo, con el resto del rebaño, se dirigieron por la carretera hacia Olesa.

Explica cómo por la noche su padre dio el recado al dueño de la fonda de que lo llamara a las doce y media o a la una para levantarse y emprender el camino. Dice que no se fijó si cuando su padre daba el recado al dueño de la fonda estaba el lavaplatos cerca de ellos como para poder oír lo que decían. Cuando salieron por la carretera con las cabras, su padre le dijo que era preciso que ordeñara una que iba excesivamente cargada, parándose en un lugar cercano a Viladecaballs para hacerlo. Solo recuerda haber visto pasar un individuo en bicicleta. Mas tarde, estando ordeñando la cabra, su padre vio venir un grupo por la carretera, luciéndole a él que sacara una cabra que se había metido por un viñedo, pues los que venían podían ser guardianes y les multarían.

—Yo me separé de mi padre —continúa diciendo— para espantar aquella cabra, mientras él se quedaba aguantando la que estábamos ordeñando. Entonces se acercaron los de aquel grupo, que se dividieron en dos. Unos se dirigieron hacia el lugar donde estaba yo y los otros contra mi padre. Nos dieron el alto y exigió ron a mi padre les diera cuánto dinero tuviera. A mí me quitaron el monedero, en el que llevaba únicamente dos pesetas. Mi padre hizo ademán de defenderse, y los atracadores le dispararon sus pistolas, hiriéndole gravemente.

Cuando se marcharon, me acerqué al lugar donde yacía mi padre, el cual me preguntó si me habían hecho algo a mí. Al contestarle que no, me dijo: «A mí me han matado.» Asustado de lo que ocurrió, fui corriendo al pueblo en demanda de auxilio. Encontré a los mozos de escuadra, a los que expliqué lo ocurrido y nos auxiliaron.

El hijo de la víctima termina su relato entre sollozos, renunciando las defensas a su interrogatorio en atención a su estado de ánimo.

En un momento de su relato, el presidente preguntó a Joaquín Boldú si reconocía entre los hechos. No reconoció a ninguno, diciendo que dada la oscuridad de la noche no pudo fijarse en nadie.

Declaran a continuación Francisco García y Saturnino Montserrat, los cuales explican su intervención en el esclarecimiento del hecho y cómo practicaron las primeras diligencias.

Francisco Arajueta, agente de vigilancia, da cuenta de cómo se practicó el servicio, que terminó con la detención de todos los supuestos complicados en el hecho.

Jaime Burrull, dueño del «Hostal del Fum», manifiesta que tenía empleado en su casa a Aixa, aun sabiendo que se trataba de un anormal, por compasión y por ser amigo de su madre. No cree que estuviera presente cuando el cabrero le dio la orden de despertarle a la una de la madrugada.

Explica en qué circunstancias la víctima del suceso le encargó que le llamara y cómo no lo hizo porque a las doce, cuando todavía no se había acostado, encontró a Joaquín Boldú, que se disponía a marchar.

Asegura que el cabrero partió a las doce y cuarto en dirección a Olesa, y que quince minutos más tarde marchó de su establecimiento el Nasarre, en compañía de un tal Tonet y Castro. Los tres tomaron dirección opuesta a la del cabrero.

Terminada la declaración de este testigo, el presidente de la Sala suspende la vista hasta las diez de la mañana de hoy, en que continuará con la prueba testifical.

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