HOMENAJE A UN
CATEDRÁTICO
El pasado sábado, los alumnos y ex alumnos de la Escuela
Industrial de Tarrasa celebraron una fiesta de homenaje al catedrático de dicho
centro docente, doctor don José Baltá R. de Cela, con motivo de su jubilación
en el cargo de profesor de las asignaturas de Química general y Electroquímica,
que hasta ahora había venido explicando.
El homenaje tuvo efecto en el salón de actos de la Escuela,
el cual se hallaba completamente lleno de público, predominando los alumnos y
ex alumnos de dicha Institución cultural.
Abrió el acto el director de la Escuela Industrial, don Juan
Rosich, quien pronunció unas breves palabras ensalzando la obra llevada a cabo
por el homenajeado, y anunciando al mismo tiempo que el claustro de la Escuela
ha acordado nombrar al señor Baltá director honorario de la misma.
A continuación, habló el alumno Ramón Vidal, quien lo hizo en
nombre de la comisión organizadora del homenaje. Seguidamente hizo uso de la
palabra don Juan Llimona, quien habló en nombre de los ex alumnos de la
Escuela.
Luego se procedió al descubrimiento de una placa
conmemorativa del acto que se celebraba. Dicha placa es de plata y está
artísticamente labrada.
Acto seguido, don José Baltá pronunció un discurso
agradeciendo el homenaje que se le tributaba y haciendo constar también su
gratitud a don Alfonso Sala, el cual fue un entusiasta colaborador de su obra.
Manifestó que en el año 1904 llegó por primera vez a la
Escuela Industrial de Tarrasa, profesando la cátedra de Química general, y poco
tiempo después comenzaba sus trabajos para instituir en la Escuela la clase de
Electroquímica, siendo nombrado, en 1906, profesor de dicha asignatura.
Añadió que en 1908 fue nombrado director de la Escuela, cargo
que ha ejercido durante veintidós años. En 1909 hizo un viaje a Noruega,
comisionado por el Gobierno español, para visitar una instalación de
aprovechamiento del nitrógeno.
Acabó su discurso con las palabras de Milá y Fontanals:
«Vellesa es harmonía», agregando que el homenaje que se le rendía no era a su
ciencia, sino a la vejez, estableciendo un parangón entre las palabras ciencia
y senectud.
Al terminar su disertación, el señor Baltá R. de Cela fue muy
aplaudido y felicitado.
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