Comentarios en torno a
un film de largo metraje
Desde que emprendí la ardua tarea de comentar y orientar
(según mi criterio) la labor de nuestros cineastas amateurs, insistí en la
necesidad de que éstos hicieran sus films en colaboración. El gran error de
nuestros aficionados consistía precisamente en que par a hacer sus películas se
aislaban, e incluso las rodaban dentro del mayor secreto. El autor de un film
lo hacía todo: argumento, guion, fotografía y dirección, y a veces hasta los
decorados. El resultado no podía ser peor. Basta recordar las cintas de
argumentos realizadas por este procedimiento para comprender enseguida por qué
volvían a refugiarse en los socorridos documentales y películas de viajes.
Afortunadamente, hoy se inicia un franco movimiento en favor
de la colaboración, y una prueba clara de los excelentes resultados que ésta
produce la tenemos en el film que vamos a comentar.
Del aula a la fábula es una película que señala un nuevo
rumbo dentro de la producción amateur. Sus autores, con esa audacia propia de
la juventud, han saltado sobre la clásica costumbre de las cintas de cien y
doscientos metros, y han realizado un film de seiscientos metros que no sólo no
cansa al espectador, sino que a medida que la proyección avanza aumenta el
interés de la trama, hábilmente urdida y magníficamente realizada.
El film está realizado por José Donadeu, Evaristo Moliné y
José Girona, con la colaboración de varios elementos de Tarrasa, lugar en donde
transcurre la acción y de donde son sus autores.
En esta cinta se narra, magníficamente, por cierto, la
original aventura de un joven estudiante de Prehistoria, buen muchacho, pero un
poco duro de cerebro, miope, por añadidura, que, enamorado platónicamente de
una bella compañera de Estudio, ve con dolor cómo ésta flirtea con otro
compañero de clase, tipo achulado y castigador, que presume de su frescura, de
sus largas patillas y de un bigotito a lo Clark Gable que es todo un poema.
Durante una excursión a la montaña, con motivo de celebrar el
fin de curso, y después de haber ingerido a más y mejor, dando cruz y raya a
Heliogábalo, a Gargantúa y Pantagruel —¡oh eterno Babelais! — nuestro héroe se
queda dormido, y con el comienzo de un a laboriosísima digestión surge un sueño
estrafalario, en el cual él y sus compañeros retroceden a la época
prehistórica. (Por la pantalla desfilan varias escenas interesantísimas de la
época, cuidadísimas y con un realismo sorprendente.) Cuando más felices son,
hace aparición un terrible dragón, al que hay que dar muerte para bien de la
tribu. Ni que decir tiene que la «bola negra» le toca al ingenuo enamorado, que
tras una lucha épica con el feroz monstruo, al que logra matar, queda en tierra
malherido.
Cuando los compañeros que han presenciado la lucha desde la
cumbre de una montaña acuden a socorrerlo, el joven estudiante ve cómo se
destaca del grupo su amada, que amorosamente lo acaricia.
Pero el sueño del pobre miope es interrumpido por sus
compañeros, que lo zarandean violentamente para que levante, en el preciso
momento en que el galán antipático y la bella joven se besan apasionadamente.
El film está muy bien realizado. Posee una fotografía
admirable y un movimiento de cámara perfecto; la toma de ángulos es también
admirable. Hay a lo largo de la cinta una serie de bellísimos fotogramas, y la
acción tiene por fondo escenarios de una belleza grandiosa.
De interpretación es magnífico. Amadeo Blasi, protagonista de
esta cinta, en la que encarna el papel del torpe y desdichado estudiante,
realiza una labor interpretativa de la que tendrían que aprender muchos
profesionales. En este joven hay un magnífico actor cómico. Le siguen en
méritos y en intervenciones más cortas el bedel de la escuela, cuyo nombre no
sabemos, y José Ullés, que hace un profesor formidable. El resto de los
intérpretes, bien.
Esta cinta sería perfecta si el montaje hubiera sido
realizado por un individuo que no hubiera tomado parte en la filmación. La
película peca de lenta y pierde continuidad. Y es debido a eso: a que los
realizadores no han querido cortar nada de lo que con tanto trabajo habían rodado.
Pero si a esta cinta se le dan unos cuantos cortes, no muchos, adquirirá el
ritmo justo y poseerá entonces una continuidad admirable.
En suma: que este film demuestra el valor de la colaboración,
y lo demuestra ampliamente, pues se trata de la primera película que han hecho
sus felices autores. Y es que el cine es síntesis de todas las artes, y, por
consiguiente, obra de colaboración.
CARRASCO DE LA RUBIA
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