miércoles, 21 de junio de 2017

El Diluvio, Edición domingo 22 de octubre de 1933, pág. 8

El “gentleman” de Tarrasa

Cambó, con esa inconsciencia que le caracteriza y que le ha hecho célebre y millonario, habló en cierta ocasión del anarquista de Tarrasa, cantera donde por una porción de razones era impropio ir a extraer el tipo del anarquista clásico.

Estaba ello tan fuera de lugar y era locura tan grande como ir por salmonetes a Vich, que produce longanizas, o ir por longanizas a Salou, que produce salmonetes.

Cambó, menos en lo de arreglarse las finanzas propias, ha andado en todos los otros negocios de la vida completamente despistado. El tipo de ácrata que Tarrasa da no tiene nada que ver con el mamarracho que pintaba Cambó, que espera l revolución para saturarse de carne bien cliente de burguesa y hacer otras bestialidades.

Ese truhán pertenece a la Lliga, lee “La Veu” y vota a quien la manda el Santo Sínodo de la calle de la Cucurulla.

Si Cambó conociera la tierra en que ha nacido y le ha hartado de garbanzos y de honores, hubiera ido a Tarrasa a buscar un “gentleman”, a saludar a este caballero qque se llamó en vida Emilio Badiella, cuyo nombre el Ayuntamiento ha acordado darlo ahora a una calle de la ciudad y al que el Sanhedrín cucurullesco se descuidó de hacer diputado.

Nos parece muy bien el homenaje póstumo que se discierne al ilustre patricio y esclarecido hijo de Tarrasa que fue Emilio Badiella.

Por varias razones reputamos justo el honor que la ciudad natal hace a Badiella, honrándose a sí misma.

Badiella era un catalán de la buena época, de los tiempos en que industriales y comerciantes no se contentaban con ganar dinero, sino que completaban esta satisfacción con la de gastárselo señorialmente en libros, flores y obras de arte.

Badiella era un fabricante que no centró únicamente su afán en su caja y en sus máquinas. Sin descuidar esto, supo proyectar su atención a zonas de la vida que pasan desapercibidas para la mayoría de los de su clase.

La biblioreca y el jardín de Badiella fueron siempre de los más interesantes de Tarrasa.

Las puertas de su hogar no se cerraron jamás para los amigos, sobre todo si éstos eran artistas, revolucionarios y bohemios.

El pintor Torres García supo, en horas amargas, del gran corazón que tenía Badiella.

Al poeta Salvat.Papaseit no le hizo más que de Mecenas, de padre y de comanditario, manteniéndolo mucho tiempo y abriéndole un crédito de veinte mil pesetas, con las que Salvat puso la librería del Fayans.

Emilio Badiella era uno de los catalanes más buenos, más hidalgos y más generosos que hemos conocido.

Con su dadivosidad y munificiencia redime a los negreros sórdidos y tacaños de este litoral de la execración y las maldiciones que merecen.

Tarrasa, que tiene tantos tipos de esos de que avergonzarse, puede estar orgullosa de Badiella.

ANGEL SAMBLANCAT.


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