Hay que
hablar en castellano.
Sí señor. Ha
llegado la hora de que el idioma de Cervantes, sea la lengua oficial de España.
Esto parece una paradoja. Pero es lo cierto que el pobre idioma castellano no
pasaba de ser un protectorado vergonzoso del vascuence, del valenciano, y,
sobre todo, del catalán. Era un verdadero asco escuchar en hoteles y fondas
andaluzas ese dialectillo catalán en boca de exquisitos viajantes de Tarrasa y
Sabadell, que menospreciaban olímpicamente nuestro glorioso idioma.
Eso no puede
ser. No hay más que un idioma: el castellano. Luce una jerarquía literaria
incomparable; suena bien y lo habla medio mundo. Bien que los dialectos ─¿qué
es eso de llamar enfáticamente «idioma» al catalán? ─se hablen en el seno del
hogar y en las relaciones particulares de los interesados. Pero el castellano
siempre por encima. Universidades, Institutos, Escuelas. Todo en castellano. Ya
no puede tolerarse ese estúpido catalanismo de los catalanes, que no han hecho
otra cosa que vendernos tejidos deplorables, cobrar bien y hablar en catalán.
Que aprendan
de los gallegos por ejemplo,. Su dulcísimo dialecto es para ellos entre sí.
Pero todos hablan en castellano. Quizá porque todos tienen educación. Y conste
que el gallego cuenta con una Rosalía de Castro, y un Curros Enríquez y una
Pardo Bazán que ya los quisieran los catalanes para los días de fiesta.
Y conste que
salvamos a los catalanes decentes y que amen a España.
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